Muerte en el campo
Hace algunas semanas, un joven agricultor salmantino lograba salvar su vida despu¨¦s de un terrible accidente.Se encontraba trabajando apaciblemente en un campo de ma¨ªz, mov¨ªa con destreza uno de esos tubos met¨¢licos de riego que salpican las tierras de cultivo de nuestro pa¨ªs y de pronto, como un rayo infernal ca¨ªdo del cielo, una descarga el¨¦ctrica de un tendido que atravesaba la tierra algunos metros por encima de su cabeza, le dejaba fulminado.
Durante unos breves instantes pudo ver el rostro cercano de la muerte, su cuerpo qued¨® atenazado, inm¨®vil, taladrado por el rayo que abras¨® sus manos y sus pies.
He sabido entonces que todos los a?os resultan electrocutados un considerable n¨²mero de personas en las zonas rurales por el mismo motivo. Los inocentes y tranquilos campos de Castilla, y supongo que de otras regiones, est¨¢n hoy amenazados por ese tejido invisible de minas a¨¦reas, que son esos cables el¨¦ctricos de alta tensi¨®n, que van sembrando silenciosamente de cad¨¢veres el campo espa?ol.
Los hombres que habitan ese campo callan con resignaci¨®n e impotencia. No es la falta de precauci¨®n de los agricultores, ni el azaroso destino, lo que puede dar cuenta de estos tr¨¢gicos accidentes, sino la irresponsabilidad de las empresas el¨¦ctricas, que a la vista de los hechos no toman las medidas pertinentes para evitarlos.
Desde aqu¨ª animo a que las autoridades competentes en salud medioambiental estudien y eval¨²en con rigor el alcance de este problema y a las asociaciones agrarias, municipios rurales y los propios afectados por estos accidentes brutales y gratuitos, para que exijan responsabilidades; quiz¨¢ s¨®lo as¨ª se puedan evitar nuevas muertes.-
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