La perspectiva alemana
El 25 de marzo de 1957, seis pa¨ªses europeos firmaron en Roma los tratados constitutivos de las Comunidades Europeas. El principio estaba guiado por una visi¨®n y una esperanza. De ellas surgi¨® ese gran periplo coronado por el ¨¦xito que caracteriza la segunda mitad de nuestro siglo: 40 a?os de libertad, paz y estabilidad. Si en un principio los esfuerzos estaban dirigidos a Europa Occidental, la unidad europea pudo contribuir finalmente a superar la partici¨®n de Europa.Nos falta a¨²n mucho por recorrer. Hay tres grandes tareas que todav¨ªa nos aguardan este a?o. Tenemos, primero, que profundizar de tal manera en la Uni¨®n Europea que ¨¦sta pueda tambi¨¦n con 20 o m¨¢s Estados miembros representar de forma efectiva los intereses de los europeos en el mundo. Obedeciendo a los acuerdos alcanzados, tenemos, segundo, que llevar a cabo la uni¨®n econ¨®mica y monetaria para el 1 de enero de 1999, y para ello respetando los criterios contractualmente fijados. Tenemos, tercero, que colmar las esperanzas de las personas en Europa central y del este, a las cuales nos hemos dirigido durante d¨¦cadas para pedirles que se integrasen en las instituciones euroatl¨¢nticas.
Un modelo de pol¨ªtica internacional radicalmente nuevo que se?ala hacia el futuro. La integraci¨®n europea fue en sus comienzos, y lo sigue siendo hasta hoy, un modelo de pol¨ªtica internacional radicalmente nuevo que se?ala hacia el futuro: si ¨¦ste pudo servir como ejemplo para muchos otros conciertos regionales, es cierto que su capacidad de integraci¨®n no ha encontrado hasta hoy parang¨®n. Durante siglos, la pol¨ªtica exterior europea estuvo marcada por coaliciones y contracoaliciones de poder, por violencia y contraviolencia. El concepto de la integraci¨®n europea permiti¨® romper por primera vez de forma efectiva y duradera esta nefasta espiral. Y ello gracias a una idea esencial: la de fijar un marco en que los conflictos de inter¨¦s de los Estados miembros pudieran solventarse de forma racional, seg¨²n unos procedimientos estipulados y en el que intereses divergentes pudieran converger hacia intereses comunes. Esto se lograr¨ªa recurriendo a votaciones con el fin de alcanzar acuerdos mayoritarios y no a trav¨¦s de confrontaciones pol¨ªticas abiertas, guerras comerciales o incluso cosas peores.
Hoy d¨ªa nadie puede sostener seriamente la opini¨®n de que la mejor forma de defender los intereses nacionales es o bien actuando en solitario o por medio de alianzas variables. Equivaldr¨ªa a resucitar el concepto de pol¨ªtica ya caduco del siglo XVIII, precisamente esa forma de pol¨ªtica exterior que tanto sufrimiento ha causado.
Los ¨²ltimos 40 a?os de historia de integraci¨®n europea, colmada de logros, han convencido tambi¨¦n a los pueblos fuera de Europa. La Uni¨®n Europea se ha convertido en uno de los productos de exportaci¨®n m¨¢s exitosos. En casi todos los continentes se han ido creando confederaciones regionales que intentan seguir el modelo europeo: en Asia, la Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico (Asean), de car¨¢cter pol¨ªtico, y la organizaci¨®n de Cooperaci¨®n Econ¨®mica en el Asia del Pac¨ªfico (APEC), para cuestiones econ¨®micas; en Estados Unidos se firm¨® el Tratado de Libre Comercio (TLC), con lo cual se crea un espacio econ¨®mico com¨²n, al igual que en Suram¨¦rica con Mercosur, y en el sur de ?frica con la Comunidad para el Desarrollo del Sur de ?frica (SADC).
Estabilidad y bienestar para toda Europa. La integraci¨®n europea trajo a la parte occidental de Europa una estabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica como nunca se hab¨ªa conocido con anterioridad, y a cada individuo, un grado de bienestar que resultaba absolutamente nuevo desde una perspectiva hist¨®rica. Ahora tenemos que cumplir con nuestra promesa de permitir que los habitantes del centro y del este de Europa participen de esta estabilidad y de este bienestar.Europa no se acaba en el r¨ªo Oder, ni geogr¨¢fica, ni hist¨®rica, ni cultural ni pol¨ªticamente. La ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea est¨¢ en nuestro propio inter¨¦s: ?s¨®lo podremos mantener nuestra estabilidad y nuestro bienestar en la medida en que lo extendamos a toda Europa!
