El dogma
Dice Aznar que si alguien siente la tentaci¨®n de expresar sus dudas sobre el ingreso de Espa?a en la moneda ¨²nica el 1 de enero de 1999 lo atajar¨¢. Pero, tambi¨¦n, si alguien ha ca¨ªdo ya en la grave tentaci¨®n de dudar, deber¨¢ rectificar inmediatamente. Vacilar sobre el cumplimiento de las leyes de Maastricht se convierte as¨ª en un delito de lesa patria. O, lo que parece deducirse con mejor precisi¨®n del contexto: cometer¨¢ pecado mortal.Si Maastricht contin¨²a siendo un misterio entre los ciudadanos espa?oles, he aqu¨ª el refrendo de que efectivamente nos encontramos ante una entidad sagrada. Se prohibe cuestionar sus dogmas, se condena la posible flaqueza de la fe, se estigmatiza a los agn¨®sticos. El enigma, ante el que se sacrifican presupuestos sanitarios, aumentos salariales, pol¨ªticas contra el desempleo y proyectos de justicia social, se alza como un t¨®tem de obligada adoraci¨®n. El oscurantismo, muy Opus Dei, se hace ley enrosc¨¢ndose en las columnas del Tratado.
Pa¨ªses como como Dinamarca o Francia han votado en distintos momentos su adhesi¨®n a Maastricht y, en pasos sucesivos, otros han sopesado los pros y los contras de la Uni¨®n. A ninguno les ha ca¨ªdo un rayo justiciero encima. Inglaterra e Italia salieron del Sistema Monetario Europeo hace a?os sin haber regresado juntos a ¨¦l; en ning¨²n caso un ¨¢ngel exterminador los ha trasformado en cenizas.
Si precisamente el asunto es de tanta importancia colectiva como se dice -un caso de ser o no ser-, lo apropiado ser¨ªa o¨ªr hablar a la colectividad. Atajar las disidencias, proscribir los titubeos, intimidar a los desafectos aumenta hasta el infinito las sospechas, Las sospechas, concretamente, de estar conducidos como borregos por un pastor mesi¨¢nico hacia un destino absoluto m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n.
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