Se busca Alejandro
Europa est¨¢ pasando por un momento complicado en que los problemas se van enmara?ando, con el riesgo de que lleguen a formar un nudo gordiano, mas sin ning¨²n Alejandro a la vista. ?Pues qui¨¦n habla hoy en el nombre de Europa? Si tres meses atr¨¢s todo parec¨ªa ir sobre ruedas, las tomas han cambiado. Para empezar, los graves problemas economicos por los que est¨¢ pasando Alemania-con un bajo crecimiento, un aumento brutal del paro y el consiguiente peligro para el proyecto de la moneda ¨²nica de que a final de a?o no cumpla el objetivo de d¨¦ficit de Maastricht- han abierto la veda pol¨ªtica en el pa¨ªs renano no s¨®lo contra Helmut Kohl, piedra de toque personal del euro en ciernes, sino tambi¨¦n contra esa futura divisa com¨²n.Kohl es el ¨²ltimo de la quinta de Maastricht y de los pocos que quedan en el poder con visi¨®n de conjunto. Espa?a, en esta tesitura, ha perdido presencia europea. Hace tiempo que -salvo en el importante tema de la cooperaci¨®n en materia de lucha contra la criminalidad- desde el Gobierno no se ponen ideas sobre la mesa, no ya en beneficio del inter¨¦s nacional, sino con una visi¨®n europea que despierte el inter¨¦s por Espa?a m¨¢s all¨¢ de nuestro peso espec¨ªfico. Pero Espa?a no es una excepci¨®n. De hecho, la nueva generaci¨®n que ha llegado al poder en Europa aporta pocas o ninguna idea al respecto. La Comisi¨®n Europea, con Jacques Santer a la cabeza, est¨¢ desaparecida. La inconstancia de Jacques Chirac no hace de ¨¦l un interlocutor deseable, aunque s¨ª inevitable, cuando entre Alemania y Francia -eje esencial de la construcci¨®n europea- hay un choque de culturas en materia monetaria, de defensa o de pol¨ªtica exterior.
Francia tiene muchas, demasiadas dudas respecto al dise?o de la nueva arquitectura de seguridad europea, de la que es pieza central. Chirac ha aceptado la OTAN y la europeizaci¨®n de la OTAN -es decir, que la identidad europea de de fensa se plasmar¨¢ principalmente dentro de la Alianza Atl¨¢ntica-, pero su posici¨®n respecto al mando de N¨¢poles -que reclama para un europeo a sabiendas de que Estados Unidos nunca ceder¨¢ el mando sobre su Sexta Flota- crea unas dificultades que, si no se abordan con la suficiente imaginaci¨®n, pueden hacer zozobrar todo el proyecto de transformaci¨®n de la OTAN y, a la vez, de Europa. Sin Francia en la OTAN, dificilmente habr¨ªa identidad europea de defensa, ni dentro ni fuera de la Alianza. Pero Chirac encuentra serias dificultades para difuminar el fantasma de su mentor De Gaulle. Estas dificultades no desaparecer¨¢n por s¨ª solas, salvo que la vitri¨®lica victoria del Frente Nacional de Le Pen en Vitrolles des pierte a Francia de su perplejidad.En todo este panorama, la Conferencia Intergubernamental que est¨¢ negociando la reforma del Tratado de Maastricht sigue sin avanzar en sus temas esenciales, es decir, fundamentalmente los institucionales. La hora de la verdad, la de poner las cartas sobre la mesa, no parece haber llegado a¨²n.
M¨¢s all¨¢, la ampliaci¨®n de la OTAN -camino en el que se metieron los aliados en diciembre pasado y en el que dif¨ªcilmente se puede retroceder una vez iniciado- est¨¢ dificultando las relaciones con Rusia. Y no porque plantee a Rusia problemas de seguridad reales, sino psicol¨®gicos, que son m¨¢s dif¨ªciles de tratar. La ampliaci¨®n de la OTAN, por desgracia, parece estar convirti¨¦ndose en uno de los elementos esenciales del debate interno ruso, es decir, del debate sobre la sucesi¨®n de Yeltsin, mientras la salud del presidente hace dudar de que tenga en los pr¨®ximos meses la autoridad suficiente para pactar con la OTAN y a la vez lanzar un discurso explicativo y moderado a los ciudadanos rusos. Y todo este barullo podr¨ªa acelerar, a su vez, la ampliaci¨®n de la UE.
El calendario se echa encima. Junio y julio van a ser meses decisivos. Pero para prepararlos bien hace falta que alguien pueda hablar de Europa y en el nombre de Europa. El ¨²nico que trata suficientemente con los otros grandes hilos que salen de la liada madeja -ll¨¢mense Yeltsin, Clinton o Chirac- es Kohl. Que es parte del problema.
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