Una voz para los derechos humanos
Silvia Escobar, primera presidenta de Amnist¨ªa Intemacional en Espa?a, recuerda estos 20 a?os
"Cristo fue un prisionero de conciencia: torturado y ejecutado por quienes ocupaban su pa¨ªs. Si no est¨¢ usted de acuerdo con estos m¨¦todos, ¨²nase a Amnist¨ªa Internacional (Al)". Este anuncio, publicado en la revista Time a finales de los a?os sesenta, no pas¨® inadvertido para una joven madrile?a que dirig¨ªa el servicio de traducciones del Banco Urquijo, Silvia Escobar. Las palabras organizaci¨®n no gubernamental nunca iban juntas en espa?ol y no era f¨¢cil entender de qu¨¦ se trataba.Tanto le impact¨® aquel mensaje que decidi¨® escribir al secretario internacional de Al a Londres, para pedir informaci¨®n sobre otros socios espa?oles con los que pudiera ponerse en contacto. Le remitieron "una carta muy cort¨¦s y muy fr¨ªa" en la que le explicaban que no pod¨ªan facilitarle datos. Comprendi¨® enseguida que Amnist¨ªa quer¨ªa proteger a sus miembros. El informe anual de la organizaci¨®n en aquella ¨¦poca aseguraba que en Espa?a hab¨ªa 350 presos de conciencia, en su mayor¨ªa comunistas, socialistas y testigos de Jehov¨¢. Fue as¨ª como se enter¨® de que exist¨ªa una posibilidad de hacer algo por ellos y de luchar contra la tortura y la pena de muerte en todo el mundo.
Decidi¨® inscribirse y un lustro m¨¢s tarde, en marzo de 1976, fue ella quien recibi¨® una carta de Al. Por fin iba a conocer al resto de los socios espa?oles. En total no llegaban a la veintena y casi todos eran madrile?os y catalanes. Un miembro del secretariado internacional les anunciaba su visita para poner en marcha una secci¨®n en Espa?a. "En el escrito, para tranquilizarnos, nos aseguraba que el ministro de la Gobernaci¨®n, Manuel Fraga, estaba al corriente y lo hab¨ªa autorizado", recuerda. Los citaron en un peque?o hotel de la Gran V¨ªa y cuatro de ellos pidieron permiso para asistir como observadores al Consejo Internacional de Al, que se iba a celebrar en septiembre, en Estrasburgo: "El primer aplauso de la Espa?a democr¨¢tica -aunque todav¨ªa no se hab¨ªan celebrado elecciones ni ten¨ªamos Constituci¨®n- nos lo llevamos nosotros. Fue emocionante entrar en la sala del Consejo de Europa y escuchar los aplausos y gritos de '?Espa?a democr¨¢tica!'. Yo no tengo el menor m¨¦rito, pero me toc¨® a m¨ª estar all¨ª y estoy muy satisfecha".
Hab¨ªa mucha euforia y no menos cosas por hacer. Primero se necesitaba un local. La asociaci¨®n cat¨®lica Justicia y Paz les prest¨® uno en la calle de Ferrer del R¨ªo. "Aunque la primera sede estuvo en casa y en todos los domicilios particulares de los primeros socios. Yo viv¨ªa en la calle de Orense. Recuerdo que una vez lo pas¨¦ fatal porque llam¨¦ desde mi casa a medio mundo y tuve que pagar m¨¢s de 100.000 pesetas de tel¨¦f¨®no", cuenta.
Tras la legalizaci¨®n formal, en septiembre de 1978, se abre la primera sede en la calle de Columela y comienzan los problemas. Primero las pintadas y los insultos, siempre ali?ados con el calificativo de rojos, y m¨¢s tarde ametrallaron la puerta y llegaron a lanzar un coctel m¨®lotov que provoc¨® un incendio.Despu¨¦s de esto nadie quer¨ªa alquilarles un local en Madrid y a Silvia, que se convirti¨® en la primera presidenta, no le qued¨® m¨¢s remedio que recurir a los pol¨ªticos. La situaci¨®n era comprometida. Era el a?o 979 y Al publica un informe espec¨ªfico para Espa?a en el que denuncia varios casos documentados de tortura. Aun as¨ª consigue que el Ayuntamiento de Madrid les conceda un local en el paseo de Recoletos, con protecci¨®n policial. "Aqu¨ª est¨¢ bamos cuando se produjo el golpe de Estado. Por la noche, mi padre y yo logramos sacar los archivos y los llevamos a la Embajada de Francia. Por primera vez me sent¨ª como un refugiado pol¨ªtico".
En 1977, cuando Al recibe el Premio Nobel de la Paz, Silvia Escobar aparece por prime ra vez en un telediario, y se con vierte en la cara conocida de Amnist¨ªa Internacional en Espa?a. Cuesta convencer a la opini¨®n p¨²blica de que es una organizaci¨®n aconfesional y no partidista. Todav¨ªa en 1981, en un programa que presentaba Carmen Maura, la primera cuesti¨®n que esta le plantea es una afirmaci¨®n: "Hay quien se cree que Amnist¨ªa es una organizaci¨®n pol¨ªtica de color rojo". A pesar de la publicidad, a principio de la d¨¦cada de los ochenta s¨®lo medio centenar de madrile?os se hab¨ªa anima do a colaborar activamente. Se acerca ban a los barrios a dar conferencias, a las parroquias y a las asociaciones vecinales. Cuando Silvia Escobar abandon¨® la presidencia en 1982 -por imperativo de los estatutos, que no permiten estar m¨¢s de seis a?os-, Amnist¨ªa hab¨ªa calado hondo entre los madrile?os, a pesar de la tradicional resistencia a asociarse. En la actualidad esta ONG cuenta con 13.000 socios en todo el pa¨ªs y 3.000 de ellos son madrile?os, que contribuyen a mantener las actividades con 7.000 pesetas al a?o.
Silvia Escobar, hija y nieta de madrile?os que tiene ahora 53 a?os y est¨¢ divorciada, in gres¨® en 1982 en Cruz Roja, donde trabaja actualmente. Repasa con gusto, en su casa de la madrile?a calle de Cervantes, la historia de aquellos a?os en los que las primeras ONG se pon¨ªan en marcha. Ella cre¨®, en 1983, la oficina de derechos humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores, y en 1989 coordin¨® los cursos de derecho intemacional humanitario en el Ministerio del Interior. Desde entonces esta materia forma parte de la ense?anza reglada de las academias de polic¨ªa y Guardia Civil. Como reconocimiento a su labor fue admitida en la academia internacional de los derechos del hombre, y se convirti¨® en la primera mujer no francesa que forma parte de esta instituci¨®n.
Pero el tiempo se par¨® para esta mujer el 12 de enero de 1994, el d¨ªa que su ¨²nica hija, Eva Romero, secretaria de redacci¨®n de la revista Elle y madre de un ni?o, Daniel, muri¨® a los 29 a?os. Lo ha pasado muy mal. "Estoy mejor. No s¨®lo por honrar su memoria, que no lo necesita, sino por la deuda que tengo contra¨ªda con la vida por haberla tenido. Y as¨ª, poco a poco, voy recuperando las ganas de hacer y entreveo la posibilidad de la alegr¨ªa y la vida que cre¨ª irremediablemente perdida".
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