Sobre ¨¦pica guerrillera
Las reacciones al asalto militar de la Embajada japonesa en Lima no dejan de ser curiosas. Sobre todo, una vez m¨¢s, aqu¨ª en Espa?a. Resulta que Fujimori es un nazi para muchos. "Ha sucedido lo peor", han llegado a decir algunos comentaristas. ?Hombre, pues no. Lo peor no! Han sido liberados todos los secuestrados menos uno. El Ej¨¦rcito ha tenido s¨®lo dos bajas, pocas en una operaci¨®n tan compleja., Y s¨ª, es cierto, murieron los 14 secuestradores. Todo indica que exist¨ªa orden de no dejar vivo a ninguno. Pero a la vista de dichas reacciones, parece que las v¨ªctimas del drama no eran los rehenes amenazados de muerte, m¨¢s de 400 inicialmente, 72 al final, sino los 14 terroristas.Vaya por delante el rechazo que provocan muchas de las actuaciones protagonizadas por el presidente Fujimori en los a?os que lleva en el poder en Lima. Y la repugnancia que produce la l¨®gica expresada por uno de sus portavoces cuando asegur¨® que en estas operaciones militares no se hacen prisioneros. Se equivoca. Y revela adem¨¢s la catadura moral propia y de su presidente. Porque en las guerras s¨ª se hacen prisioneros, Y lo que distingue a quien tiene la raz¨®n de quien no la tiene, al margen de todos los intereses que se diriman en los conflictos, es precisamente el hecho de que el primero hace prisioneros y los trata humanamente. Fujimori no trata con un m¨ªnimo de humanidad a los presos de la guerra contra el terrorismo en Per¨². Las c¨¢rceles subterr¨¢neas, los juicios secretos, los desaparecidos y las torturas lo evidencian.
La soluci¨®n violenta del secuestro era una opci¨®n abierta y leg¨ªtima porque un Estado tiene el derecho a recurrir a ella cuando la violencia ileg¨ªtima, el secuestro del 17 de diciembre, lo desaf¨ªa de tal modo. Aquellos que se rasgan las vestiduras ahora por la lamentable muerte de los terroristas deber¨ªan haber centrado sus esfuerzos en convencer al jefe del comando, N¨¦stor Cerpa, de que pusiera fin a esta acci¨®n criminal y aceptara la oferta de salvoconducto hacia Cuba o la Rep¨²blica Dominicana.
Pero no. Aqu¨ª se ha vuelto a imponer esa ¨¦pica del buen guerrillero. Se entienden los cr¨ªmenes que comete porque "en el fondo tiene raz¨®n". Es decir, se perdonan los malos medios porque se aplauden los buenos fines. Mientras no aceptemos que no existen buenos fines alcanzables con malos modos estaremos sometidos a esta confusi¨®n moral que lleva a algunos a considerar malo el secuestro de Ortega Lara y menos malo el de los 72 rehenes de Lima. Nada la representa mejor que esa sibilina distinci¨®n entre guerrilleros (los que acosan a quienes nos son antip¨¢ticos) y terroristas (los que nos acosan a nosotros).
El Ej¨¦rcito ha matado a miembros del MRTA que pod¨ªa haber detenido. Es otra prueba del desprecio de Fujimori a las consideraciones humanitarias que diferencian a una autoridad civilizada de una que no lo es. Pero no hay motivo para reevaluar al personaje. Nada le caracteriza mejor que el detestable gesto de posar junto a los cad¨¢veres del MRTA como si fueran trofeos de caza.
Pero constatar que Fujimori es una mala persona y que en Per¨² existe el crimen de Estado no resta legitimidad a la operaci¨®n. Los que ahora le llaman nazi deber¨ªan haber calificado as¨ª a los que retuvieron y se dec¨ªan dispuestos a matar a decenas de personas por el mero hecho de asistir a una recepci¨®n. Algunos parecen lamentar que este caso de ¨¦pica guerrillera no acabara con "final feliz", es decir, la derrota del Estado. Y en alg¨²n comentario se advierte incluso el pesar por que la operaci¨®n no se saldara con muchos rehenes muertos para poder equiparar de nuevo a v¨ªctimas inocentes con quienes han sido v¨ªctimas finalmente, pero responsables m¨¢ximos de la tragedia y desde un principio se hab¨ªan declarado dispuestos a ser verdugos.
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