Dos gigantes
LOS PRESIDENTES de Rusia y China han firmado en Mosc¨² una declaraci¨®n conjunta "contra el mundo monopolar", que reafirma la voluntad de estos dos grandes pa¨ªses de ejercer como grandes potencias y su temor a que se consolide la hegemon¨ªa mundial de Estados Unidos que se perfila desde el fin de la guerra fr¨ªa y la desintegraci¨®n del Pacto de Varsovia y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Jiang Zemin, de visita oficial en Rusia, y su anfitri¨®n, Bor¨ªs Yeltsin, muestran en este documento su "preocupaci¨®n por el reforzamiento de los bloques militares", en clara referencia a la ampliaci¨®n de la OTAN, e insisten en que el nuevo orden mundial no debe tener un ¨²nico pilar o polo, sino varios. La declaraci¨®n no debe ser, sin embargo, considerada como antioccidental, especialmente cuando Rusia aspira a entrar en el Grupo de los Siete, y China, en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio.El contenido de la declaraci¨®n de Mosc¨² de los l¨ªderes ruso y chino es perfectamente l¨®gico y leg¨ªtimo. Rusia aspira a mantener un status que las realidades intemas del pa¨ªs le discuten tercamente y China emerge ya claramente como una superpotencia para el pr¨®ximo siglo. Ambas consideran que Estados Unidos ha asumido un liderazgo en el mundo que va en contra de sus intereses. Tambi¨¦n en Europa existe preocupaci¨®n por una posici¨®n hegem¨®nica que refuerce la tendencia de Estados Unidos a menospreciar los intereses ajenos.
En la reuni¨®n de los dos presidentes se constat¨®, seg¨²n el Kremlin, la evoluci¨®n positiva del tri¨¢ngulo Rusia-China-India". No es la primera vez que emerge la posibilidad de una coordinaci¨®n internacional entre estos tres inmensos pa¨ªses. Pero nos hallamos, sin duda, muy lejos de poder hablar de una alianza. Ni siquiera entre Rusia y China, que llevan ya muchos a?os intentando superar la profunda hostilidad que provoc¨® el cisma ideol¨®gico de la desestalinizaci¨®n en la URSS en la d¨¦cada de los cincuenta. Los dos gigantes tienen en com¨²n suficientes intereses y una largu¨ªsima frontera que hacen l¨®gica la intensificaci¨®n de unas relaciones que ya 91 alcanzan un volumen significativo para la econom¨ªa de ambos. La firma, ayer, de un acuerdo para la reducci¨®n de tropas en la frontera com¨²n es un paso m¨¢s en este sentido. Y el entendimiento entre Mosc¨² y Pek¨ªn, por ello, positivo, pues lo contrario s¨ª crear¨ªa inestabilidad no s¨®lo en Asia, sino en todo el mundo.
No obstante, parece evidente que, al menos por parte china, las cr¨ªticas al sistema monopolar no se refieren tan s¨®lo a una posible hegemon¨ªa norteamericana, sino tambi¨¦n, y posiblemente en primer lugar, a la vigencia y aceptaci¨®n universal de unos valores, los democr¨¢ticos y de respeto a los derechos humanos, que Pek¨ªn niega a sus ciudadanos. La reivindicaci¨®n del derecho a la peculiaridad o al factor diferencial de unos reg¨ªmenes pol¨ªticos para defenderse de las cr¨ªticas a sus violaciones de los derechos humanos es un recurso muy manido por todas las dictaduras.
India desde mucho antes, y Rusia m¨¢s recientemente, tienen reg¨ªmenes que, aunque imperfectos, tienden a la democracia. Y aceptan el car¨¢cter universal de los derechos humanos individuales y colectivos. No es el caso de China. Por ello, si se trata de apoyar la creaci¨®n de un mundo multipolar donde puedan defenderse los intereses de todos frente a ambiciones hegemonistas de cualquiera, la declaraci¨®n de Mosc¨² es saludable. Pero no si se trata de un intento de rechazar el valor universal de los derechos humanos.
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