Angola
Angola, colonia portuguesa hasta la independencia de 1975, dos veces y media mayor que Espa?a es un pa¨ªs de paisajes hermosos y vidas terribles. Contiene, exceptuando el desierto, las tres naturalezas africanas: el plano alto, la sabana y la selva. En el plano alto, la meseta central, corre un aire ligero y se contemplan puestas de sol de gases naranjas. En la selva, al norte, crece una humedad que penetra los tu¨¦tanos y una vegetaci¨®n que tupe el cielo hasta oscurecerlo, repleta de baubaps, los ¨¢rboles del principito, con ramas que brotan como patas de ara?a, en cualquier direcci¨®n. Cruzan la carretera monos peque?os y grises, aves violetas, amarillas y rojas. En la sabana, al sur, se siente un calor acechante y el sonido de especies imposibles, se ven insectos del tama?o de balas. Apenas se conocen animales de cuatro patas: la guerra los aniquil¨® o los traficantes los cazaron y vendieron en la fronteriza Namibia. En cada uno de los puntos cardinales de Angola, la belleza estalla ante los ojos, puebla de realidad la memoria de cientos de pel¨ªculas y documentos gr¨¢ficos. En ?frica, el tiempo o no existe o no puede ser medido con los baremos de Occidente. Las personas caminan cinco kil¨®metros para conseguir agua, transportar tierra con la que se construyen los kimbos o chozas, saludarse. Hay tribus olvidadas en el plano alto que no se acercan a la carretera. Hay tribus mayoritarias, los kimbundu y los umbundu, a las que pertenecen los amos del pa¨ªs: Dos Santos, el presidente del Gobierno, del Movimiento para la Liberaci¨®n de Angola (Mpela), y Savimbi, de la Unidad Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). Son dos facciones, dos pajarracos, que han expoliado y dividido a Angola, tantosocial como geogr¨¢ficamente, tras 20 a?os de guerra civil. Hay una tribu tan vieja como el mundo, los mumuilas. Se les ve pasear por los senderos, cerca de Chivie, en el Cunene. Las mujeres llevan el torso desnudo y decenas de coloridos collares en el cuello; en la cintura, un pa?uelo. Los hombres, taparrabos y arcos y flechas. El color, el olor de ?frica, respira en todo el pa¨ªs como un pulm¨®n peculiar y sonoro, con una mezcolanza de culturas. La historia de serpientes invisibles que guardan diamantes gigantescos; de esp¨ªritus malignos que se esconden en el interior de la mosca tse-tse, portadora del sue?o eterno; del insecto de la malaria; del dengue, un virus que provoca hemorragias internas.Y la miseria, que brota en la capital homicida y violenta, Luanda, donde las crianzas de la r¨²a, ni?os de entre cuatro y 15 a?os, semidesnudos y descalzos, invaden las calles. Y los mutilados, a miles, arrastr¨¢ndose sobre sus miembros segmentados. Y fuera de Luanda, en la extensa Angola, la segunda naci¨®n m¨¢s pobre del planeta en lo que se refiere a renta per c¨¢pita, la muerte, el hambre y la enfermedad se sumergen en los paisajes cotidianos.
Hay tres visiones que espantan el alma del viajero: Mavinga, Peu Peu y Piri.
Mavinga es un poblado sure?o en donde no aterrizan vuelos comerciales, con las carreteras cortadas por las minas (en el pa¨ªs se han sembrado m¨¢s de once millones de minas). As¨ª que Mavinga vive de Mavinga, mediante el sistema del trueque. No se encuentra dinero, jab¨®n, ropa, casi comida, nada. La mortalidad infantil, hasta la llegada de las ONG, era del 80% antes de los nueve meses.
Peu Peu es una c¨¢rcel cerca de Txangongo. Los presos est¨¢n esquel¨¦ticos, gemelos de las fotos del Lager de exterminio de Auschwitz o los campos de guerra de Bosnia. Se alimentan con dos cucharadas de arroz al d¨ªa, a las doce de la ma?ana y a las ocho de la tarde. No reciben agua. Sus cuerpos padecen la dichosa malaria, deshidrataci¨®n, desnutrici¨®n, sama, tuberculosis. En dos meses, el hambre y la enfermedad hab¨ªan convertido a un chaval de 16 a?os en un espectro de mirada ausente, incapaz de razonar; que, c¨®mo todos en Peu Peu, morir¨ªa.
Piri es uno de los 15 campos de acantonamiento de los soldados de la UNITA, creado para seis meses. Lleva un a?o en funcionamiento. Los soldados malviven en un ¨¢rea. En la otra, que m¨¢s que un acantonamiento es un campo de refugiados, se re¨²nen sus mujeres e hijos, un total de 6.000. Los ni?os carecen de leche y el hambre los dibuja con precisi¨®n. Fallecen tres ni?os por semana. Son enterrados en un cementerio con tumbas de tierra diminutas y cruces de madera.
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