El pu?o y el gato
Un gato mirando a la c¨¢mara ante un caser¨®n cerrado, un anciano tomado en escorzo con una cara larga y el brazo dirigido al objetivo, m¨¢s para atacar que en defensa propia. Fotos vistas la semana pasada en el peri¨®dico, las dos impresionantes documentos de la indiferencia animal y el odio humano. La primera, firmada por Jes¨²s Uriarte, ilustraba la noticia del futuro procesamiento en Par¨ªs del etarra Urrusolo, y la casa y el gato eran suyos, la casa vac¨ªa tras la detenci¨®n familiar, el gato -lo le¨ª en otra informaci¨®n- busc¨¢ndose la vida con los dem¨¢s animales dom¨¦sticos tambi¨¦n abandonados. Mansedumbre y hasta una cierta coqueter¨ªa -tan propia de esa raza que pasa por esquiva y sabe ser melosa cuando quiere- en el gato, seguro de su neutralidad en todo lo malo que se hubiese podido perpetrar dentro de aquella casa.La ira y la violencia era lo que llamaba la atenci¨®n en el retrato del escritor J. D. Salinger captado "en los ¨²ltimos a?os" por Paul Adad, de la agencia Outline. El novelista tiene ahora 78 a?os, de los cuales ha pasado los 34 ¨²ltimos en un silencio literario y un completo retiro personal, si bien sus reclusiones y maniobras de distracci¨®n tienen distinto motivo que las de Urrusolo y los que como ¨¦l se disfrazan y esconden para matar mejor. Nos dicen los expertos que el autor de El guardi¨¢n entre el centeno es t¨ªmido y celoso de su intimidad, no gusta de bi¨®grafos y fot¨®grafos y ha ordenado que se destruyan todas las cartas que recibe de sus admiradores. Hay por tanto que presumir que Paul Adad es un audaz reportero que burl¨® de alguna forma las barreras de protecci¨®n de Salinger y se acerc¨® al recluso tanto como para tomarle de medio cuerpo. ?Lleg¨® el pu?o erguido del anciano escritor a dar en la cara de Adad? En la c¨¢mara intrusa parece ser que no.
No sabemos qu¨¦ estar¨¢ haciendo hoy el gato de Urrusolo: cazar p¨¢jaros en las tierras boscosas de Las Landas o soportar las normas de alguna asociaci¨®n de recogida de animales. Sabemos, al contrario, que Salinger publica un relato en una editorial peque?a de Virginia, aunque su autor seguir¨¢ menospreciando a los ex¨¦getas y rehusando el calor humano de los lectores. Dicen que Urrusolo quer¨ªa desmarcarse de la vida y maneras del terrorista y era muy cari?oso con los ni?os del pueblecito franc¨¦s donde viv¨ªa; seguro que su gato le agradec¨ªa la leche matinal en el platillo. En cuanto a Salinger, est¨¢ visto que lo que quiere es que la gente no piense que por el mero hecho de que uno escriba libros emocionantes todos los compradores le hagamos blanco de nuestras emociones y desvelos.
Mientras tanto, en el Pa¨ªs Vasco el PNV (por v¨ªa triple: lehendakari, partido y papa negro Arzalluz) responde sin asomo de cari?o a una carta de preocupaci¨®n por la impunidad de la violencia callejera escrita por 22 intelectuales, de quienes no s¨®lo se dice desconocer su firma sino hasta dudar -en el m¨¢s puro estilo franquista- de su integridad y su marca de origen para opinar de Euskadi. La carta le ha parecido al PNV cosa de madrile?os. Sin duda, es lo que vienen a decir, es m¨¢s vasco Urrusolo -del gato se ignora el RH- aunque viviese temporalmente en Burdeos, que Savater o Fusi, Arteta, Uribe, Salaburu o Juaristi. Una vez m¨¢s, el PNV da pruebas de lo que muchos, cada d¨ªa m¨¢s, sabemos, vivamos en ,Madrid, Vitoria o Huelva: frente a lo que una buena parte de los firmantes de esa carta ha hecho y sigue haciendo, denunciar las dos violencias con un arrojo mucho m¨¢s expuesto que el de los dirigentes pol¨ªticos envueltos en un cord¨®n de guardaespaldas, los nacionalistas vascos democr¨¢ticos, por mucho que condenen en el d¨ªa de autos los cr¨ªmenes de ETA, condonan con su proceder cotidiano la actuaci¨®n de los que comprenden y jalean esos cr¨ªmenes.
De ah¨ª la moraleja de las dos fotos: hay un odio leg¨ªtimo al otro cuando ¨¦ste invade por morbo o dinero el espacio privado que queremos que sea en exclusiva nuestro, pero s¨®lo algunos animales circulan por el mundo posando ante las c¨¢maras como irresponsables del mal que otros -due?os o conocidos o paisanos- cometen a su lado.
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