D¨ªas de estreno
La Semana Santa es, desde hace un buen rato, la expresi¨®n de cierto periodo vacacional cuyo ¨ªndice de accidentes de tr¨¢fico ocupa el tercer lugar, tras la pausa veraniega y la navide?a. Este a?o ha crecido la tr¨¢gica contabilidad. Para los vecinos de Sevilla, Valladolid, Zamora, Reus, Palencia y otros pueblos y villas, los d¨ªas en que se llenaron las calles de forasteros y la mayor¨ªa se va, con los ni?os y los ancianos, a otra parte. En Madrid signific¨® la interrupci¨®n de ciertas v¨ªas urbanas, por donde transcurrieron, con premura, melanc¨®licas procesiones que alternan, el resto del a?o, con variadas muestras de protesta ciudadana. Aqu¨ª se instala el aburrimiento, mitigado en nuestra ¨¦poca por una ignorante indiferencia, si es que ambas cosas no son lo mismo.En verdad, la Corte celebra bien poco los nefastos de la Pasi¨®n de Cristo; tiene escasa tradici¨®n, y los largos par¨¦ntesis los aprovecha el personal para ausentarse, desentendidos del flujo de forasteros y turistas, sin intentar sacarles los cuartos, a cambio, naturalmente, de cosas y servicios. En otros lugares, la vacaci¨®n concluy¨® quiz¨¢ el martes, primero de abril, reanudaci¨®n de los colegios. Preveo un mimetismo con los h¨¢bitos catalanes y de algunas tierras cant¨¢bricas que estiran un d¨ªa m¨¢s la vacaci¨®n. No seguimos la industria italiana, por ejemplo. Recuerdo algunas coincidencias pascuales en Roma, cuando el horario de las tiendas se ampl¨ªa esas fechas.
Las procesiones han recorrido, apenas el per¨ªmetro de la barriada, con horario regulado, para permitir la asistencia m¨²ltiple. La m¨¢s famosa en nuestra ciudad, sin duda, la de Jes¨²s de Medinaceli, con el aliciente de conceder a los devotos una de las tres mercedes solicitadas en Viernes Santo, v¨¢lido luego al primero de cada mes. Con pareja insistencia y renovada fe jugamos Bonoloto, la Primitiva y otras milagrer¨ªas controladas por el Estado con gran ¨¦xito.
De ma?ana, el desfile de la gente moza, seguidas con discreci¨®n, y respetuosamente piropeadas, las damas y damiselas. Por la tarde, para quienes pretendian la reflexi¨®n y la penitencia, era ortodoxo y bien visto asistir a los Oficios de Tinieblas y a Ias interminables pl¨¢ticas y homil¨ªas. Hab¨ªa parroquias tradicionales, iglesias populares y templos de moda. Tras los Benedictus, Laudes, Ant¨ªfonas y Misereres se celebra una especie de festival de serm¨®n en el que tomaban parte los m¨¢s destacados oradores sagrados en una maratoniana competencia. De seguro ¨¦xito era el de las Siete Palabras, que pod¨ªa durar tres o cuatro horas de verbo apasionado, donde jesuitas como el padre Laburu barr¨ªan a capuchinos, terciarios, franciscanos, agustinos e incluso dominicos.
Cuesta trabajo recordar en qu¨¦ pas¨¢bamos el tiempo, sin televisi¨®n, f¨²tbol, v¨ªdeos, discotecas juveniles o escapadas a la parcela quien pod¨ªa. Algunas salas hac¨ªan el agosto proyectando pel¨ªculas de romanos, siempre las mismas. Quo vadis?, Ben-Hur, Los diez mandamientos. En cualquier coliseo brillaba el genio dram¨¢tico de Enrique Rambal, precursor de los efectos especiales m¨¢s imaginativos, Spielberg de un G¨®lgota de cart¨®n piedra donde el estruendo de tambores y cacerolas y los rel¨¢mpagos de un conmutador disimulaban a la hija del primer actor y director -en el doble papel de Dolorosa y Longinos- atiz¨¢ndole un brochazo de almagre en el costado al figurante crucificado. Era, en realidad, tiempo de ajetreo s¨®lo para la gente de far¨¢ndula, cuyo a?o natural comenzaba, alzando el tel¨®n, el S¨¢bado de Gloria, con estrenos teatrales.
La enga?osa dulzura del recuerdo tras el pesado silencio de aquellas latos¨ªsimas jornadas y el sobresalto campaneo fren¨¦tico que sacud¨ªa un Madrid amodorrado a las tres en punto de la tarde del s¨¢bado. Amarradas al hierro de balcones y ventanas, iban sec¨¢ndose las palmas del Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos. La cartelera de espect¨¢culos echa mano de j¨®venes promesas como Lope, Calder¨®n, lbsen, Buero Vallejo. Perdimos las palmas, el hast¨ªo, quiz¨¢ la contrici¨®n y el gozo devolver a encontrarle un sabor sin burbujas a la vida, despu¨¦s de unas tinieblas que sab¨ªamos transitorias.
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