"Reivindico lo h¨ªbrido sobre lo puro"
La ¨²ltima vez que vi a Michael Ondaatje, antes de que publicara El paciente ingl¨¦s, fue en la Royal Geographic Society de Londres. Tony Morrison, Ondaatje y yo deb¨ªamos leer textos nuestros a un auditorio de lo m¨¢s diverso, como suele ocurrir en Inglaterra. Ondaatje se caracteriza por ser casi enfermizamente p¨²dico. Ha escrito una serie de libros extraordinarios, empezando por la poes¨ªa (su obra po¨¦tica se ha reunido en el volumen titulado The cinnamon peeler), pasando por la prosa biogr¨¢fica (el rescate de un personaje olvidado del primer jazz en Coming through slaughter) y autobiogr¨¢fica (la fascinante y alocada memoria de su infancia en Sri Lanka, titulada Running in the family) y desembocando en la novela, primero con En la piel de un le¨®n y luego con El paciente ingl¨¦s (que gan¨® el prestigioso Premio Booker en 1993).Pregunta. Aquella tarde en la Royal Geographic Society, usted no mencion¨® en ning¨²n momento que llevaba meses internado all¨ª investigando para una novela. ?Por qu¨¦?
Respuesta. Prefer¨ª no decir nada porque a¨²n no ten¨ªa del todo clara la idea de la novela. Si alguien me dice que hay pocos perros en un texto m¨ªo que a¨²n no ha fraguado, le pongo m¨¢s perros... Soy esa clase de escritor. Y adem¨¢s porque la Royal Society es un centro muy formal y bastante cerrado, no les gusta que haya extra?os all¨ª o que se sepa que tienen un escritor de ficci¨®n investigando, pero es un lugar grandioso para aprender. No s¨®lo sobre el tema que uno investiga (en mi caso el desierto), sino tambi¨¦n sobre el car¨¢cter de los miembros de la sociedad. Pero es cierto, llevaba tres o cuatro meses yendo diariamente a ese edificio, investigando a los exploradores del desierto de los a?os treinta, un grupo de gente sumamente particular, tan imbuidos de esp¨ªritu l¨ªrico de aventura como de objetividad cient¨ªfica, todos ellos de diferentes nacionalidades y edades, hechizados por igual por el desierto, que era una parte esencial de la trama de la novela.
P. ?Qu¨¦ fue lo que le llev¨® a investigar en la Royal Geographic Society? ?Qu¨¦ imagen deton¨® el af¨¢n de escribir El paciente ingl¨¦s?
R. El incidente que deton¨® la novela fue la imagen de un avi¨®n cayendo en el desierto y un piloto en llamas saliendo de ¨¦l, ante los ojos de una tribu de beduinos. Yo no sab¨ªa qui¨¦n era ese piloto, qu¨¦ hac¨ªa en el desierto, c¨®mo hab¨ªa llegado hasta ese punto de su vida. Y escribir la novela fue una forma de averiguarlo.
P. Su novela tiene un ritmo moroso, a pesar del suspenso que genera, un ritmo que sugiere los movimientos bajo el agua o en un lugar opuesto, pero tan carente de referencias y l¨ªmites como el mundo submarino. Me refiero, claro, al desierto. ?Estuvo en el S¨¢hara antes o durante la escritura de El paciente ingl¨¦s?
R. Estuve en el S¨¢hara a fines de los setenta y me conmovi¨® mucho, aunque ni so?aba en aquel momento con escribir sobre ¨¦l. Pero el ¨¢rea en la cual sucede la novela, la frontera entre Egipto y Libia, es un lugar casi inaccesible hoy por los conflictos pol¨ªticos entre ambos pa¨ªses, as¨ª que no me qued¨® m¨¢s remedio que investigar todo lo que pude en libros e inventar el resto. La ficci¨®n necesita espacio: demasiada investigaci¨®n puede ahogar un libro. Y retomo lo que dije antes: en cierta manera escrib¨ª El paciente ingl¨¦s para saber qui¨¦n era ese piloto en llamas. La literatura es un producto de la curiosidad, escribimos para desenterrar aquello de lo que s¨®lo entrevemos una m¨ªnima porci¨®n. Cuando estoy escribiendo un libro voy bastante a ciegas: como si encendiera un f¨®sforo en la oscuridad y tuviera siete u ocho segundos de luz antes de que se extinga.
