?Goool!
Joselito toreaba -es un decir- al cuarto toro -lo de toro es otro decir- cuando gran parte de la plaza levant¨® de s¨²bito los brazos, salt¨® de sus asientos y grit¨®: "?Goool!". Joselito se qued¨® perplejo y miraba at¨®nito alrededor. Debi¨® de pensar: "?Qu¨¦ he hecho yo? ?Habr¨¦ roto algo?" No era para menos. Un servidor se pone en el lugar de Joselito. A un servidor le gritan en plena faena "?Goool!" y cree que se ha producido la desconcatenaci¨®n de los exorcismos.Por eso un servidor no se hizo torero.
Tranquilo Joselito, de todos modos: no hab¨ªa roto nada. El propio p¨²blico se encarg¨® de consolarle con una estruendosa ovaci¨®n.
El p¨²blico estaba por las ovaciones estruendosas. Es lo habitual en Valencia: la gente no para de aplaudir. En realidad llega ya a la plaza aplaudiendo y se pasa la tarde pendiente de cualquier detalle que le permita aplaudir de nuevo.
Torero / Joselito, Ponce, Rivera
Toros de El Torero (uno devuelto por inv¨¢lido), muy chicos y anovillados excepto 4? -terciadito-, sin fuerza, casi todos inv¨¢lidos, manejables; 5?, pastue?o. 2?, sobrero de Ben¨ªtezCubero, tipo novillejo, impresentable e inv¨¢lido. Joselito: pinchazo y estocada atravesada ca¨ªda (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (ovaci¨®n y salida al tercio). Enrique Ponce: bajonazo escandaloso (silencio); estocada corta muy atravesada y baja (dos orejas). Rivera Ord¨®?ez: estocada atravesada trasera (dos orejas); media tendida baja y estocada corta atravesada baja (ovaci¨®n). Ponce y Rivera salieron a hombros. Plaza de Valencia, 15 de marzo. 9? corrida fallera. Lleno.
A veces no hay ni motivo pero aplaude igual. Joselito, por ejemplo, dio escasos motivos. Joselito se pas¨® sus faenas de un lado a otro para de tarde en tarde sacar un derechazo, y ¨¦se es el que aplaud¨ªa el p¨²blico con aut¨¦ntico fervor.
En cuanto se refiere a la categor¨ªa de los toros, sin embargo, el p¨²blico pasaba ampliamente. Para la categor¨ªa de los toros el p¨²blico ten¨ªa puesta una venda. Hizo bien, pues si llega a reparar en lo que saltaba all¨ª, se echa a llorar. Los toros m¨¢s chicos y m¨¢s inocentes que pudieron encontrar en toda la caba?a nacional fue lo que le sacaron a la terna de figuras.
A uno de los toros chicos lo devolvieron al corral por inv¨¢lido, pero vistas las consecuencias nadie pidi¨® que devolvieran a los otros. Las consecuencias consistieron en que el sobrero, igual de inv¨¢lido y a¨²n m¨¢s chico, tuvo un punto de aspereza que desconfi¨® a Enrique Ponce, su faena result¨® deslucida y no le pudieron aplaudir, ni darle las orejas, - ni nada.
Mejor lo pasaba el p¨²blico viendo a Joselito corretear hurtando embestidas comprometedoras pues de vez en cuando acertaba a pegar un derechazo aprovechando el viaje y serv¨ªa para gritarle ?ol¨¦! Como, de todos modos, Joselito daba pocas oportunidades, el p¨²blico determin¨® ampliar el campo de sus motivaciones triunfalistas y celebr¨® tambi¨¦n con ol¨¦s los desarmes que sufri¨® en sus dos faenas.
Los ol¨¦s de Valencia son femenino; caso curioso. En Valencia los ol¨¦s tienen acento de mujer. Quiz¨¢ sea por la e. La e debe de acoplarse bien a los tonos agudos y por eso las mujeres corean unos ol¨¦s largu¨ªsimos, muy cargados en la e: ?Ol¨¦¨¦¨¦! Si acabara en o ser¨ªa distinto. Si en lugar de ol¨¦ la interjecci¨®n fuese el¨®, ser¨ªan los hombres quienes corear¨ªan: ?El¨®¨®¨®!
Con Rivera Ord¨®?ez el p¨²blico en general y las mujeres en particular se despacharon de ol¨¦s a gusto. Era l¨®gico. Rivera Ord¨®?ez no daba un pase aqu¨ª, otro en Palafruguell, sino que los ligaba. No es que a?adiera aromas, ni templanzas, ni otras exquisiteces, mas el pundonor y la ligaz¨®n enardec¨ªan el sentido y su Faena provoc¨® delirios. Dos orejas le concedieron en medio de un gran clamor.
Ocurri¨®, sin embargo, que luego irrumpi¨® Ponce, tore¨® mejor y plante¨® un problema. Ponce cuaj¨® al pastue?o novillejo que hac¨ªa quinto una faena de menos a m¨¢s, que es lo bueno; una faena por redondos y naturales, excelentes pases de pecho y trincherilas, llena -ahora s¨ª- de templanzas y ambros¨ªas, ligada y ce?ida, y concedi¨¦ndole s¨®lo dos orejas, como a Rivera, se comet¨ªa un agravio comparativo. Todo tiene soluci¨®n en la vida, no obstante: el p¨²blico lo compens¨® aclam¨¢ndole "?torero!" y deshizo el empate.
La corta embestida del sexto no permiti¨® a Rivera refrendar anteriores entusiasmos y daba igual. El objetivo ya hab¨ªa sido alcanzado: dos toreros iban a salir a hombros por la puerta grande. El triunfalismo ganaba por goleada. Igual que el Valencia en Madrid, cuyo clamor victorioso vol¨® al Mediterr¨¢neo y colm¨® de j¨²bilo ?hasta la plaza de toros!
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