"De la misma manera en que la mitad de una habitaci¨®n no puede permanecer caldeada si la otra mitad est¨¢ fr¨ªa, del mismo modo resulta tambi¨¦n impensable que dos Europas distintas puedan vivir permanentemente una al lado de la otra sin que las dos sufran da?o". Esta frase del presidente V¨¢clav Havel da en el clavo en cuanto a lo que desde la ca¨ªda del muro entendemos por pol¨ªtica europea.El tiempo apremia. De ah¨ª que seis meses despu¨¦s de la conferencia intergubernamental vayamos a comenzar con las negociaciones de ampliaci¨®n, tal como lo decidi¨® el Consejo de Europa en junio de 1995.
?Con qui¨¦n se va a negociar? Esto se decidir¨¢ atendiendo a criterios objetivos y seg¨²n la postura que adopte la Comisi¨®n en oto?o. Determinantes van a ser los avances concretos que cada uno de los candidatos a la integraci¨®n demuestre respecto a determinadas reformas. Es por eso por lo que la llamada que dirigimos a nuestros vecinos del este se resuma en: ?reformar es caminar hacia Europa! Est¨¢ en manos de los propios candidatos decidir s¨ª y cu¨¢ndo se van a mostrar calificados. Algunos cumplir¨¢n con los requisitos desde un primer momento, otros necesitar¨¢n todav¨ªa algo de tiempo. A estos ¨²ltimos tenemos que darles la posibilidad de que puedan conectar cuanto antes con el grupo de cabeza.
?Qu¨¦ tipo de Europa? A menudo se plantea la pregunta: ?cu¨¢l ser¨¢ el estado final de la Uni¨®n Europea: Estados Unidos de Europa, Europa de las Naciones, Coalici¨®n de Naciones? Es ¨¦sta una discusi¨®n in¨²til en tomo a teor¨ªas. La respuesta sincera es: no vale la pena discutir sobre ello de forma abstracta. Y es que la Uni¨®n Europea es un proceso en que se est¨¢ trabajando continuamente hacia el futuro, para poder dar as¨ª una respuesta ¨®ptima a cambiantes restos pol¨ªticos y econ¨®micos. Del mismo modo que no resulta posible imaginarse el fin del futuro, tampoco llegaremos jam¨¢s a poder poner punto final a nuestra obligaci¨®n de trabajar hacia el futuro.
Respecto a esta ¨²ltima tarea, nos guiamos por dos conceptos: por un lado, concentrar nuestros recursos profundizando en la integraci¨®n, y poder dar as¨ª respuesta cumplida a la responsabilidad intemacional de la Uni¨®n; por otro, por la idea de la subsidiariedad.
El concepto de subsidiariedad se resume en que cualquier tarea p¨²blilca debe ser encomendada al nivel respectivamente m¨¢s bajo de las instituciones estatales administrativas -comunidad, land o autonom¨ªa, Estado miembro, Uni¨®n Europea-, de tal modo que esta tarea pueda ser realizada satisfactoriamente. En otras palabras: ?no a un centralismo ciego! En el pasado, la Uni¨®n se mostr¨® a veces muy amiga de reglamentar. Sin embargo, desde que se complet¨® el mercado ¨²nico ¨¦sta ha cambiado. Los Estados miembros y la nueva Comisi¨®n hacen suya la idea de "menos, pero mejor", divisa lanzada por el presidente de la Comisi¨®n Jacques Santer.
Sin embargo, al rev¨¦s, hay que decir tambi¨¦n: actualmente hay que afrontar tareas que ya no se pueden solucionar dentro de un marco nacional. Por ejemplo: garantizar la seguridad interior en una Uni¨®n sin controles fronterizos internos, asegurar el comercio libre de mercanc¨ªas dentro de nuestro mercado ¨²nico y proteger el medio ambiente. Lo mismo se puede decir respecto a la postura unitaria de la Uni¨®n hacia fuera. Desde la d¨¦cada de 1950 sabemos que ning¨²n Estado miembro puede defender por s¨ª solo y de forma efectiva sus intereses en el mundo. A Europa ¨²nicamente se le presta o¨ªdo cuando habla con una sola voz. ?stas son las tareas a las que la Uni¨®n tiene que hacer frente, lo cual significa al mismo tiempo que la Uni¨®n necesita de las competencias respectivas.
