El Madrid vivi¨® entre apreturas
El H¨¦rcules acab¨® el partido sumando delanteros y buscando el gol del empate
En un d¨ªa grande para sus intereses, el Madrid gan¨® un partido que abunda en las viejas cuestiones que afectan al equipo de Capello. La calidad de sus jugadores le asegura una considerable contundencia frente a cualquier rival. No digamos frente al H¨¦rcules, destinado sin remedio a la Segunda Divisi¨®n por la mediocridad de sus jugadores, especialmente los defensores, que hicieron todo lo posible por ceder la victoria al Madrid. Pero en cuestiones de defensas, el Madrid persisti¨® en los defectos de las recientes jornadas. En los cuatro ¨²ltimos partidos ha encajado ocho goles, casi todos por errores graves, pases por detr¨¢s de la l¨ªnea defensiva y el mano a mano de rigor con lllgner. Esta vez, Secretario y Fernando Sanz ejercieron de paganos en la purga de Capello, que les declar¨® culpables de los desperfectos. Mijatovic tambi¨¦n fue represaliado. El delantero madridista digiri¨® mal su sustituci¨®n, como digiere mal su funci¨®n en un estilo de juego que le penaliza gravemente.Segunda parte infame
Un l¨ªder solvente no puede sufrir los problemas que padeci¨® el Madrid frente al H¨¦rcules, que sigue sin hacer el tr¨¢nsito desde la Segunda a la Primera. Permanece en el limbo, en ese espacio indefinido donde flotan varios equipos que engordan artificialmente la m¨¢xima categor¨ªa del f¨²tbol espa?ol. Sin embargo, este equipo deficiente meti¨® en graves dificultades al Madrid, que realiz¨® una segunda parte infame. Acab¨® contra las cuerdas, entre apreturas, cerca de capitular frente a un rival que s¨®lo pod¨ªa tirar de su generoso esfuerzo.
Como sucedi¨® en Santiago, el triunfador de la tarde fue Fernando Hierro, cuya ausencia result¨® decisiva en el desplome defensivo del Madrid. Hierro es capital en su equipo por clase, autoridad y conocimiento. Probablemente es el mejor central de Europa. Sin el amparo de su talento, que se manifiesta en su capacidad para adivinar, cabecear y sacar con autoridad la pelota, la defensa del Madrid fue extraordinariamente vulnerable. Cada pelotazo cruzado, cada pase a la espalda de los defensores, no encontraban respuesta. El asunto es muy grave porque cinco de los ocho goles que ha recibido el equipo han llegado en acciones similares: pases desde el medio campo que superan la l¨ªnea de defensas. La consecuencia es que por cada gol que recibe, el Madrid cada vez defiende m¨¢s atr¨¢s, cada vez achica menos, cada vez se siente m¨¢s expuesto, cada vez es m¨¢s accesible.
El primer tiempo fue un festival de errores. Alfaro marc¨® despu¨¦s de deslizarse entre los dos centrales y superar a Illgner en el mano a mano. El gol no tuvo mayores consecuencias porque Lled¨® regal¨® el empate en una jugada impropia de un futbolista de Primera. Tir¨® una patada al aire y despej¨® al camino a Mijatovic, que limpi¨® al portero y dej¨® la pelota en la red. Durante aquellos minutos, el H¨¦rcules daba grima y el Madrid parec¨ªa dispuesto a terminar r¨¢pidamente con el partido. No lo consigui¨® porque nunca pudo liberarse de sus carencias defensivas.
Sin apenas otra cosa que su capacidad de sacrificio, el H¨¦rcules siempre estuvo metido en el encuentro. El Madrid se descosi¨® definitivamente despu¨¦s del gol de Seedorf, un tanto espl¨¦ndido por su elaboraci¨®n y por la calidad del remate. Lejos de convertir la ventaja en una garant¨ªa de su autoridad, el Madrid entr¨® en una crisis que le afect¨® hasta el final del partido. Por supuesto, se dej¨® ver en cuatro o cinco contragolpes, concretados casi siempre por Ra¨²l, que marc¨® el gol de la victoria, envi¨® una vaselina contra el larguero y lanz¨® un remate que no entr¨® por un palmo.
Pero cualquiera que sea la estad¨ªstica -los tres goles y tres remates al palo-, el Madrid jug¨® mal. Capello lo reconoci¨® cuando cambi¨® a Secretario y Sanz por Chendo y Garc¨ªa Calvo. A eso se llama se?alar con el dedo. El H¨¦rcules hab¨ªa empatado en una acci¨®n similar a la del primer gol. Otro pase desde el medio campo, otro error en la presi¨®n -nadie atac¨® al pasador- y el fuera de juego mal tirado: gol.
Ra¨²l, de nuevo
El segundo tiempo desacredit¨® al Madrid, que se emple¨® con vulgaridad y falta de criterio. Lo m¨¢s potable fue la actuaci¨®n de Redondo, con clase en la primera parte y coraje en la segunda. Pero resultaba dif¨ªcil de entender el sometimiento del l¨ªder frente a un rival que parece condenado al descenso. El Madrid se aboc¨® al sufrimiento hasta el final. El H¨¦rcules quit¨® un defensa -Lled¨® que hizo en su equipo el papel de Secretario y Sanz, es decir, otro represaliado- y jug¨® con dos delanteros, Rodr¨ªguez y Amato. A empujones, con todo el coraz¨®n, encerr¨® al Madrid, que se rompi¨® l¨ªnea por l¨ªnea. En ning¨²n momento hizo valer su condici¨®n de l¨ªder, pero su baraja de jugadores es una garant¨ªa, m¨¢s a¨²n ante un adversario preso de tantas limitaciones. As¨ª se explica el gol de Ra¨²l.
El Madrid se agarr¨® al gol de Ra¨²l como pudo. Vivi¨® la ¨²ltima media hora entre la inquietud y la posibilidad de concretar alg¨²n contragolpe, pero la impresi¨®n final era la de un equipo sufriente, incapaz de juntar dos pases, sometido de manera resignada al voluntarioso ataque del H¨¦rcules, un equipo de medio pelo que tuvo el m¨¦rito de cuestionar la autoridad del l¨ªder.
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