La detenci¨®n
LA DETENCI?N de activistas es la condici¨®n necesaria, aunque tal vez no suficiente, para acercar el fin de la pesadilla terrorista. La captura de Urrosolo Sistiaga, uno de los m¨¢s activos asesinos de ETA de los ¨²ltimos a?os, es, por ello, una excelente noticia tambi¨¦n en el aspecto pol¨ªtico: nada es tan pol¨ªtico en materia antiterrorista como la eficacia policial. Por una parte, porque la experiencia demuestra que la c¨¢rcel favorece la reflexi¨®n de los pistoleros; fue despu¨¦s de su detenci¨®n o confinamiento, y no antes, cuando dirigentes como Txornin Iturbe, Eugenio Etxebeste o Txelis, todos los cuales fueron jefes m¨¢ximos en un momento dado, comenzaron a plantearse si segu¨ªa teniendo sentido la continuidad de esa locura. Pero tambi¨¦n porque quebrar el mito de la invulnerabilidad de los jefes es condici¨®n para acabar con esa sensaci¨®n de impunidad que sostiene la audacia de los amigos de ETA en su intento de intimidar a la poblaci¨®n.Esta detenci¨®n sigue a otras de similar importancia que seguramente habr¨¢n debilitado la estructura de direcci¨®n de ETA. Sin ser igual, la situaci¨®n es comparable a la que sigui¨® a la ca¨ªda de su c¨²pula en Bidart, en marzo de 1992. Lo principal es ahora evitar cometer los errores que entonces llevaron a la recuperaci¨®n por los terroristas de su protagonismo pol¨ªtico. Apenas un mes despu¨¦s de Bidart, los partidos democr¨¢ticos vascos aceptaron modificar el trazado de la autov¨ªa de Leizar¨¢n, impugnado por ETA, pensando que la debilidad de ¨¦sta la har¨ªa incapaz de capitalizar ese ¨¦xito. Ocurri¨® lo contrario: fueron los dem¨®cratas quienes se debilitaron, divididos sobre la conveniencia o no de trasladar al terreno de la pol¨ªtica general esa experiencia de apaciguamiento mediante concesiones. El resultado fue la ruptura del consenso democr¨¢tico y la paralizaci¨®n de la, Mesa de Ajuria Enea, lo cual cre¨® las condiciones para que el entorno radical redoblase su ofensiva de intimidaci¨®n.
Hoy sabemos que no hay atajos. Que ETA s¨®lo desistir¨¢ de recurrir a la violencia cuando se convenza de que su pr¨¢ctica no le resulta ¨²til para cambiar la voluntad de la mayor¨ªa y acercar sus objetivos (incluido el de su propia supervivencia). Para ello s¨®lo hay una v¨ªa: que los partidos dejen claro que nunca aceptar¨¢n efectos pol¨ªticos que sean el resultado de la imposici¨®n de los violentos. Ese era el planteamiento de fondo de Ajuria Enea, luego tergiversado por intereses diversos. Volver a aquel consenso es la otra condici¨®n, tan pol¨ªtica como la eficacia policial, para avanzar hacia la paz.
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