Mot¨ªn en el banco
El gobernador del Cr¨¦dit Foncier de France, retenido durante siete d¨ªas por sus empleados
Hasta ayer, cualquier cliente del Cr¨¦dit Foncier de France (CFF, banco hipotecario de gesti¨®n p¨²blica) pod¨ªa acercarse a la ventanilla de la instituci¨®n y solicitar un pr¨¦stamo en las condiciones m¨¢s excepcionales. Excepcionales por el ambiente: sobre la ventanilla hab¨ªa un gran cartel con la frase "Jupp¨¦, asesino"; en el gran vest¨ªbulo de estilo imperio se celebran asambleas casi permanentes y se entonaban c¨¢nticos revolucionarios; al fondo se amontonaban enseres dom¨¦sticos y sacos de dormir, y en el primer piso permanec¨ªa secuestrado el gobernador del banco. Seis d¨ªas de encierro secuestro, en un ambiente ins¨®litamente festivo, concluidos ayer con la liberaci¨®n del gobernador Jer¨®me Meysonnier y la aceptaci¨®n, por parte de los trabajadores, de un mediador que revisar¨¢ los planes guberamentales de liquidaci¨®n del CFF."Me voy pitando a casa a cambiarme de ropa y vuelvo a tiempo para la asamblea", dec¨ªa Annie Mailler, contable con ocho a?os de antig¨¹edad en la casa. Mailler, madre de familia adem¨¢s de empleada bancaria, hab¨ªa aprovechado el turno de noche para adelantar trabajo en la confecci¨®n del balance de 1996. "Es que no estamos en huelga, sino encerrados", explicaba. La contable quer¨ªa acabar pronto el balance para demostrar, n¨²meros en mano, que el CFF hab¨ªa obtenido un beneficio de 1.000 millones de francos (casi 25.000 millones e pesetas) el a?o pasado y ue, por tanto, la liquidaci¨®n a injustificable.
Si hubiera podido hablar, que no pod¨ªa, el gobernador Meysonnier habr¨ªa recordado que las subvenciones p¨²blicas al CFF se elevaron a 1,7 millones de francos en 1996 y que, por tanto, el resultado de explotaci¨®n, en realidad, era negativo en 700.000 francos. Tambi¨¦n habr¨ªa recordado que en 1995 las p¨¦rdidas se elevaron a 11.000 millones, m¨¢s de un cuarto de bill¨®n de pesetas. Meysormier estaba en ese momento en su despacho, y en el vest¨ªbulo se solicitaba por megafon¨ªa que 10 voluntarios se ofrecieran para relevar la guardia. Cada vez que un empleado gritaba su nombre era alegremente vitoreado por sus camaradas de revuelta, todos perfectamente encorbatados. "El gobernador ha sido tratado con toda correcci¨®n. Vive en su despacho, vigilado permanentemente por al menos 10 de nosotros, pero se le permite ir al servicio y a comer a la cantina", explicaba muy seriamente Roger, de 51 a?os, m¨¢s de dos d¨¦cadas como ordenanza.
En una de las galer¨ªas que circundan el vest¨ªbulo, un trabajador reci¨¦n llegado de Toulouse ofrec¨ªa salchich¨®n a unos cuantos camaradas. "Somos 3.300 en toda Francia y casi 2.000 aqu¨ª, en la sede central", dec¨ªa Annie Mailler, que a todo esto a¨²n no se hab¨ªa marchado a casa. Los empleados del CFF, una instituci¨®n m¨¢s que centenaria y protagonista del desarrollo urban¨ªstico e inmobiliario franc¨¦s durante el siglo XX, siempre tuvieron fama de ser una gran familia. El puesto de trabajo se heredaba de padres a hijos, y con ¨¦l, las muchas prebendas: buenos sueldos, espl¨¦ndidas condiciones sociales, pr¨¦stamos casi regalados, etc¨¦tera.
Pero si los empleados fueron mimados, m¨¢s lo fueron los directivos. Abundan las historias sobre las limusinas con ch¨®fer atribuidas a las esposas de los ejecutivos para que fueran de compras a las mejores tiendas y lo cargaran todo a la cuenta de la empresa. Los gobernadores m¨¢s recientes, y sus tutores del Ministerio de Finanzas, tienen una indudable responsabilidad en la crisis del CFF. Mientras disfrutaban de un tren de vida espectacular realizaron inversiones descabelladas en un sector, el inmobiliario, que se derrumb¨® a finales de los ochenta. El CFF nunca logr¨® recuperarse.
El ministro de Finanzas, Jean Arthuis, decidi¨® ayer que, al fin y al cabo, no hab¨ªa tanta prisa por liquidar el CFF. Incluso admiti¨® que podr¨ªa haber soluciones alternativas. Fue una amarga rectificaci¨®n para un ministro criticado por el fracaso de las ¨²ltimas privatizaciones y detestado por el propio jefe de Gobierno, Alain Jupp¨¦. La humillaci¨®n de Arthuis y las buenas palabras del mediador, Philippe Rouvillois, bastaron para que Meysonnier fuera liberado. Pero los sindicalistas del CFF no se dieron por satisfechos con promesas y, a la espera de negociaciones, decidieron mantener su encierro.
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