'El dedo acusador'
Aquella colosal campa?a para liquidar pol¨ªticamente a Alfonso Guerra tuvo uno de sus apoyos m¨¢s recurrentes en hacerle firmar el acta de defunci¨®n de Montesquieu. Claro que Guerra jam¨¢s mat¨® al bar¨®n de la separaci¨®n de poderes; se limit¨® a recoger la posici¨®n de muy sesudos constitucionalistas que han certificado la evidencia m¨¢s sangrante en la mayor¨ªa de los Parlamentos modernos y es que el Ejecutivo legisla mediante la imposici¨®n de una disciplina f¨¦rrea de voto al grupo parlamentario que le apoya.La falta casi absoluta de libertad individual para los parlamentarios garantiza a cambio la estabilidad del Ejecutivo, lo que no es poco para los Gobiernos y para los ciudadanos que critican en ocasiones esta imposici¨®n de disciplina.
Pero la salud de Montesquieu no s¨®lo se ha visto seriamente quebrantada por el hachazo disciplinario de los partidos y de los. grupos parlamentarios que genera cada proceso electoral. Basta a veces el gesto de un dedo para que la voluntad legislativa resulte doblemente distorsionada. Ocurri¨® ayer en el Congreso.
En cada votaci¨®n, un responsable del grupo levanta un dedo si el voto debe ser afirmativo; dos, si se opta por la abstenci¨®n; y tres cuando se exige el voto negativo. El encargado de esta tarea tan aparentemente pedestre como trascendental levanta el brazo y gira la mu?eca repetidas veces exhibiendo uno, dos, o tres dedos en alza seg¨²n la f¨®rmula descrita.
Manuel N¨²?ez, diputado del PP, sufri¨® ayer un lapsus y exhibi¨® sucesivamente uno y tres dedos. Parte de los miembros de su grupo vieron la primera se?al, pero otra parte s¨®lo la segunda y dijeron no donde quer¨ªan decir s¨ª.
El portavoz del Grupo Popular, Luis de Grandes, se vi¨® forzado a una explicaci¨®n parlamentariamente pat¨¦tica: sabemos que no se puede repetir la votaci¨®n porque no existen precedentes, vino a decir, pero quiero que "quede constancia en el Diario de Sesiones de que la intenci¨®n del voto era, naturalmente, la que produce la mayor¨ªa del grupo". Y remach¨® la idea: "Que conste en el Diario de Sesiones el sentido de nuestro voto a todos los efectos".
Intenci¨®n, sentido y voluntad torcidos por un gesto equivocado. De Grandes expresaba as¨ª una inquietante obviedad capaz de inquietar los restos de Montesquieu: estaba tan seguro de que no se rompi¨® la disciplina que pod¨ªa constatar para el Diario de Sesiones que la divisi¨®n de voto de su grupo se hab¨ªa producido "por unas u otras razones", dijo, pero no desde luego por un movimiento consciente en sus esca?os.
El suceso servir¨¢, adem¨¢s, para cimentar con fuerza una de las acusaciones m¨¢s habituales frente a los parlamentarios. Aprietan el bot¨®n de voto con rigurosa inconsciencia, en un puro movimiento gregario tras el dedo conductor, aunque a veces, como ayer, el dedo se torne clamorosamente acusador.
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