El hombre de las camisetas
Domingo triste para el baloncesto y sobre todo para todos los que tuvimos la fortuna de ser cuidados y aleccionados por una personalidad tan singular. Raimundo Saporta, T¨ªo Rai, pose¨ªa una concepci¨®n del deporte -su vida- a mitad de camino entre un hombre de negocios, un patriarca con cientos de hijos adoptados y un caballero renacentista.Entend¨ªa, y siempre lo hizo, que lo. m¨¢s importante del deporte eran los deportistas, y en su relaci¨®n con ellos obtuvo sus mayores satisfacciones. Pocas cosas le agradaban m¨¢s que recibir la visita de alg¨²n ex jugador que le contase c¨®mo iba su vida a?os despu¨¦s de abandonar la pr¨¢ctica deportiva profesional.
Saporta fue el ¨²ltimo directivo tutor. ?l sab¨ªa mejor que nadie, porque lo hab¨ªa visto en infinidad de ocasiones, que la vida no se terminaba con el deporte, y que despu¨¦s quedaban muchos a?os por delante. Por ello intentaban que adem¨¢s de canastas, goles, entrevistas en los peri¨®dicos y aut¨®grafos, nunca perdi¨¦semos de vista nuestra formaci¨®n personal. Quer¨ªa que estudi¨¢semos, que invirti¨¦semos prudentemente lo que gan¨¢bamos, que respet¨¢semos las canas, que supi¨¦semos apreciar lo que ten¨ªamos y lo dif¨ªcil que era conseguirlo. Directivo, confidente, asesor, maestro.
Era la suya una tutor¨ªa intervencionista, pues si hab¨ªa algo que no le gustase, si por lo que fuese te saltabas a la torera alguna de sus reglas sagradas, la llamada al despacho era inevitable. Eso s¨ª, cualquier reprimenda terminaba con un obsequio: sus famosas camisetas, con las que demostraba su cari?o. Esta costumbre la mantuvo hasta el final de sus d¨ªas.
Siempre quiso mantenerse a la sombra, fuera de los focos de la popularidad. Nunca busc¨® un reconocimiento mayor que el que sus chicos le daban cuando, fuese cual fuese su situaci¨®n, lograban tener un momento para visitarle y de paso, sacarle una camiseta. En lo que me toca, nunca le podr¨¦ agradecer en su justa medida todas las ense?anzas recibidas.
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