Anatom¨ªa de un asalto
Los tres soldados, muy j¨®venes, huyen por la carretera que desde su cuartel en Mjeks, asaltado esta ma?ana a las nueve y media, se dirige a la vecina Elbasan. "Eran alrededor de cien hombres de Cerrik, desde ni?os a viejos. Llegaron en tres autobuses, gritando: ?Abajo Berisha! Rompieron la puerta del cuartel y entraron a por los fusiles y las pistolas. Nosotros est¨¢bamos en la cocina. Se debieron de llevar alrededor de un centenar y su munici¨®n. Hemos pasado un poco de miedoEn el cuartel de artiller¨ªa hab¨ªa unos 130 militares, entre oficiales, suboficiales y soldados, que no ofrecieron resistencia. Cerrik, una localidad petrolera de 15.000 habitantes, se declaraba ayer por la ma?ana insurgente, acercando la sublevaci¨®n popular a menos de 60 kil¨®metros de Tirana.
Algunas de las armas robadas en Mjeks, fusiles de asalto sobre todo, fueron arrojadas despu¨¦s en campos cercanos, seg¨²n un testigo presencial. Lo sucedido aqu¨ª se repite como una fotocopia estos d¨ªas en Albania, donde las puertas de instalaciones militares, desde aer¨®dromos y bases navales hasta dep¨®sitos de veh¨ªculos blindados y almacenes de explosivos, se abren a los civiles levantados contra el Gobierno.
Ni un tiro contra el pueblo
Frente al cuartel asaltado y junto a su puerta met¨¢lica se reparte un desmayado grupo de polic¨ªas de Elbasan la cercana ciudad industrial, donde se dispar¨® la tensi¨®n, encargados de vigilar un control de carretera y ahora de proteger unas instalaciones de las que se han ido los militares, cada uno donde puede. Aseguran, ante una nube de curiosos que, bloquea coches y autocares al calor del mediod¨ªa, que no se opondr¨¢n a la gente de Cerrik, a 10 kil¨®metros, si deciden volver. En uno de los laterales de la decr¨¦pita instalaci¨®n castrense se alinean una treintena de peque?as piezas artilleras, todas ellas cubiertas.
Estos ca?ones y siete ametralladoras pesadas, demasiado pesadas para los asaltantes, es lo que queda del arsenal de Elbasan, un antiguo enclave metal¨²rgico construido con ayuda china y con el que Enver Hoxa quer¨ªa asombrar al mundo. "Nadie puede vigilarlo de noche", dice uno de los polic¨ªas, "pero afortunadamente es demasiado grande y s¨®lo se puede remolcar con camiones".
Ilir, 19 a?os, uno de los soldados que camina hacia Elbasan, cuenta a est¨¦ enviado c¨®mo el martes por la noche varios de sus compa?eros con familia en Cerrik, avisados del asalto inminente, abandonaron el cuartel. La disciplina es inexistente, dice, y todos, mandos y tropa, dan por seguro que no se disparar¨¢ un tiro contra la gente del lugar. Sudoroso, como sus compa?eros, en un uniforme de sarga remendado y al estilo chino, asegura que conoce a gente en la ciudad y se quedar¨¢ en su casa hasta que todo se calme.
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