El 'caso Sokal'
Creo que fue Jorge Luis Borges quien un d¨ªa solt¨® de repente, en una entrevista, que, la mejor versi¨®n del Don Quijote era una en lengua inglesa. La respuesta indignada de humanistas de todo signo casi mata de risa al anciano escritor. Creo que fue un brit¨¢nico quien organiz¨® una vez una exposici¨®n de una joven promesa de la pintura. El mismo d¨ªa de la inauguraci¨®n se vendieron, en ausencia del misterioso autor, la mitad de los cuadros. La cr¨ªtica celebr¨® un¨¢nimemente el nacimiento de un nuevo genio. Casi al mismo tiempo, el galerista confesaba, entre sollozos de risa, que el artista era una cr¨ªa de chimpanc¨¦ particular mente interesada en los pl¨¢tanos que le daban a cambio de manchar el lienzo. La risa no es s¨®lo una buena terapia para el cuerpo. Algunas formas de provocarla sirven tambi¨¦n para poner a prueba la salud de las instituciones. Alan D. Sokal, profesor de f¨ªsica de la Universidad de Nueva York, es el ¨²ltimo usuario de este brillante revulsivo.La ciencia pasa por ser, y sin duda lo es, la forma m¨¢s objetiva, m¨¢s inteligible, m¨¢s dial¨¦ctica, m¨¢s rigurosa y, por tanto, m¨¢s universal de conocimiento. Confiamos en la ciencia en muchos de sus dominios de aplicaci¨®n. Para volar sobre el Atl¨¢ntico, por ejemplo, son pocos los que dudar¨ªan entre el avi¨®n dise?ado por un cient¨ªfico y otras alternativas ideadas, dig¨¢moslo con todo respeto, por un m¨ªstico o por un artista.
Sin embargo, ?qu¨¦ ocurre cuando el conocimiento cient¨ªfico necesita impregnarse de ideolog¨ªa? La biolog¨ªa contiene m¨¢s ideolog¨ªa que la f¨ªsica, la econom¨ªa m¨¢s que la biolog¨ªa y la sociolog¨ªa m¨¢s que la econom¨ªa... ?C¨®mo funcionan entonces las instituciones que validan y prestigian un conocimiento cient¨ªfico? Aparentemente, las garant¨ªas son las mismas: revistas serias, consejos editoriales de primer¨ªsimas figuras, especialistas que examinan los art¨ªculos con lupa, etc¨¦tera.
Pues bien, Alan Sokal, un f¨ªsico t¨ªmido y de suaves maneras, o as¨ª me lo pareci¨® cuando lo conoc¨ª fugazmente a principios de los ochenta, se ha hecho la misma pregunta, pero formulada en los siguientes t¨¦rminos: ?publicar¨ªa una revista, l¨ªder mundial en estudios culturales, un ensayo deliberadamente repleto de absurdos, con tal de que a) suene bien y b) adule los presupuestos ideol¨®gicos de los editores? La respuesta a esta afortunada idea es, desafortunadamente, s¨ª. Sokal envi¨® a la revista Social Text un espes¨ªsimo manuscrito de 48 p¨¢ginas (!) y 235 referencias bibliogr¨¢ficas (!) en las que aparece toda la intelectualidad del pensamiento cient¨ªfico de los ¨²ltimos a?os, profusa y fantasiosamente citada en desmesurados pies de p¨¢gina. El art¨ªculo Transgressing the boundaries: towards a transformative hermeneutics of quantum gravity aparece cargado de hilarantes animaladas, en el ¨²ltimo n¨²mero de primavera-verano de la revista del tema que m¨¢s estrellas luce en su consejo editorial.
Las reacciones son ya un mar de tinta en el que burbujea de todo: inocencia seguida de rubor, rubor seguido de desesperaci¨®n, indignaci¨®n seguida de despecho, rabia seguida de sorpresa, y viceversa, curiosidad seguida de admiraci¨®n, reflexi¨®n, cr¨ªtica, pero, sobre todo, risa, mucha risa, risa seguida de m¨¢s risa, una risa muy sana porque, a la postre, se trata, ni m¨¢s ni menos, que de la risa de la ciencia ri¨¦ndose de s¨ª misma, una risa que tanto ha faltado ?y sigue faltando! en tantas ideolog¨ªas y tant¨ªsimas creencias de la historia de la civilizaci¨®n. En ciencia por lo menos, ya nada volver¨¢ a ser exactamente igual que antes del caso Sokal.
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