En manos de la opini¨®n p¨²blica
En cuanto se sale de los empobrecedores circuitos del pensamiento ¨²nico aparece otro mundo intelectual que no lo maquilla todo en t¨¦rminos de eficiencia, y otra Europa que no asigna los recursos exclusivamente en euros. En muchos centros de pensamiento se multiplica la preocupaci¨®n por el hecho de que un ajuste permanente de las econom¨ªas deslegitime la misma democracia liberal. Las doctrinas cl¨¢sicas del FMI y del Banco Mundial, que han dado buenos resultados macroecon¨®micos, pueden producir -en una aplicaci¨®n mec¨¢nica e intensiva- efectos deslegitimadores.Un ejemplo significativo de ello se ha dado en la reciente asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), celebrada en Barcelona. El balance macroecon¨®mico de Am¨¦rica Latina, durante 1996, no pod¨ªa ser mejor: mayor crecimiento, incremento de la inversi¨®n, baja espectacular de la inflaci¨®n y del d¨¦ficit p¨²blico (algunos pa¨ªses latinoamericanos cumplen, o est¨¢n a punto de cumplir, los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht), multiplicaci¨®n centenaria de, las privatizaciones, etc¨¦tera.
Pero el cuadro de bonanza se rompe por el desempleo ("el paro no baj¨® y parece haber aumentado") y por el aumento de la pobreza y la desigualdad; tras una d¨¦cada de liberalizaci¨®n y de reformas estructurales, la falta de equidad empeor¨® en el subcontinente. Un panorama parecido se puede comentar de muchos otros pa¨ªses de la OCDE y de la Uni¨®n Europea, lo que muestra la dificultad de pron¨®sticos lineales.
En Europa las cosas tampoco son f¨¢ciles; la manifestaci¨®n de los franceses en Estrasburgo en contra del Frente Nacional, no lo ha sido s¨®lo contra el racismo y la xenofobia, sino contra un modo tecnocr¨¢tico de entender la Europa del futuro; los centenares de miles de italianos que se han lanzado a la calle contra el desempleo, o las movilizaciones de los metal¨²rgicos alemanes, indican un descontento que no puede reducirse s¨®lo al corporativismo del primer mundo y al miedo a los riesgos de una uni¨®n monetaria, sino al hecho de que ¨¦sta no venga acompasada de medidas de cohesi¨®n social.
Las manifestaciones de Renault implican la necesidad urgente de articular medidas pol¨ªticas contra la desagregaci¨®n del marco europeo, que hasta ahora est¨¢n ausentes de las, cumbres de los jefes de Estado y de Gobierno. El presidente de la UE, Jacques Santer, en el 40? aniversario de la misma, autoestimaba la, situaci¨®n: "Los ciudadanos no cuestionan tanto la finalidad del proyecto comunitario como nuestra manera de actuar".La izquierda y la derecha se han dotado, en Europa, de un cuerpo doctrinal, que es tanto como su propia Constituci¨®n: universalismo de los derechos, igualdad de los ciudadanos, seguridad social para todos. Se pueden cambiar las t¨¦cnicas de gesti¨®n, pero no la filosof¨ªa, sin demandar expl¨ªcitamente una reforma asumida por todos. La democracia social tambi¨¦n se encuentra en manos de la opini¨®n p¨²blica. No se puede facilitar el despotismo de los mercados, por la puerta de atr¨¢s, cuando este despotismo es dictado, en expresi¨®n del ex canciller alem¨¢n Helmut Schmidt, por los idiotas especializados: "Si usted mira lo que denomina mercados, lo que ve es un grupo de j¨®venes, de menos de 40 a?os y en mangas de camisa, siempre con los o¨ªdos prestos a escuchar la ¨²ltima historia sobre lo que ocurrir¨¢ ma?ana en Washington para comprar o vender d¨®lares. Los mercados no gobiernan el mundo, pero distorsionan la capacidad de los Gobiernos para gobernar sus respectivos pa¨ªses. Distorsionan y reducen la capacidad de los parlamentos y de los Gobiernos" (La Vanguardia del pasado 16 de marzo). Schmidt sabe que "si los Gobiernos no lo hacen [mantener el Estado del bienestar] ser¨¢n barridos electoralmente".
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