Dos deficiencias de la Izquierda
Existen palabras m¨¢gicas. Para las izquierdas del pa¨ªs una de ellas ha sido el t¨¦rmino "federal". Desde los a?os de la transici¨®n, rara ha sido la vez que dicho t¨¦rmino no ha aparecido en los programas o declaraciones sobre el modelo territorial que dec¨ªa preconizarse. Parec¨ªa incluso que estas organizaciones ten¨ªan medio claro de qu¨¦ estaban hablando. Transcurrido un tiempo ya m¨¢s que razonable desde la transici¨®n podemos preguntarnos qu¨¦ hay de todo aquello de lo federal en las actitudes y pol¨ªticas defendidas desde la izquierda.Una primera conclusi¨®n es que la palabra "federal" ha funcionado m¨¢s como coartada-sedante que como proyecto. Decir que se estaba por un modelo federal parece haber eximido de desarrollar en qu¨¦ consist¨ªa lo que se preconizaba. De concretar, por ejemplo, qu¨¦ relaci¨®n existe entre el proceso de descentralizaci¨®n del Estado y el de la articulaci¨®n de su plurinacionalidad. ?Son aplicables las mismas soluciones para regular las. dos cosas?, o ?resultan imprescindibles disposiciones distintas?
Las organizaciones de izquierda a¨²n deben realizar dos pasos conceptuales capaces en el momento de romper los esquemas uniformizadores sobre la cuesti¨®n nacional que emparentan sus planteamientos, a veces hasta la indistinci¨®n, con los de la derecha espa?ola: 1) aprender a "pensar en federal"; y 2) aprender a "pensar en plurinacional". Se trata de dos cuestiones distintas. Uno puede pensar en federal y no en plurinacional, y viceversa. O en otros t¨¦rminos, el federalismo plurinacional no es s¨®lo una cuesti¨®n de competencias, sino de cultura pol¨ªtica. Lo que hay que cambiar no es tanto lo que miramos sino c¨®mo lo miramos.
"Pensar en federal" significa, tal como recordaba recientemente mi colega E. Fossas, primero entender y luego asumir que cualquier organizaci¨®n en la que los ciudadanos est¨¦n relacionados con dos niveles territoriales tendr¨¢n regulaciones distintas en aquellos ¨¢mbitos en que el poder no est¨¢ centralizado. Es contradictorio definirse como federal y. al mismo tiempo, preconizar una uniformizaci¨®n de las pol¨ªticas de los entes territoriales en nombre de una concepci¨®n homogencizadora, no federal, de la igualdad. Como m¨ªnimo, un federalista debe aceptar que haya diferencias en "las salidas" del sistema, es decir, en los resultados del ejercicio del autogobierno. Una vez ya puestos a "pensar ,en federal", podemos, adem¨¢s, hacerlo en t¨¦rminos "sim¨¦tricos", es decir, estableciendo unas reglas muy uniformes en las competencias e instituciones de los Estados federados, o hacerlo en t¨¦rminos "asim¨¦tricos", estableciendo diferencias no ya s¨®lo en las "salidas" del sistema, sino en los mecanismos "de entrada", en las reglas del juego que afectan a algunas competencias o instituciones espec¨ªficas de las que, por las razones que sea (demogr¨¢ficas, geogr¨¢ficas, culturales, etc¨¦tera), s¨®lo est¨¢n dotados algunos de los Estados miembros de la federaci¨®n.
Por su parte, "pensar en plurinacional" supone primero entender y luego asumir que existen distintas identidades nacionales que deber¨¢n ser " reconocidas" como tales en la misma Constituci¨®n federal, cosa que actualmente no ocurre en el modelo auton¨®mico. Identidades nacionales a las que deber¨¢ tratarse como tales en su autogobierno. Para articular bien el Estado habr¨ªa que pensar primero en plurinacional y luego en federal, y no al rev¨¦s. Pero, miren, tal como est¨¢n las cosas, y dado lo que este pa¨ªs parece dar de s¨ª, uno ya se conformar¨ªa en que se pensara en ambas dimensiones en el orden que fuera. Una conclusi¨®n de la pol¨ªtica comparada es que resulta muy dif¨ªcil regular realidades plurinacionales de base territorial desde las premisas del federalismo "sim¨¦trico". Un Estado federal puede construirse perfectamente en contra de su plurinacionalidad. Y, lamentablemente, bastante de eso hay en este sistema auton¨®mico cuyo principal tal¨®n de Aquiles no son sus timideces, que tambi¨¦n las hay, como modelo descentralizador, sino el hecho de que no permite, o que incluso impide, una regulaci¨®n eficaz de la plurinacionalidad del Estado.
