Un debate necesario
En los ¨²ltimos a?os, la sociedad espa?ola ha conocido un ascenso sin precedentes de la sensibilidad y expresiones solidarias sobre los dramas humanitarios ocurridos en el mundo. A partir principalmente de la guerra en Bosnia, continuando con el genocidio de Ruanda y la huida de millones de refugiados de ese pa¨ªs, y acabando, por el momento, con la crisis de los Grandes Lagos, las im¨¢genes y las noticias recibidas han conmovido a nuestra ciudadan¨ªa y llevado a un n¨²mero creciente de personas a dar su apoyo, a distintos niveles, a las organizaciones humanitarias.Paralelamente, se ha producido un aumento considerable en la oferta asociativa no gubernamental tanto en el n¨²mero de opciones como en su crecimiento a nivel de miembros y de socios. Y es importante se?alar, sea cual sea la valoraci¨®n que se haga de algunas de estas ofertas, que lo importante es ese enorme capital solidario que se encuentra detr¨¢s de ese crecimiento, de esa sensibilidad, de esa voluntad de compromiso de miles y miles de ciudadanos de nuestro pa¨ªs. Capital que es una garant¨ªa para la defensa de valores esenciales hacia el futuro y que nadie debe malgastar tratando de obtener dividendos a corto plazo o particulares. Ni desde el mundo asociativo, ni desde el religioso o el pol¨ªtico.
Dicho lo anterior, la crisis de los refugiados en Zaire y en su dimensi¨®n regional ha vuelto a poner a prueba la capacidad de hacer frente a tragedias de esa magnitud y complejidad con medios humanitarios. Y no han faltado voces que, desde distintos enfoques (y creo que todos un poco parciales), han cuestionado la acci¨®n humanitaria y de las ONG, pidiendo en muchos casos que hicieran lo imposible, mientras no se hac¨ªa nada desde la acci¨®n pol¨ªtica internacional. Descubrir hoy, tras cien a?os de movimiento humanitario, que las tragedias de origen pol¨ªtico s¨®lo tienen soluciones pol¨ªticas parece un poco tard¨ªo. Pero as¨ª se ha expresado en la prensa.
La grandeza de la acci¨®n humanitaria est¨¢ tambi¨¦n en reconocer sus l¨ªmites. Y as¨ª lo hacen las organizaciones serias cuando reclaman, casi siempre en el desierto, que las soluciones pol¨ªticas acompa?en a su acci¨®n de urgencias. No se deben confundir los responsables y acusar al m¨¦dico porque existe enfermedad. La prevenci¨®n y la curaci¨®n definitiva no suelen depender de la unidad de urgencias. Ni en la medicina, ni en las crisis humanitarias.
Romper la secuencia de drama / imagen / emoci¨®n / dinero pasa por analizar un poco m¨¢s los porqu¨¦s y por debatir un poco m¨¢s las respuestas y las acciones necesarias para evitar la siguiente crisis, que nos va pillando m¨¢s y mas cansados. M¨¢s an¨¢lisis para la comprensi¨®n que complemente las im¨¢genes para la emoci¨®n.
Son muchos los temas que requieren un debate serio a la altura de la importancia de las tragedias y de la sensibilidad generada sobre ellas. Y no a golpe de crisis, insisto, sino de manera sosegada. Debate que debe empezar por establecer los l¨ªmites de la respuesta humanitaria, si no va acompa?ada por la pol¨ªtica. Que nos permita conocer a los actores, que no son s¨®lo las ONG espa?olas, sino muchas otras, y adem¨¢s el ACNUR y otras agencias del sistema ONU. Debate sobre el derecho o deber de la injerencia humanitaria y de la participaci¨®n de militares en las operaciones, con distintas f¨®rmulas de intervenci¨®n.
Debate sobre la neutralidad o el compromiso, sobre el silencio y la denuncia, sobre las contradicciones de alimentar familias refugiadas sabiendo que se alimenta a la vez a genocidas. Debate sobre qu¨¦ ¨¦tica humanitaria, frente a las consideraciones pol¨ªticas. Debate sobre el voluntariado (que no el voluntarismo) y la profesionalizaci¨®n. Sobre el financiamiento y la independencia del movimiento asociativo, sobre el oportunismo de ir donde se encuentre el d¨®lar. Y uno, serio, sobre esta divisi¨®n entre las ONG de emergencia y las de desarrollo, y sobre la necesidad de superar las microvisiones apagaincendios de algunos aventureros de lo humanitario.
Un debate serio sobre el tratamiento medi¨¢tico de las tragedias, sobre la distancia entre la noticia y la informaci¨®n (la informaci¨®n es mucho m¨¢s que la noticia), sobre la imagen, la est¨¦tica y la ¨¦tica. Sobre lo humanitario convertido en espect¨¢culo, por unos y por otros. Demasiados gestos, im¨¢genes huecas, frente a la reflexi¨®n y cr¨ªticas fundadas. Menos protagonismos inmorales al calor de costosas visibilidades. Menos anuncios manipuladores para colocar cuentas corrientes de dudosas eficacias. M¨¢s an¨¢lisis, insisto, m¨¢s reflexi¨®n tambi¨¦n desde el mundo period¨ªstico, para llegar a algunas conclusiones deontol¨®gicas sobre el tratamiento de los horrores y de los actores.
Y mucho hay tambi¨¦n que hablar de lo humanitario y la pol¨ªtica, que tantas veces esconde sus responsabilidades utilizando lo humanitario como pantalla, como lavadora de conciencias y responsabilidades, abusando de la buena voluntad mayoritaria, para esconderse tras los maratones.
Porque creo que todos los dem¨®cratas, los que creemos en una sociedad abierta, solidaria y participativa no debemos dejar pasar esta oportunidad de ascenso de las preocupaciones e inquietudes solidarias de nuestra sociedad sin contribuir a que esta moda se transforme en cultura. En una verdadera cultura solidaria. Antes de que sea aniquilada por oportunistas de diverso pelaje.
A ese amplio debate, no entre camarillas que ya lo saben todo o se han instalado en la confortable duda esc¨¦ptica y sistem¨¢tica, me sumo y reto, porque nos lo merecemos. Nosotros y las v¨ªctimas de tanto horror previsible.
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