Corrupciones estrat¨¦gicas
Es sorprendente -s¨®lo en cierto modo- este d¨ªa a d¨ªa pol¨ªtico con esa excesiva cantidad y calidad de los tropiezos del PP en diversas cuestiones: su err¨¢tico discurso pol¨ªtico, su falta de dise?o o de ideas en su confrontaci¨®n con los adversarios, sus dificultades para transmitir alguna seguridad sobre el futuro a la ciudadan¨ªa, a pesar de una cierta bonanza econ¨®mica, su aspereza innecesaria con quienes no le han hecho apenas oposici¨®n y, en general, un malhumor pol¨ªtico injustificado cuya g¨¦nesis hay que buscar en la inercia de una conducta de oposici¨®n no muy ejemplar de la que no acaba de desprenderse como Gobierno. Se ha hablado mucho de la corrupci¨®n de algunos socialistas en los ¨²ltimos a?os, pero, aun habl¨¢ndose mucho, faltaron an¨¢lisis, quiz¨¢ no muy atractivos period¨ªsticamente, que vincularan esa corrupci¨®n a aspectos muy revisables tanto de la vida interna de los partidos como de la misma democracia, porque los diversos tipos de corrupci¨®n habidos -no todos socialistas- parecen tener algo que ver con una autopercepci¨®n de la vida pol¨ªtica por los profesionales de ella que se sustenta en la idea de la pol¨ªtica como un uso irrestricto del poder m¨¢s que como una delegaci¨®n democr¨¢tica del mismo. Pero esas corrupciones obvias que tanto da?o han hecho no son las ¨²nicas corrupciones. Hay una corrupci¨®n del pensamiento cuyos efectos tambi¨¦n pudieran ser demoledores para todos.Entiendo por corrupci¨®n del pensamiento aquel tipo de ideas puestas en marcha sin una m¨ªnima reflexi¨®n previa y que conduce a una constante y agotadora astracanizaci¨®n de la vida p¨²blica, con desmentidos permanentes, errores de los actores y del apuntador -?qui¨¦n es el apuntador aqu¨ª?- y la sensaci¨®n de que la derecha pol¨ªtica nunca se hab¨ªa sentado a pensar las cosas. ?Se hab¨ªan sentado a pensar o estaban de pie, inquietos, en las antesalas de ese poder, hablando de todo menos de lo que ten¨ªan que hablar?
Si suponemos que toda persona adinerada es de derechas (lo cual es falso, pero es muy funcional para ahorrar vericuetos explicativos), hay que suponer que la derecha ten¨ªa y tiene un enorme caudal de cuadros econ¨®micos a la espera de convertirse en cuadros pol¨ªticos que aplicar¨¢n al Estado las buenas recetas empresariales. Y por eso sorprende la irrelevancia de las confusas ideas que esta derecha ha puesto en circulaci¨®n para ser negadas por ella misma en un proceso de negaci¨®n de la negaci¨®n al estilo de la vieja dial¨¦ctica heracl¨ªteo-hegeliano-engelsiana. Pero yo no creo que esta derecha haya bebido en esas fuentes. Se trata m¨¢s bien de corrupciones estrat¨¦gicas.
Las corrupciones del pensamiento o la falta de reflexi¨®n antes de la acci¨®n arrastran corrupciones estrat¨¦gicas, que son c¨¢lculos hechos sobre ideas de esa clase y que conducen a permanentes batacazos con la realidad -pero ?no era el realismo y el sentido com¨²n lo que agrandaba a la derecha frente al infantilismo izquierdista?- Siempre tuve para m¨ª que la derecha -una cierta derecha civilizada- representaba esa sensatez de Ias cosas como son", un poco al estilo del se?or Barea, que saca la cabeza tras los cortinones del escenario para decir la verdad -?qu¨¦ es la verdad, por cierto, a estas alturas del siglo?-. ?Y por qu¨¦ la derecha no es ahora as¨ª, tan sensata? Mi hip¨®tesis de trabajo es que la derecha pol¨ªtica r¨ªo existe, sencillamente. Y no quisiera que esto se interpretara como una boutade. Me explico.
La mala costumbre hist¨®rica de la derecha hispana de delegar el poder pol¨ªtico real en los militares y en los due?os del dinero tiene la consecuencia obvia de que, en los periodos democr¨¢ticos, esta derecha tiene una gran carencia de ideas y de cuadros. De ideas al servicio del inter¨¦s general y de cuadros pol¨ªticos con capacidad para pensar el Estado en su conjunto, m¨¢s all¨¢ del sentido contable de un gestor econ¨®mico de corto alcance. Y cuando surgen estas ideas y estos cuadros (o su apariencia, al menos), uno piensa que ser¨ªa mejor que regresaran a sus oficinas y a sus cuentas.
La idea de que el Estado es como una empresa (o sin el como: es una empresa) olvida que, en el Estado de derecho, los ciudadanos son due?os del Estado y los pol¨ªticos gestionan esa voluntad representativa, sin que un consejo de ejecutivos arbitristas y arbitrarios pueda violentar esa voluntad a su gusto. Pero la tentaci¨®n desp¨®tica es propia de todo pol¨ªtico, y lo es por la misma l¨®gica del empresario que sue?a con una sociedad sin sindicatos, en nombre de una eficacia de sentido com¨²n que no se corresponde con el dato central de que muchas de las sociedades que mejor funcionan tienen unos sindicatos fuertes y democr¨¢ticos. ?Y si no existieran ciudadanos, no ser¨ªa todo mucho m¨¢s f¨¢cil? Evidentemente, los ciudadanos son necesarios (al menos para comprar cosas), aunque a veces el delirio pol¨ªtico parezca ignorarlo. La dificultad de la pol¨ªtica parece resumirse en eso: el pueblo existe: lamentablemente.
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