'Tens¨®': poema a dos voces en el abismo
Leopoldo M. Panero y Claudio Rizzo sobreviven a su combate po¨¦tico, que publica Hiperi¨®n
Dos hombres unidos por la soledad acaban de conocerse. Se citan en el hotel Txirrita (Trovador, en euskera), a unos 200 metros del sanatorio psiqui¨¢trico Santa ?gueda de Mondrag¨®n (Vizcaya). A¨²n no lo saben, pero van a pasar juntos 12 d¨ªas. Una foto borrosa los retrata sentados en el sof¨¢ del hostal. El de la derecha es Leopoldo Mar¨ªa Panero (Madrid, 1948), ha llegado andando desde su casa -vive en ese psiqui¨¢trico desde hace 20 a?os- y cree que Ia poes¨ªa sirve para demostrar que la locura no existe". El otro es Claudio Rizzo, naci¨® en Novi Ligure (G¨¦nova) en 1944 pero habita en Canarias desde los a?os sesenta y ha hecho 4.000 kil¨®rnetros con los tres peque?os tomos de sus poes¨ªas completas (editada por Anthropos) como ¨²nico equipaje.
Entre ambos suman cientos de poemas publicados, pero casi nadie los conoce por eso. Antes de la cita, Rizzo s¨®lo sabe de Panero por la lectura de Locos: "Cuando lo le¨ª, enseguida quise conocer a aquel tipo que en cierto modo me recordaba a m¨ª mismo. Le llam¨¦ y me present¨¦ en Mondrag¨®n". La idea es embarcarse en una tens¨®, palabra provenzal que define una lucha dial¨¦ctica entre dos o m¨¢s poetas, ver lo que sale y tratar de publicarlo. O no.
Oscuridad y riqueza
"Hubo relativa disparidad entre nosotros, pero eso no importaba: est¨¢bamos metidos en una lucha por ver qui¨¦n era m¨¢s oscuro y m¨¢s rico", dice ahora Panero entre interferencias, largos silencios y llamadas de los enfermeros de Santa Agueda para que acuda a comer. "Trabajamos en medio de un fr¨ªo perro, rodeados de locos. Pero de locos aut¨¦nticos, no como Leopoldo, que es afectivamente desequilibrado pero en absoluto loco", explica Rizzo desde Las Palmas.El resultado de esos d¨ªas al lado del abismo, escribiendo y callando entre bromas y vasos es Tens¨®, un libro de apenas 50 p¨¢ginas que publica Hiperi¨®n. Poema a dos voces que son en realidad una, anda lleno de im¨¢genes ins¨®litas, versos inquietantes y preguntas como ¨¦sta: '?Por qu¨¦ los hombres lloran? ?No es peor el silencio? / ?No es peor que la barba y su sonrisa h¨²meda de borrachos / que escupen sobre el poema y arden en la hoguera feroz / de la nada en donde Dios embiste con usura ...?'
Desde la dedicatoria inicial y doble el lector sabe que ese fuego se apag¨® solo, pac¨ªficamente: A Claudio Rizzo, il miglior fabbro (el mejor herrero -verso del Infierno de Dante-); a Leopoldo Panero, il mio amico. "S¨ª, naci¨® una amistad tremenda", explica el poeta italiano. "Yo nunca hab¨ªa conocido una ternura y un humor como los de Leopoldo. Tengo muy pocos amigos ¨ªntimos, pero ahora ¨¦l es uno de ellos".
"Si es que yo de loco no tengo nada" se, irrita Panero. "Si acaso soy tel¨¦pata, ahora que estoy jodido en este ring de boxeo lo entiendo mejor. Los locos me pegan cuando me llaman por tel¨¦fono: se creen que soy importante y eso les envenena. Pero Claudio es diferente. Y ahora me va a llevar al manicomio de Canarias".
Hijo del conocido poeta falangista del mismo nombre, Leopoldo Panero ha vivido desde joven en el lado oscuro: rodeado de psiquiatras, pastillas -"ahora s¨®lo me dan Leponex para dormir"-, poemas y pel¨ªculas como El desencanto 1 y 2, testimonios de la decadencia de una familia ilustrada -el primero en pleno franquismo, el segundo en la democracia- que airearon las heridas m¨¢s ¨ªntimas del clan. Hoy, el segundo hermano parece haber olvidado a su familia -"De Michi s¨®lo s¨¦ que est¨¢ muy jodido, que parece demolition man- y ya ni siquiera declara creer en la locura: "Pensaba que los locos eran santos, los cr¨®nicos sobre todo, porque han soportado duchas, electrochoques, tipos dici¨¦ndoles 's¨¢cate la mierda de la cabeza'... Ahora s¨¦ que cuanto m¨¢s sufre uno, m¨¢s hijo de puta es".
Pero al mismo tiempo, sorprendentemente, sigue trabajando con dedicaci¨®n de monje. Escribe poemas solo -'La visita se ha ido, / quedan sobre la mesa p¨¦talos de ceniza"-; dicta conferencias -"ahora doy una sobre eleg¨ªas medievales, eso tan gracioso que narraba c¨®mo el Esp¨ªritu Santo le entraba a la Virgen por la oreja"-; redacta textos antipsiqui¨¢tricos, est¨¢ a punto de publicar una obra de teatro titulada Carne vale y habla en la radio, en el espacio de Javier Sard¨¢, "si al se?or Cassamaj¨® no le da por dejarnos sin prograrna".
En esas circunstancias encontr¨® Rizzo a Panero. El genov¨¦s dice que "la cosa funcion¨® porque ten¨ªamos muchas cosas en com¨²n: los dos hemos vivido radicalmente, lejos de las normas, los dos creemos en la poes¨ªa como transgresi¨®n, y los dos rompemos la tradici¨®n espa?ola: preferimos La tierra bald¨ªa, de Eliot, a la generaci¨®n del 27, estamos m¨¢s cerca de Dylan Thomas que de Lorca. Y adem¨¢s nos hemos dedicado a escribir, no a llamar por tel¨¦fono a los cr¨ªticos".
La colaboraci¨®n se tambale¨® durante los primeros cinco d¨ªas -"antes, Leopoldo no me ten¨ªa confianza"-, pero finalmente es dif¨ªcil distinguir qui¨¦n escribe qu¨¦. Ser¨¢ tal vez, como sugiere Panero en el pr¨®logo, que "el hombre no pertenece a la p¨¢gina. Y la muerte del autor lleva a esa poes¨ªa colectiva". Pero Panero y Rizzo est¨¢n vivos: se llaman cinco veces por semana, planean hacer Tens¨® 2, Rizzo quiere traducir al italiano el corpus entero de Panero y sigue prometiendo llev¨¢rselo a Canarias. "Si el director de Santa ?gueda nos deja".
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