La suerte le llega tarde al Atl¨¦tico
Los rojiblancos remontan en dos minutos un triunfo que mereci¨® el Rayo
As¨ª es el f¨²tbol y la vida. Cuando menos necesitaba que el cielo le echara un cable, cuando ni el m¨¢s forofo de los rojiblancos suplicaba ¨¢rnica divina, van todos los ¨¢ngeles, v¨ªrgenes y santos del mundo, descienden a la tierra y se al¨ªan con el Atl¨¦tico. Acarician su camiseta y le dejan levantar en dos minutos un partido que no merec¨ªa ganar. Lejos de encontrar el consuelo, el favor a?ade m¨¢s confusi¨®n al actual estado de frustraci¨®n rojiblanca. Y el Rayo, que no ten¨ªa nada que ver con las deudas que tuviera esta gente con el colchonerismo, pag¨® el pato: perdi¨® los puntos, un encuentro que acariciaba y muchas de sus opciones de seguir en Primera.El entusiasmo cuenta. Y al Atl¨¦tico no le queda ni un gramo. Zarandeado de costa a costa por la desgracia, privado de opci¨®n a t¨ªtulo alguno en tan s¨®lo 15 d¨ªas, los acontecimientos han terminado por dejarle seco de ilusi¨®n. Y de ganas de vivir la temporada. Primero el Betis (Liga), luego el Bar?a (Copa) y finalmente el Ajax (Liga de Campeones). El Atl¨¦tico tiene poco o nada por lo que pelear. Y esas cosas se transmiten a las botas, se clavan en los huesos y se incrustan en la cabeza.
Fue un Atl¨¦tico vac¨ªo el que pis¨® ayer Vallecas, con un olor a tr¨¢mite en su juego que echaba para atr¨¢s. Domin¨® la situaci¨®n en el primer cuarto de hora, m¨¢s que nada por el repliegue posicional con el que el Rayo recibi¨® el partido, por pura inercia, pero su gobierno no le convenci¨® ni a ¨¦l mismo. Antic, tal vez consciente de las heridas an¨ªmicas del equipo, colg¨® los galones en el hombro de Simeone, uno de esos tipos a los que nunca se le derrumba el alma. Mientras exista una pelota cerca jam¨¢s tuerce la cara. Y ni tragedias como las del d¨ªa del Ajax pueden con ¨¦l.
Antic lo sab¨ªa y le coloc¨® el Atl¨¦tico a su espalda. Tir¨® a Pantic a la derecha, escor¨® a Caminero a la izquierda y entreg¨® la media punta a Simeone para que desde all¨ª, con su fe mueve monta?as, reanimara al Atl¨¦tico y lo empujara hasta el portal de Contreras. Pero la depresi¨®n del Atl¨¦tico no tiene soluciones tan inmediatas. Y su f¨²tbol no tuvo m¨¢s vibraciones que las de Simeone, incluso cuando tras la lesi¨®n de Ton? el argentino retorn¨® a su puesto cl¨¢sico por la izquierda.Todas las esperanzas de gol del Atl¨¦tico en la primera parte murieron con un zurdazo de Toni que se top¨® con el larguero. Fue un poco despu¨¦s cuando el Rayo se decidi¨® a entrar a escena y a incorporar a su trabajo m¨¢s aspectos que los pelotazos arriba de los que se hart¨® en el inicio. Empez¨® a presionar con decisi¨®n, a encomendarse a Ezequiel y Andrijasevic para bajar la pelota, a irrumpir a toda velocidad por los costados y a buscar a Molina. A comerse al Atl¨¦tico, en suma. A hurgar en su tristeza.
Sin renunciar a las precauciones defensivas, el Rayo se fue creciendo paso a paso a la misma velocidad que el Atl¨¦tico bajaba la mirada. Su trabajo fue m¨¢s f¨ªsico que cerebral, pero la escena no exig¨ªa otra cosa. Fijando bien desde atr¨¢s, echando el resto en los balones divididos, a los que el Atl¨¦tico acud¨ªa de antemano con cara de perdedor, metiendo la quinta velocidad por las bandas... Y atrevi¨¦ndose a todo. Por all¨ª aparec¨ªa Cota para intentar una bicicleta, Jos¨¦ Mar¨ªa para firmar la galopada de su vida, Andrijasevic para exhibir pases rasos y profundos o Ezequiel para conservar la pelota entre cuatro contrarios. Ya pod¨ªa llamarse Atl¨¦tico el adversario, que el bal¨®n no le quemaba a ning¨²n rayista. Todo lo contrario suced¨ªa en el grupo de Antic, donde cada cual, menos Simeone, hu¨ªa de las complicaciones y le mandaba el muerto, o sea, la pelota, al vecino m¨¢s pr¨®ximo.
Molina retras¨® lo que pudo el gol del Rayo. Hasta que una c¨®moda carrera de Andrijasevic termin¨® en un toque suave para Klimowicz, que empuj¨® a la red. El Atl¨¦tico amag¨® con tirar la toalla para siempre. Pero una pizca de conformismo rayista y los inagotables gritos y aspavientos de Simeone, desesperado por levantar a sus compa?eros, permiti¨® que el Atl¨¦tico se fuera arriba. Sin demasiada convicci¨®n, pero geogr¨¢ficamente bien situado. Cuando un equipo juega cerca del ¨¢rea rival, aun en sus peores tardes, puede encontrar el gol. Y viceversa.
No hab¨ªa ideas, ni inspiraci¨®n, ni siquiera demasiada decisi¨®n. Pero s¨ª automatismo a bal¨®n parado. Y as¨ª, cuando ni el m¨¢s optimista de los rojiblancos daba un duro por los puntos, en un c¨®rner lleg¨® el empate. Y un par de minutos despu¨¦s, Kiko se dej¨® llevar y construy¨® un penalti: 1-2. En 120 segundos, el resultado dado la vuelta. Simeone y su endemoniada fe se salieron con la suya. La victoria ten¨ªa trazos heroicos, pero s¨®lo eso: trazos. Porque en el fondo, a?ad¨ªa un poco m¨¢s de confusi¨®n al drama sentimental de los rojiblancos: cuando no se pide ayuda divina, cuando no se suplica una alianza diab¨®lica con la fortuna, cuando el triunfo no vale de nada, va Dios, o la suerte, y lanza un gui?o al Atl¨¦tico. A buenas horas.
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