Capitalismo popular
LAS ?LTIMAS ofertas de acciones han dejado un poso de decepci¨®n entre los inversores individuales. Dos empresas bien distintas, Telef¨®nica y Adolfo Dom¨ªnguez, han visto c¨®mo la demanda de t¨ªtulos ha superado la oferta de forma espectacular. Ello ha dado lugar a una asignaci¨®n final, basada en prorrateos, que se ha saldado con una manifiesta desconfianza en los procedimientos con que tales colocaciones se llevan a cabo. Que los vendedores y las entidades bancarias que han actuado como colocadores de las acciones hayan cubierto ampliamente sus objetivos no es suficiente si se pretende que el ahorro se canalice: en mayor medida que hasta ahora hacia este mercado y si, al igual que ocurre en otras econom¨ªas m¨¢s avanzadas, tratamos de hacer de esos mercados mecanismos ¨²tiles para fortalecer el capital de las empresas.La favorable respuesta que los ahorradores han dado a esas y anteriores ofertas p¨²blicas de ventas (OPV) de acciones se explica, en primer lugar, por la leg¨ªtima pretensi¨®n de encontrar destinos con una mayor remuneraci¨®n que la, declinante de los activos de renta fija. Hasta ahora, la salud espec¨ªfica y las expectativas de generaci¨®n de beneficios de las empresas puestas a la venta parece haber importado menos en esas decisiones de inversi¨®n que la razonable constataci¨®n de que, en ausencia de atractivo de inversiones alternativas, las cotizaciones en el, mercado burs¨¢til han sido al alza. Y as¨ª est¨¢ ocurriendo en casi todos los pa¨ªses industrializados, especialmente en aquellos en los que la menor inflaci¨®n se ve acompa?ada de un saneamiento de las finanzas p¨²blicas, pues descienden los tipos de inter¨¦s y la demanda de financiaci¨®n p¨²blica.
En tales circunstancias, el sistema financiero espa?ol -sus mercados de capitales en particular- lejos de garantizar eficientemente la satisfacci¨®n de esas preferencias, ilustra algunas de sus m¨¢s importantes limitaciones y lastres hist¨®ricos. La ausencia de un mercado de acciones suficientemente amplio es una de las expl¨ªcitas. Poco importa que en los ¨²ltimos a?os, desde la promulgaci¨®n de la Ley de Reforma del Mercado de Valores, se hayan dado pasos importantes en la direcci¨®n de clarificar las pr¨¢cticas y homologarlas con los m¨¢s avanzados merca dos del mundo, porque sus fundamentos siguen exhibiendo rasgos propios de un capitalismo atrasado, reticente a modificar unas relaciones entre propiedad y control en la empresa que no permiten una ¨®ptima utilizaci¨®n de las potencialidades existentes. El dominio de peque?a dimensi¨®n, las reticencias de sus propietarios o grupos de control a someterse al escrutinio de los mercados de valores o el elevado grado de bancarizaci¨®n de la econom¨ªa siguen actuando como obst¨¢culos importantes para la existencia de un mercado de acciones suficientemente amplio y profundo. Que una mayor¨ªa del volumen transaccional del mercado espa?ol siga correspondiendo a empresas p¨²blicas o sujetas a regulaci¨®n es de por s¨ª suficientemente significativo.
Aun cuando las circunstancias que han rodeado las ¨²ltimas OPV hayan sido absolutamente compatibles con la regulaci¨®n en vigor, es necesario que la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores ponga a disposici¨®n de los ciudadanos informaci¨®n suficiente que contribuya a explicar esas peculiaridades del mercado burs¨¢til espa?ol, de las pr¨¢cticas de las entidades que act¨²an como colocadores de esas ofertas, de su responsabilidad en la dotaci¨®n de liquidez suficiente a los t¨ªtulos y de la adecuaci¨®n de los procedimientos de asignaci¨®n. De lo contrario, no s¨®lo se estar¨¢ haciendo un flaco favor a futuras operaciones, sino que se alimentar¨¢ ese oscurantismo con el que todav¨ªa un buen n¨²mero de espa?oles contempla la actividad de los mercados de capitales. Algo poco compatible con esa suerte de capitalismo popular en el que la ret¨®rica de este Gobierno parece tard¨ªamente arraigada.
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