P. No voy a mencionar el final del libro, pero me sorprendi¨® que el de la pel¨ªcula no fuera el mismo.
R. No me gusta cerrar del todo un libro en su final, prefiero dar al lector la sensaci¨®n de que la vida de los personajes contin¨²a, de una manera que no tenemos por qu¨¦ conocer. El cine, claro, es diferente; sus necesidades son diferentes. Pero no son dos finales distintos, simplemente ocurre que la pel¨ªcula es m¨¢s expl¨ªcita en el destino de algunos personajes. Pero en uno y otro caso creo que queda suficientemente iluminado un aspecto para m¨ª decisivo: el efecto de la guerra, de los horrores de la guerra sobre un grupo de personajes muy dis¨ªmiles entre s¨ª, pero unidos por el terrible azar b¨¦lico, al punto que vislumbran cierta posibilidad de redenci¨®n en el v¨ªnculo que se establece entre ellos.
P. ?Dir¨ªa que sus libros son una forma de darles la palabra a los marginados por la historia, tray¨¦ndolos de la muerte, sean los integrantes de su familia (en Rinning in the family), un m¨²sico de jazz (en Coming through slaughter) o un conde h¨²ngaro arrasado por las quemaduras que recuerda a la mujer que am¨® locamente?
R. Caravaggio, el ladr¨®n que ha perdido los pulgares, dice en determinado momento de El paciente ingl¨¦s: "Estamos donde no deber¨ªamos estar". Supongo que esto resume la caracter¨ªstica principal de los personajes que me atraen: algo as¨ª como los n¨®mades del esp¨ªritu. En esta novela los llamo "international bastards", en el sentido de que son como hijos bastardos de sus diferentes patrias. Los n¨®madas van por el mundo como por un desierto. Creo que ¨¦se es uno de los s¨ªmbolos de nuestro tiempo: trasladarse de un pa¨ªs a otro, de una lengua a otra, sea voluntariamente o forzados por las circunstancias. Por la irrupci¨®n de la historia. ?se es un elemento central de El paciente ingl¨¦s. Luchar por volver, a la patria o al pasado. O luchar por alejarse de uno o ambos.
P. Algo similar a lo que ocurre en este momento: que un nativo de Sri Lanka y otro de Chile est¨¦n en Nueva York hablando en ingl¨¦s de literatura.
R. En ese sentido, reivindico aquello que planteaba Salman Rushdie en sus ensayos: la reivindicaci¨®n de lo "h¨ªbrido" sobre lo puro, los efectos que tiene ese concepto de pureza mal entendida en los grupos sociales o religiosos. Para esos puristas parece una traici¨®n dejar la patria para integrar cualquier comunidad cosmopolita n¨®mada. Cuando escrib¨ª Running in the family, en Sri Lanka pensaron que al fin hab¨ªa escrito sobre mi patria. Pero en ese libro digo, entre otras cosas, que en Sri Lanka una mentira bien contada vale m¨¢s que mil hechos reales. En realidad, yo lo veo como un texto sobre la historia de mi familia, sobre un lugar que en mi imaginaci¨®n responde a las palabras "infancia", "familia" y "Sri Lanka" tamizado por los m¨¢s de veinte a?os de ausencia de mi pa¨ªs, ya que lo abandon¨¦ a los 11 a?os y volv¨ª a los 35. Debemos luchar contra la locura de la pureza, contra la pureza fundamentalista. La literatura no solamente tiene derecho, sino obligaci¨®n, de descubrir los cuartos que han quedado a oscuras de la historia, los eventos peque?os y extraordinarios que eliminan el blanco y el negro incontrastables de las reducciones fundamentalistas. No podemos creer s¨®lo en sus historias. Nadie puede contar una historia como si fuera la ¨²nica. John Berger lo dijo mucho mejor, en una frase maravillosa: "Ya nunca m¨¢s se contar¨¢ una historia como si fuera la ¨²nica".
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