Solo por pisar el suelo
ESPA?A, UNO de los pa¨ªses donde se fabrican y desde el que se exportan muchas minas antipersonales, ha de contribuir de manera decisiva a prohibir este tipo de arma especialmente cruel. La proposici¨®n no de ley aprobada de modo un¨¢nime ayer en el Congreso -en una de las ocasiones en las que el clamor de la sociedad civil ha contagiado a la pol¨ªtica- debe transformarse con extrema urgencia en un texto de contenido obligatorio, con medidas estrictas de control sobre la fabricaci¨®n y venta de estas armas estremecedoras. S¨®lo si los Estados responden activamente se llegar¨¢ a la prohibici¨®n radical de esta forma implacable de guerra. La comunidad internacional no se ha aplicado mucho en esta interdicci¨®n, como demuestra que el acuerdo suscrito el pasado a?o por 55 pa¨ªses, tras arduas negociaciones, haya resultado fallido.Si las minas antipersonales son tan crueles es porque, pensadas para estallar cuando las pisa un combatiente, tambi¨¦n explotan al paso de cualquier civil, adulto o ni?o (hay minas en forma de mariposa que atraen de modo especial a estos ¨²ltimos, en un rasgo m¨¢s de depravaci¨®n de sus inventores), incluso mucho tiempo despu¨¦s de haber sido depositadas. Que la ONU pretendiera en la limitaci¨®n aprobada en 1996 que s¨®lo se autorizaran minas detectables y que, adem¨¢s, estallaran por s¨ª solas entre uno y cuatro meses despu¨¦s de activadas -e incluso no todas- no era una soluci¨®n, sino una cataplasma. Lo ¨²nico coherente es prohibir su "f¨¢bricaci¨®n, almacenamiento, comercializaci¨®n y, exportaci¨®n", como acordaron ayer los diputados, y de la forma m¨¢s global posible.
El anterior Gobierno, en uno de sus ¨²ltimos actos, aprob¨® hace ahora casi un ano una moratoria indefinida a la exportaci¨®n de minas antipersonales, aunque esa limitaci¨®n se ce?¨ªa a las minas no detectables y no autodestructivas. Las tragedias que a diario causan las minas no se suprimen con la simple prohibici¨®n de estas armas que no entienden de tratados de paz y sobreviven a las guerras, ya que hay 110 millones de artefactos depositados en zonas de antiguos conflictos, desde las islas Malvinas a El Salvador, o Afganist¨¢n y Camboya. Son armas baratas (en tomo a 1.000 pesetas cada unidad) y f¨¢ciles de comprar, pero muy caras de localizar o de desactivar (entre 30.000 y 120.000 pesetas para cada una), con un riesgo considerable. Por ello, toda propuesta de prohibici¨®n debe ir acompa?ada de un esfuerzo para su desactivaci¨®n. De forma qu¨¦ no haya m¨¢s muertos ni m¨¢s lisiados inocentes por estas terribles armas que de forma consciente, no carga el diablo, sino el hombre.
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