Auster
De Paul Auster (Nueva Jersey, 1947), autor de varias novelas y un par de guiones, narrador de la ciudad de Nueva York, se suele explicar que es un novelista racional, que sus personajes son ambiguos, que sus temas, aparte de la gran manzana, son la soledad y el azar; incluso que le concede una importancia m¨ªnima al amor. Auster, en el libro de conversaciones mantenidas con Gerard de Cortanze, ni lo desmiente ni lo afirma. Sigue el juego, pues, al cabo, de literatura s¨®lo saben los escritores, y a veces los lectores, que son los que reciben y devuelven la pegada. Editores, agentes, cr¨ªticos y dem¨¢s sat¨¦lites, sin llegar a ser diletantes, acarician de lado el arte y se empe?an en catalogar a los narradores en escuelas, generaciones, tendencias y cangilones que terminan por asfixiar la creaci¨®n, la alianza natural que siempre se produce entre el escritor, el silencio y las palabras. Forzarlas ser¨ªa tan est¨²pido como permitir que controlasen la hoja en blanco, a decir de algunos un temor, seguramente de los que carecen de ideas.Paul Auster m¨¢s que racional es intuitivo, m¨¢s que personajes ambiguos inventa hombres y mujeres complejos, como cualquiera que se precie de ser humano. En su obra, el azar aparece a menudo, pero siempre motivado por el conflicto, que est¨¢ ah¨ª, en las entra?as del personaje, desde que el autor lo ha concebido hasta que lo mata con el punto y final. La soledad no es tal, o no es ¨²nicamente el viejo lloriqueo del hombre frente a lo que le rodea u otras justificaciones. La soledad que Auster refleja en sus novelas, aparte de la propia de la gran ciudad, una Nueva York umbr¨ªa y burbujeante, es la del miedo, la duda del futuro, la asunci¨®n del pasado como algo inevitable y del presente como una tristeza necesaria.
Los personajes de Auster no piensan que el destino est¨¦ estampado en las estrellas o sea dictado por un Dios impersonal. Se dejan arrastrar por unas contingencias que ellos mismos alimentan y no por el azar, que son cosas bien distintas. El problema aparece frente a las narices de Quinn (Ciudad de cristal) cuando alguien llama por equivocaci¨®n a su n¨²mero. El azar se representa en la llamada, el arranque. El coraz¨®n de la novela est¨¢ en las contingencias que encara Quinn, porque ¨¦l as¨ª lo elige. Escoge una vida solitaria para hurgar en sus heridas. Ni siquiera se preocupa en resta?arlas. Decide que a trav¨¦s de la dificultad se conocer¨¢, y lo consigue: termina desapareciendo. La Trilog¨ªa de Nueva York, Leviat¨¢n, El palacio de la luna, todas las novelas de Auster, son obras de ingenier¨ªa literaria, de estructuras que brotan de una intuici¨®n desmesurada y una inteligencia milim¨¦trica, que a¨²nan lo mejor de la tradici¨®n europea y la norteamericana. Los escritores europeos, por fortuna, trabajan con el tiempo como materia, se obsesionan en c¨®mo las fechas deterioran o galvanizan las relaciones, en c¨®mo act¨²an sobre los sentimientos, decapan la realidad o transforman los sue?os. Los norteamericanos tienden a ocuparse del espacio, el movimiento, los sucesos que ocurren encima del suelo, de lo inmediato. Auster combina el espacio y el tiempo, las descripciones y los momentos, profundizando en eso que se llama la voluntad, que puede torcer o no un acontecimiento exterior, depende de la pasta del individuo. Los personajes de Paul Auster tienen mucho de antih¨¦roe, suelen disiparse con tal de lograr un fin, de triunfar contra toda hip¨®tesis. El novelista se recrea en lo invisible, y niega la m¨¢xima: ojos que no ven, coraz¨®n que no siente. En la recreaci¨®n de lo invisible, lo intangible, se halla la aportaci¨®n del escritor norteamericano a la novela moderna. Invierte los t¨¦rminos. El que en apariencia, de principio a fin, parece un personaje secundario, acaba por convertirse en el protagonista. Lo ha conseguido siendo la referencia, las espinas del erizo, el comentario pasajero, el amigo que se comienza a recordar y ya no es posible olvidar. Ese protagonista, utilizando una aguja que no se ve pero que transcurre por los subterr¨¢neos de la novela (donde atinan los grandes escritores y se pierden los mediocres), hila la historia. De esta manera, Paul Auster atrapa, no con la ambig¨¹edad y la trampa.
Se dedica a retratar la realidad: el enga?o.
Babelia
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