Visto el panorama actual parece que el PSOE, por ejemplo, ni siquiera ha empezado a "pensar en federal". Y no digamos ya a hacerlo "en plurinacional". Los m¨¦ritos del PSOE durante sus m¨¢s de 13 a?os de gobierno resultan incuestionables. Comparando las fotos del pa¨ªs en 1982 y 1996, la distancia resulta incre¨ªble en muchos aspectos, entre ellos el de su modernizaci¨®n. Pero ser progresista en algunos ¨¢mbitos no implica serlo en todos. De hecho, el principal problema del pretendido "federalismo" que dice defenderse no es que haya operado como una coartada que ha hecho perezosos a su partidarios en lo intelectual, sino el haber actuado como un sedante que los ha hecho conservadores en lo pol¨ªtico. En el mejor de los casos, lo que se ha venido a decir es que ya tenemos un buen modelo "federal" con el Estado de las autonom¨ªas. Tal vez as¨ª haya que entender la reciente afirmaci¨®n socialista en favor de un "federalismo diferencial", al parecer la ¨²ltima aportaci¨®n a la teor¨ªa internacional del federalismo. Pero no hay tal. Un sistema en el que Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco no son consideradas sino como dos m¨¢s entre 17 unidades m¨¢s dos ciudades de ?frica ya se ve que nace con vocaci¨®n de obsolescencia. Hoy, adem¨¢s, las reglas del juego incentivan una l¨®gica de take the self-government and run en lugar de fomentar la cooperaci¨®n desde una regulaci¨®n amplia de las diferencias nacionales.
El ¨²ltimo indicador del atraso sobre c¨®mo se piensa el federalismo lo constituye el revuelo en torno a la financiaci¨®n auton¨®mica. Un sistema que en los t¨¦rminos actuales del 30% va a seguir siendo muy insuficiente en el caso de Catalu?a, es decir, como pol¨ªtica fiscal de una naci¨®n que se autogobierna (los vascos con lo del cupo "asim¨¦trico" van aparte, claro). En contra de lo que algunos opinan creo que las iras de algunos dirigentes socialistas no deben entenderse s¨®lo en clave de coyuntura pol¨ªtica. Me temo que se trata de algo m¨¢s profundo. Lo que hay detr¨¢s de los recursos de inconstitucionalidad es toda una visi¨®n de lo que es el Estado y de sus realidades nacionales. Dec¨ªa Baudelaire que el mundo s¨®lo funciona gracias a un gran malentendido, y que es gracias a ¨¦l que logramos ponernos de acuerdo. ?Se trata, tal vez, de un malentendido lo que existe entre el PSOE y el PSC en relaci¨®n a la plurinacionalidad? Si se trata de eso, de un malentendido, a¨²n existe alguna esperanza de que el partido socialista salga de las r¨¦moras reaccionarias de su nacionalismo. De lo contrario, si se han entendido y resulta que est¨¢n de acuerdo, Baudelaire ha de dejar paso a Faulkner: "Quiz¨¢s muramos en ese instante en que nos damos cuenta, en que admitimos, que el mal (el jacobinismo de la izquierda) tiene una estructura l¨®gica".
Y es que, aunque sea ya aburrido recordarlo, en Espa?a no hay un "problema regional" a resolver, sino un Estado plurinacional. todav¨ªa por articular. Un. universalismo progresista basado en los valores de la igualdad y la solidaridad tiene hoy que ver con el respeto y articulaci¨®n de las diferencias. Aunque algunos no quieran enterarse, hace tiempo que las identidades est¨¢n en la agenda de los te¨®ricos de la democracia bajo el lema de que la igualdad es incompatible con la uniformizaci¨®n, y de que la solidaridad tiene que ver con rentas, pero tambi¨¦n con identidades. Ello forma parte de la "pol¨ªtica democr¨¢tica de reconocimiento" que los partidos de otras latitudes est¨¢n incorporando en sus premisas. Antes de hablar de posibles reformas de la Constituci¨®n, planteemos primero c¨®mo deber¨ªan ser las cosas en una "democracia plurinacional avanzada". Con calma, pero en profundidad. De lo contrario no saldremos del laberinto de recelos en el que actualmente convivimos.
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