La cr¨ªtica ante el lector
La querella entre cr¨ªticos y autores -esa relaci¨®n de amor-odio que parece unirles y que en ocasiones da paso tanto al elogio m¨¢s ditir¨¢mbico como al juicio m¨¢s acerado- es tan antigua como la propia cr¨ªtica. Pero esa querella no deber¨ªa monopolizar de tal modo sus energ¨ªas que apenas reste un poso para el desconocido lector, que es, en definitiva, el que posibilita que los peri¨®dicos existan o que los libros no terminen por pudrirse en los dep¨®sitos de las librer¨ªas. No hace mucho, el cr¨ªtico literario Miguel Garc¨ªa Posada afirmaba en este peri¨®dico: "En todo est¨¦ embrollo hay un personaje importante el ¨²nico verdaderamente importante: el lector. S¨®lo ¨¦l debe preocupar al cr¨ªtico -en especial, el de prensa-, porque es ¨¦l quien tiene derecho a estar informado de lo que merece ser le¨ªdo entre la oferta elefanti¨¢sica que sale a las librer¨ªas. Y esto a?ade una dimensi¨®n nueva a un fen¨®meno -la querella entre escritores y cr¨ªticos- que dista de ser de hoy".Juli¨¢n Sanz Pascual, de Segovia, reivindica la atenci¨®n que merecen los lectores de un peri¨®dico, en este caso los de EL PA?S, por parte de sus cr¨ªticos. En concreto, este lector reprocha a Ignacio Echevarr¨ªa haberle confundido, en lugar de orientarle, con su cr¨ªtica a la reciente novela de Eduardo Mendoza 'Una comedia ligera', aparecida en Babelia del 13 de noviembre pasado. Y pide al Defensor del Lector que d¨¦ curso a su queja, aunque duda de que "est¨¦ dentro de lo que usted puede atender". Por supuesto que ni el Defensor del Lector ni ninguna otra instancia del peri¨®dico -lo contrario ser¨ªa un remedo de sociedad dirigida felizmente superada en Espa?a- pueden dictaminar sobre el acierto o desacierto de la labor del cr¨ªtico. Pero el lector tiene derecho a conocer los fundamentos de la cr¨ªtica, es decir, el esqueleto argumentativo en el que se sustenta el juicio sobre la obra. Lectores y cr¨ªticos se mueven por liIbre decisi¨®n en el espacio de valores del peri¨®dico que compran o en el que escriben y, en este sentido, tiene raz¨®n Eduardo Haro Tecglen al afirmar, en respuesta a una consulta del Defensor del Lector, que "en el periodismo, el cr¨ªtico de teatro, de cine, de libros..., el editorialista sobre costumbres, diplomacia, pol¨ªtica o f¨²tbol, tiene por misi¨®n advertir al p¨²blico, desde un modelo te¨®rico conocido -la l¨ªnea intelectual o ¨¦tica del peri¨®dico, que elige sus cr¨ªticos, es decir, sus hombres de criterio-, de c¨®mo es (una informaci¨®n) lo que va a ver, o¨ªr, o lo que puede pasar".
Sanz Pascual cuestiona que la cr¨ªtica de Echevarr¨ªa a la obra de Mendoza sea tal cr¨ªtica, sino un sonoro paneg¨ªrico -"caer el susodicho libro en mis manos y ca¨¦rseme al suelo ha sido todo uno", dice- y llega a esbozar una cr¨ªtica alternativa. He aqu¨ª algunos de sus asertos: "Pienso que Echevarr¨ªa no se ha le¨ªdo la novela o, si la ha le¨ªdo, no sabe lo que es una novela objetivamente hablando. Quiero decir que desconoce o pasa por alto unos valores est¨¦ticos objetivos en funci¨®n de los cuales se puede hacer una cr¨ªtica aceptable y orientadora para el lector... Es un irse por las ramas, por lo anecd¨®tico de la novela, en este caso, el ambiente de la posguerra civil, por un lado, y la vida y milagros de los personajes, por otro... Pero el cr¨ªtico no entra en lo que es esencial en toda obra de arte, en la unidad de s¨ªntesis o de conjunci¨®n ' en el ensamblaje, para entendemos, que es lo que realmente la puede valorar". El lector tambi¨¦n habla de "un desarrollo plano, adocenado, correcto, literatura de ordenador, en una palabra" de la obra de Mendoza.
