La merienda civil
Hace unos d¨ªas me invit¨® a merendar el embajador de Estados Unidos en Espa?a. Richard Gardner est¨¢ convencido de que su pa¨ªs no es s¨®lo un espacio, sino un tiempo. Y no un tiempo cualquiera, sino el futuro. Yo, en buena parte, tambi¨¦n estoy de acuerdo con esta conclusi¨®n. Nos tomamos la merienda y disentimos en diversos puntos, pero, en el asunto del futuro, a los dos nos parec¨ªa posible que el modelo norteamericano estuviera dise?ando en esos momentos nuestra realidad. Otra cosa es que ese dise?o fuera agradable. Al se?or Gardner, que est¨¢ casado con una exquisita mujer italiana, tampoco le gustan ni la comida r¨¢pida, ni los atropellos urbanos, ni la ansiedad laboral, ni el individualismo desatado. Cree, como otros norteamericanos cabales, que las cosas del liberalismo han llegado a un punto que ni a los neoliberales de su patria se les puede aguantar.Dos d¨ªas despu¨¦s le¨ª, en una cr¨®nica de Carlos Fresneda, que un 24% de los norteamericanos, seg¨²n una encuesta del Fentzer Institute, se declaraban hastiados de la impulsi¨®n a ganar m¨¢s dinero, ascender y comprar m¨¢s. Esta tendencia, que empez¨® conoci¨¦ndose hace pocos a?os como downshifting, agrupa actualmente a unos 44 millones de ciudadanos, y, al modo americano, buena parte de ellos se ha aunado en una plataforma de doscientas organizaciones que acaba de celebrar su primera cumbre en Nueva York. En las librer¨ªas proliferan publicaciones que se refieren al deseo por una vida m¨¢s sencilla y austera. Los partidarios de esta "simplicidad" bajan el grado de sus ambici¨®n no porque se sientan impotentes ante el "sue?o americano", sino, ante todo, porque quieren dormir mejor. Se han convencido de que as¨ª no incrementan su felicidad y de que s¨®lo les crece el nerviosismo y el colesterol.
Las mujeres -dos de cada tres afiliados- son las m¨¢s conscientes de la bondad de este movimiento, que, yendo las cosas bien, no descarta convertirse en un partido. Sus miembros hacen campa?a diciendo no al contenido de la televisi¨®n, no a la comida basura, no a los centros comerciales, no al desasosiego de la hiperactividad, y s¨ª a los transportes p¨²blicos, al consumo moderado, a las jornadas flexibles de trabajo, al reciclaje y al voluntariado social. Su esperanza es que estas proclamas se extiendan por el planeta igual que han cundido otros contagios norteamericanos. Su ¨®rgano impreso y optimista se llama Yes!
No han de faltar efectivamente seguidores de la propuesta. Algunos m¨¢s simples y otros m¨¢s sofisticados. En Francia, la revista L'Express comenz¨® el a?o con un n¨²mero dedicado al panorama del siglo XXI, en el que la "simplicidad", junto a la "flexibilidad", son los t¨¦rminos m¨¢s repetidos, mientras, paralelamente, un nuevo libro de Philippe Engelhard, El hombre mundial, afirma que dentro de poco s¨®lo unas 40.000 supercorporaciones controlar¨¢n las dos terceras partes del comercio mundial. La cosa se simplifica tambi¨¦n por el lado del capital. Apenas hay mucho que hacer contra un poder abstracto y complejo, pero seguramente s¨ª -como en el paso del Medievo a la Edad Moderna- contra la feudalizaci¨®n.
El mundo se ensancha y simplifica a la vez, al punto de que Jean Boissonat, coordinador de un informe oficial, El trabajo dentro de 20 a?os, sustituye el concepto de "contrato laboral" por el de "contrato de actividad". El trabajador destinar¨¢ dentro de poco su habilidad no a una sola empresa, sino a una red de empresas por las que, seg¨²n las necesidades, pasar¨¢n los empleados sucesivamente y a tiempos reducidos. ?Se reducir¨¢ con ello todav¨ªa m¨¢s el poder sindical? Desde un confin a otro, el malestar ciudadano se constata como un problema de soluci¨®n incompatible con las actuales instituciones de producci¨®n. Pero no s¨®lo es ya un malestar obrero y de car¨¢cter laboral, sino amplio y civil. En correspondencia, s¨®lo una nueva receta pol¨ªtica y moral en manos de organizaciones, civiles puede ser la moderna respuesta a lo peor.
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