Muchas de estas cuestiones experimentar¨¢n avances sustanciales en la conferencia intergubernamental que concluir¨¢ a mediados de junio de 1997 en Amsterdam. Los temas ser¨¢n: libre circulaci¨®n y seguridad interior; pol¨ªtica exterior y de seguridad comunes, la cual obtendr¨¢ con la figura de un secretario general rostro y voz; procedimientos e instituciones decisorios eficientes y afianzamiento del concepto de colaboraci¨®n flexible.
?El m¨¢s lento no puede decidir la velocidad del proceso de integraci¨®n! Es ¨¦sta la ¨²nica manera de que la Uni¨®n conserve su capacidad de reacci¨®n. Esto demuestra que la ampliaci¨®n y la profundizaci¨®n no est¨¢n re?idas, sino que son dos caras de una misma moneda.
Un fundamento s¨®lido para la econom¨ªa. La respuesta fundamental de Europa a la creciente interrelaci¨®n de la econom¨ªa mundial es la uni¨®n econ¨®mica y monetaria. En este sentido, constituye el meollo de un amplio programa de futuro para la Uni¨®n Europea. De ah¨ª la necesidad de que el 1 de enero de 1999 se introduzca el euro. Si no aprovechamos ahora esta ocasi¨®n, es posible que ¨¦sta no se vuelva a presentar durante d¨¦cadas. El euro no es un fin en s¨ª mismo: despu¨¦s del mercado ¨²nico, la econom¨ªa de la Uni¨®n tiene que contar r¨¢pidamente con un segundo sost¨¦n, que es la uni¨®n econ¨®mica y europea. Unicamente entonces, Europa podr¨¢ jugar tambi¨¦n en el siglo XXI en la primera divisi¨®n de la econom¨ªa mundial.
Con todo, s¨®lo es posible concebir la Uni¨®n como una comunidad de estabilizaci¨®n. ?sta no es una man¨ªa alemana, sino una consecuencia de amargas experiencias que se refiere a la hiperinflaci¨®n despu¨¦s de las dos guerras mundiales y tambi¨¦n a la inflaci¨®n latente de la d¨¦cada de 1970. Inflaci¨®n equivale a la destrucci¨®n de riqueza pecuniaria. Afecta en primer lugar, y de la forma m¨¢s cruel, a los econ¨®micamente m¨¢s d¨¦biles, a aquellos que conf¨ªan sus ahorros a una libreta de ahorro. Pero a largo plazo afecta a todos. Y es que la inflaci¨®n corroe ese sustrato de confianza que resulta indispensable en toda buena econom¨ªa. Quien crea que puede animar la econom¨ªa a trav¨¦s de la desvalorizaci¨®n y la inflaci¨®n tendr¨¢ pan para hoy y hambre para ma?ana. Tarde o temprano, el resultado es una crisis todav¨ªa m¨¢s aguda. No estamos dispuestos a entrar en ese c¨ªrculo vicioso.
Hay dos cuestiones que resultan indispensables para garantizar esa estabilidad monetaria: un banco central independiente y el respeto estricto, no s¨®lo a la hora de ingresar, sino permanentemente, a los criterios de estabilidad fijados contractualmente. De ah¨ª que necesitamos el pacto de estabilidad. Hay otra cosa que tambi¨¦n est¨¢ clara: Alemania desea que el mayor n¨²mero de pa¨ªses posible participe en la uni¨®n econ¨®mica y monetaria, y desde un primer momento. Ning¨²n pa¨ªs que cumpla de forma permanente los criterios de esta bilidad ser¨¢ excluido del euro. Estoy firmemente convencido de que conseguiremos realizar esas tres empresas estrat¨¦gicas: concluir con ¨¦xito la conferencia intergubernamental, preparar la siguiente ronda de negociaciones en cuanto a la ampliaci¨®n de la Uni¨®n e introducir el euro en los plazos fijados.
Pero tampoco realizado esto podemos dormirnos en los laureles. Europa es m¨¢s que un espacio selecto de mercado libre. Los padres de los Tratados de Roma ten¨ªan una visi¨®n: superar las consecuencias de la guerra, espiritual, pol¨ªtica y econ¨®micamente. Crearon un modelo exitoso que garantiza la paz y el bienestar, un modelo que no conoce precedente. Hoy estamos necesitados de nuevo de una visi¨®n as¨ª: tenemos que superar las consecuencias de la partici¨®n de Europa llevando paz y bienestar tambi¨¦n a esos Estados que durante tantas d¨¦cadas se han visto privados de ello, y poner a punto la econom¨ªa europea para la competencia global del siglo XXI. La construcci¨®n de la casa com¨²n es tarea permanente que se extender¨¢ mucho m¨¢s all¨¢ de nuestra generaci¨®n. ?Sigamos trabajando durante los pr¨®ximos 40 a?os!
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