?Qu¨¦ responde a todo ello Echevarr¨ªa? En primer lugar, dice ignorar qu¨¦ cosa sea "una novela objetivamente hablando" as¨ª como la existencia de "valores est¨¦ticos obetivos" ni logra sospechar en qu¨¦, pueda consistir "la unidad de s¨ªntesis o de conjunci¨®n" de una obra de arte; tampoco duda de que el lector haya le¨ªdo la novela de Mendoza, aun que s¨ª de que la haya entendido. M¨¢s en concreto, a Echevarr¨ªa le extra?a que su cr¨ªtica no le haya servido al lector "para percatarse de cu¨¢l es el papel que en Una comedia ligera desempe?an las circunstancias hist¨®ricas que a ¨¦l le parecen prescindibles, un estorbo para la unidad del relato. En este sentido, todo 'lo referente al ambiente de la posguerra civil y a otras circunstancias hist¨®ricas europeas' (Sanz) no s¨®lo no es accesorio, sino que constituye la sustancia misma de lo que el lector entiende por 'argumento central' de la novela...".
En otro momento, Echevarr¨ªa recuerda que "hace apenas unas semanas, el se?or Mu?oz (Molina) [sic] me acusaba, en relaci¨®n a una tibia cr¨ªtica m¨ªa sobre una novela que a ¨¦l le hab¨ªa entusiasmado, de mala fe y el se?or Sanz, para quien la novela de Mendoza no pasa de ser literatura de ordenador (en el sentido m¨¢s despectivo del t¨¦rmino), califica mi elogio de la misma de sonoro paneg¨ªrico" y concluye con una breve exposici¨®n de su m¨¦todo de trabajo: "A la hora de hacer una cr¨ªtica trato de ofrecer al lector una idea sucinta de cu¨¢les son el tema y el argumento del libro en cuesti¨®n, cu¨¢nta su novedad en relaci¨®n a la obra anterior del autor y a la tradici¨®n en que se inserta, a lo que a?ado una valoraci¨®n sumaria de los logros obtenidos por la obra en la consecuci¨®n de sus prop¨®sitos m¨¢s manifiestos. Creo -sigo creyendo- que se trata de una excelente novela. Creo en la posibilidad de que mis argumentos no persuadan al lector. Creo hacerle un servicio al darle ocasi¨®n de contrastarlos y de polemizar con ellos".
El lector tiene derecho, como se ha dicho, a conocer las claves argum¨¦ntales del juicio cr¨ªtico, y Echevarr¨ªa las ha dado sobradamente. Pero para profundizar m¨¢s sobre la cuesti¨®n -?qu¨¦ puede esperar o exigir el lector del cr¨ªtico?-, el Defensor del Lector ha solicitado la opini¨®n de ?ngel S. Harguindey, adjunto a la direcci¨®n en temas de cultura, y del escritor Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu. Para Harguindey, "las apreciaciones del lector sobre la calidad de una novela, o de la cr¨ªtica que sobre la misma se public¨® en Babelia, adem¨¢s de respetables, plantean una de esas interminables cuestiones sin soluci¨®n posible: cuando el autor escribe, cuando el cr¨ªtico analiza, y cuando el lector lee la novela y la cr¨ªtica, lo anhelado ser¨ªa pedir muestras de talento creativo o anal¨ªtico -lo que ciertamente en el caso de Mendoza y Echevarr¨ªa est¨¢ m¨¢s que deniostrado- El que se coincida en el empe?o perseguido, o en la valoraci¨®n de su bondad o maldad, es puramente anecd¨®tico. Es una cuesti¨®n de azar y no por ello se descalifica a ninguno de los tres elementos. Es como jugar a los dados: se lanzan y en unas ocasiones coinciden los re sultados, y en otras, no, sin que por ello resulte despreciable el juego. Lo contrario -la sistem¨¢tica uniformidad d e, criterios y conclusiones entre el autor, el cr¨ªtico y el lector- convertir¨ªa a los muy subjetivos procesos de creaci¨®n, valoraci¨®n y lectura en inimaginables experimentos emp¨ªricos". Para Guelbenzu, "lo m¨¢s que un lector puede hacer es aceptar el criterio de una secci¨®n de libros de un medio o no aceptarla. Esa aceptaci¨®n se deber¨¢ a la credibilidad del responsable de la secci¨®n en general, a la del cr¨ªtico o a ambas..., pero el lector no tiene derecho al cumplimiento de su expectativa: el de recho a coincidir en un juicio es impensable. A lo que s¨ª tiene de recho el lector es a exigir a un cr¨ªtico o a una secci¨®n que midan todos los libros por el mismo rasero, pues eso es lo que le per mitir¨¢ evaluar la secci¨®n, el cr¨ªtico y el libro con la suficiente re ferencia como para tomar decisiones, al elegir su lectura. Des graciadamente, esa. exigencia casi nunca se cumple".
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al n¨²mero (91) 337 78 36.
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