Reforma y contrarreforma
"S¨¦ cu¨¢n expuestos estamos a equivocarnos cuando de nosotros mismos se trata... (Descartes, Discurso del m¨¦todo)Si hubi¨¦ramos manejado el sentido com¨²n con la misma habilidad que la defensa de nuestros intereses, si hubi¨¦ramos entendido sobre cualquier otra cosa que la reforma encomendada de los planes de estudio era esencialmente una tarea de servicio p¨²blico, tal vez los profesores de la universidad no estar¨ªamos ahora lamentando el resultado extravagante de un experimento que, iniciado por imperativos de modernizaci¨®n, desvirtuado enseguida, se vuelve ahora contra nuestros estudiantes y, por tanto, contra nosotros mismos. Y, si como parece cierto, muchas facultades supieron reformar sus estudios con ¨¦xito demostrado, fueron tantas tambi¨¦n las que desacertaron, que bien podr¨ªa venir cualquier intento para esclarecer, siquiera parcialmente, las razones del equ¨ªvoco.
Por fortuna, el Consejo de Universidades, cuyas actuaciones pasadas no pueden desligarse de los tristes resultados, ha tomado buena nota y, con sus recientes declaraciones, se?ala el camino para una enmienda que en nosotros est¨¢ recorrer con sensatez para no duplicar la parcela del error que nos es imputable. Y que otros palos sostengan sus propias velas.
Durante el largo y muchas veces tedioso proceso de reforma, distra¨ªdos como est¨¢bamos en razonar la trascendencia acad¨¦mica de nuestras disciplinas, sin las cuales, dec¨ªamos, cualquier formaci¨®n resultar¨ªa incompleta; afanados en la menos noble tarea de ocupar espacios de influencia con la creaci¨®n de nov¨ªsimas asignaturas, repentinamente imprescindibles tambi¨¦n, dejamos al olvido lo que t¨¢citamente hab¨ªamos asumido.
Porque ten¨ªamos aprendido, por la experiencia de muchos a?os de oficio, que la formaci¨®n de un estudiante deb¨ªa sustanciarse en el aprendizaje sosegado y en la asimilaci¨®n de los correspondientes saberes fundamentales, en la pr¨¢ctica del razonamiento inteligente m¨¢s que en la acumulaci¨®n de muchos datos, en el ejercicio de la cr¨ªtica oportuna m¨¢s que en la ciega aceptaci¨®n de lo establecido, en la capacidad para formular las preguntas pertinentes y, lo que es muy importante, en la b¨²squeda correcta de las fuentes de conocimiento.
Cre¨ªamos asimismo que con la adquisici¨®n de esas habilidades, sobre todo en los primeros cursos, se asentar¨ªan los cimientos para un mejor aprendizaje posterior, necesariamente m¨¢s especializado, y que ser¨¢ sometido a continuos cambios tras la incorporaci¨®n al moderno mundo laboral. Pero como si nuestra memoria colectiva se hubiese inhumado o detenido, la reforma se revel¨®, en demasiados casos, como un c¨²mulo estrafalario de materias, hasta 14 y 15 por curso repartidas en cuatrimestres, ya fundamentales, ya irrelevantes, ya largas, ya cortas, ya cl¨¢sicas, ya nuevas, muchas siempre, dando lugar a un batiburrillo de saberes que obliga a los estudiantes a una vida acad¨¦mica enloquecida, sin m¨¢s objetivo que el aprendizaje a toda prisa de unos conocimientos que ser¨¢n vomitados sin asimilaci¨®n alguna en el momento de los ex¨¢menes. ?A qu¨¦ conduce todo esto? El cerebro tiene l¨ªmites en su fisiolog¨ªa. Los d¨ªas en su duraci¨®n. ?C¨®mo se compadecen estos l¨ªmites con aquellas obligaciones? Pero sobre todo ?es realmente necesario todo lo que ense?amos y c¨®mo lo ense?amos? Claro que la respuesta no es sencilla, pero todav¨ªa estamos a tiempo. Es de esperar por nuestra parte una actitud responsable y generosa. Por la de otros, tambi¨¦n. Y un poco de sentido com¨²n. El suficiente para evitamos una contrarreforma como aquella, ya lejana, que cien a?os dur¨® y tantos quebrantos trajo.
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