Barenboim rinde homenaje a Celibidache
Volvi¨® a Madrid Daniel Barenboim esta vez al frente de su orquesta berlinesa. Desde hace muchos a?os la actuaci¨®n de Barenboim como pianista, director o como ambas cosas a la vez, supone un v¨¦rtice en el discurrir de nuestra vida musical. El p¨²blico espera a Barenboim. porque conf¨ªa en su talento, pero adem¨¢s le quiere de manera entra?able. Alguna vez imagin¨¦ que el fervor por Barenboim se asemeja al que goz¨® Eduardo Risler en el Madrid musical del primer cuarto de siglo. Pero esto lo conocemos a trav¨¦s de testimonios, mientras hubo otro caso mucho m¨¢s cercano que hemos vivido: me refiero a Rubinstein. Y en el terreno de la direcci¨®n vivimos todav¨ªa a la sombra perdida de Sergiu Celibidache.Precisamente a Celibidache han querido dedicar Barenboini. y Mion ¨ªos conciertos cie estos alas. Barenboim adoraba y admiraba al gran gur¨² musical con pasi¨®n de amigo y porosidad de catec¨²meno. Y entre ambos exist¨ªan muchas coincidencias: la autenticidad de sus vocaciones, la inteligencia,el sentido ir¨®nico de su car¨¢cter y la gran calidad humana. Todos recordamos ayer tarde a Celibidache no s¨®lo por el homenaje programado sino desde no escasos tramos interpretativos de Barenboim. As¨ª, la inmensa serenidad del tema principal en el allegro de la Sinfon¨ªa en Si menor, de Schubert, que deber¨ªamos denominar 11 genialmente completa" en lugar de "inacabada". As¨ª, tambi¨¦n, en la hond¨ªsima versi¨®n de la. Marcha f¨²nebre en la Sinfon¨ªa en Mi bemol, de Beethoven.
Ciclo Orquestas del Mundo (Iberm¨²sica / Caja de Madrid)
Staatskapelle de Berl¨ªn. Director: Daniel Barenboim. Obras de Schubert y Beethoven. Auditorio Nacional.Madrid, 14 de abril.
Tiene la obra de Schubert mucho ensimismamie nto l¨ªrico, grandeza horizontal y perspectiva sin fin; en su estructura de d¨ªptico, el Andante suena cual respuesta improrrogable del allegro. Es quiz¨¢ el m¨¢s extenso lied en dos partes que, sin palabras, se haya escrito. Llegar al fondo de esta m¨²sica traspasando las fronteras huidizas de la simplicidad es algo reservado a los talentos singulares: por ejemplo Daniel Barenboim. ?Qu¨¦ admirable fluencia la de Schubert y qu¨¦ sutil y firme cauce el de la gran Staatskapelle!
La Tercera sinfon¨ªa beethoveniana -supone- tina experiencia distinta: no es un poema en cuatro partes, pero lo parece; -no describe, pero simboliza. Su allegro con br¨ªo cuenta entre esas raras y extensas estructuras en las que la palpitaci¨®n r¨ªtmica, el de-venir de las tensiones y la transformaci¨®n de los temas son igualmente sustanciales. En cierta ocasi¨®n, hablando con gentes de m¨²sica, preguntaba Ortega y Gasset si en ella hab¨ªa "cascote" como en la construcci¨®n arquitect¨®nica. La respuesta fue f¨¢cil: lo hay muchas veces salvo en casos excepcionales como el de Bleethoven. Lo peliagudo es llegar a evidenciar esa ausencia de cascote o, lo que es lo. mismo, dar con el sentido constitutivo de todos los elementos. Barenboim,cruzada ya la frontera de los 50 a?os, resuelve todo lo que en el hecho'musical no es misterioso pero s¨ª invisible. Ynos da un cuadro sonoro tan rico y rotundo como sugieren los pentagramas de Beethoven.
De la Marcha f¨²nebre ya dijimos algo. Despu¨¦s de su larga y doliente expresividad se alza el torbellino del scherzo en fulgurante andadura hacia lo que parece su cl¨ªmax: el tr¨ªo, con la voz protagonista de las trompas. Al fin, las soberbias variaciones del allegro final, mucho m¨¢s luminosas que el mism¨ªsimo canto sobre Schiller en la Novena sinfon¨ªa. Desde el punto de vista composicional se trata de un incre¨ªble trabajo de transmutaci¨®n que a su vez queda unificado por el potente impulso que lo anima.
luci¨®n tan satisfactoria como arrolladora en su poder de convicci¨®n. El triunfo fue absolutamente clamoroso y los aplausos transparentaban, junto a la admiraci¨®n, la gratitud.
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