Inteligentes
Todos, o casi todos los que han conocido a Javier Rosado (principal protagonista del llamado crimen del rol) coinciden en se?alarle como una persona inteligente. Cuerda o perturbada, pero inteligente. Y esto hace bastante da?o. M¨¢s a¨²n: escuece, humilla, porque uno lleva ya muchos a?os estudiando la carrera y sucede que todav¨ªa no ha logrado aprobar ni una sola asignatura.Ciertamente, ignoro c¨®mo se las arreglar¨¢n, los dem¨¢s alumnos (en este gremio no existen referencias acad¨¦micas), peto as¨ª, a ojo, sospecho que yo no soy de los m¨¢s brillantes. Me esfuerzo mucho, eso s¨ª, y nunca falto a clase, aunque esta buena disposici¨®n no impide que mis progresos sean parcos y ocasionales.
A veces, incluso, retrocedo camino y me aparto al arc¨¦n, cabreado con mi persona, mustio, falto de fe; si bien, no tardo en rehacerme y en emprender de nuevo la marcha con la esperanza de ser admitido alg¨²n d¨ªa en aulas superiores. Una operaci¨®n bastante tosca, para qu¨¦ vamos a enga?amos, pero en mi caso funciona y me permite avanzar" por t¨¦rmino medio, dos o tres metros al a?o.
Y dicho esto, a nadie extra?ar¨¢ mi congoja despu¨¦s de conocer por los peri¨®dicos que este sujeto, el ¨ªnclito Rosado, acaba de recibir el doctorado en inteligencia a las primeras de cambio. ?Pucherazo? As¨ª lo creo yo; y para apoyar mi postura empezar¨¦ refiri¨¦ndom e al m¨®vil del crimen, en realidad, una consigna: "Matar a un hombre bajo y gordo". ?se era el reto.
A simple vista, y sin entrar en consideraciones ¨¦ticas o morales, este plan se dir¨ªa la m¨¢s sublime de las . memeces. La madre de todos los desbarros. Un caprichito Feber, que consist¨ªa en sacrificar aleatoriamente a un colega de existencia desprotegido y abandonado por el azar. Y yo, desde luego, sostengo que no es inteligente dejarse dominar por impulsos de esta ralea, ni siquiera sentirlos, sino m¨¢s bien una mueca de inferioridad ante el resto del mundo.
En segundo lugar, el asunto ¨¦ste de las subpersonalidades apesta. El se?or Rosado afirma que las tiene a decenas y, al parecer numeradas. La 20, por ejemplo, llamada L¨²cer, es una reencarnaci¨®n del mism¨ªsimo Sat¨¢n, y le susurra "quiero matar" en la oreja.
S¨¦pase que Rosado s¨®lo es un intermediario, y en consecuencia, sin capacidad de decisi¨®n: ¨¦l toma nota, avisa a la subpersonalidad n¨²mero 28 (la que maneja el armamento) y ambas se presentan luego ante la se?ora Mara (despacho n¨²mero 30, entresuelo), encargada de dar o no el visto bueno a la operaci¨®n. Una de dos: o bien este t¨ªo ha perdido incuestionablemente el juicio o en verdad su cerebro est¨¢ ocupado por una empresa en toda regla, con antena parab¨®lica, recepci¨®n, archivos, ascensores y sala de juntas (y mejor no imaginar c¨®mo ser¨¢n los guardias de seguridad).
Adem¨¢s, y no lo digo por fastidiar, subpersonalidades de ¨¦sas las tenemos todos. Yo mismo, a veces, me convierto en El¨¦ctricus, un personaje llegado del. futuro con la misi¨®n de neutralizar a Terelu Campos. El¨¦ctricus es una especie de cibernauta invencible, enorme, lleno de circuitos y microchips, pero a la postre no da la talla: mucho bu, bu, bu, pero una vez se. tropez¨® de, verdad en la calle con la propia Terelu y se cambi¨® de acera acojonado.Y, por ¨²ltimo, un detalle que desenmascara de modo tajante a Rosado: le gusta alardear. Se creci¨® tras la haza?a, se fue del pico ante personas que no pertenec¨ªan totalmente al club de sus pesadillas, plane¨® en voz alta nuevos atropellos y por fin se dej¨® cazar apuntando una extra?a, sonrisa.
Tal vez su objetivo fuera registrar un breve soplo de gloria; tal vez quisiera experimentar contra el aburrimiento, tal vez le dieron mal el biber¨®n de peque?o, tal vez lo que sea, pero en ning¨²n caso la respuesta puede estar relacionada con la inteligencia.
Ser¨¢ un tipo fr¨ªo, h¨¢bil, duro, con buenos recursos interpretativos, no lo dudo, pero lo cierto es que carece de toda perspectiva cenital. Es decir: no ajusta sus poderes. 0 de otro modo: no es inteligente. Lo que a fecha de hoy, y en mi condici¨®n de becario-aspirante, hago saber a las autoridades acad¨¦micas, por si quisieran rectificar.
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