La violaci¨®n del lenguaje
Parece ser que el gran debate pol¨ªtico de los tiempos presentes gira en torno a un descodificador. A diferencia de lo ocurrido con ' otros proyectos legislativos, empantanados o retirados despu¨¦s de conocidos sus borradores, el Gobierno ha echado toda la carne en el, asador para sacar adelante a ti?a de caballo dos leyes destinadas a proteger ese ¨¢mbito tan sensible de nuestros derechos fundamentales como son el acceso a la televisi¨®n digital y a los partidos de f¨²tbol. Pose¨ªdo de encomiable celo por la defensa del inter¨¦s general, el Congreso ha decidido compartir los desvelos de los diferentes ministerios y de los extra?os compa?eros de viaje implicados en la operaci¨®n y garantizar a todos los ciudadanos, incluso a los que no piensan alquilar ni comprar en su vida uno de esos litigiosos utensilios, la libertad amenazada. Toda esa cruzada para imponer un descodificador inexistente y cargarse otro en activo resultaba m¨¢s o menos grotesca y arbitraria hasta que se ha intentado justificar, con el recurso a las grandes palabras que constituyen herencia de las tradiciones liberal y marxista. Si se al Partido Popular y al presidente Aznar, con la aprobaci¨®n del proyecto de ley por el Congreso, la soberan¨ªa nacional ha optado por un tipo de descodificador y no hay ya lugar para el debate. Habl¨® la soberan¨ªa nacional y punto en boca: no hay m¨¢s que hablar. Pero, si se cree al Partido Comunista y a su portavoz Alcaraz, eligiendo un determinado electrodom¨¦stico -voz con la que Alcaraz ha identificado al artefacto en cuesti¨®n-, los diputados que han votado "s¨ª" al proyecto del Gobierno han optado por el progreso y por incorporarse a las filas de la lucha contra los monopolios. La naci¨®n ejerciendo como un todo la soberan¨ªa es met¨¢fora muy querida de las huestes liberales; la lucha contra la oligarqu¨ªa, con las masas guiadas por el partido de vanguardia, es imagen central de la tradici¨®n marxista. Y mire usted por donde un descodificador ha venido a unificar el discurso de dos tradiciones que se ten¨ªan por enfrentadas desde sus mismos or¨ªgenes.Eran, antes de su degradaci¨®n, palabras sublimes impregnadas de cierta ¨¢ura sagrada, como religiosa. Los liberales de] siglo pasado arriesgaban la vida cuando hablaban de soberan¨ªa nacional, de libertad, de intereses generales, de progreso. Los marxistas de las diversas ortodoxias conocieron a?os de c¨¢rceles por empe?arse en su lucha por la igualdad contra los poderes monopolistas. Unificando el lenguaje liberal con el marxista, lo que nos vienen a decir Aznar y Alcaraz es que ya no estamos en el siglo XIX, ni siquiera a mitad del XX; que ya hemos entrado en el pa¨ªs de las maravillas: aqu¨¦l en el que el discurso marxista ratifica al liberal y el liberal argumenta como si fuera marxista. Un breve an¨¢lisis estad¨ªstico del l¨¦xico utilizado por Aznar y Alcaraz para cantar las excelencias del descodificador de marras muestra que las tradiciones liberal y marxista no eran paralelas destinadas a darse la espalda hasta el infinito, tampoco tangentes que en alg¨²n momento se cruzar¨ªan para alejarse de nuevo, sino convergentes que acaban de fundirse por un milagro de la t¨¦cnica multicrypt.
Contemplar c¨®mo los dos grandes l¨¦xicos pol¨ªticos que han atravesado toda la historia de Europa desde la Revoluci¨®n Francesa hasta antes de ayer se unifican en boca de populares y comunistas gracias a un misterioso artilugio producir¨¢ en los muy j¨®venes un encogimiento de hombros, pero a los mayores no puede ocasionarnos sino cierta melancol¨ªa. A esto ha venido a parar la mejor herencia liberal y progresista: a palabras vac¨ªas o, m¨¢s que vac¨ªas, violadas, forzadas a significar lo contrario para lo que fueron inventadas. Soberan¨ªa nacional, inter¨¦s general, libertad, progreso, igualdad: cuando uso una palabra, replic¨® Humpty Dumpty a Alicia, significa lo que yo quiero que signifique, ni m¨¢s ni menos... La cuesti¨®n es saber qui¨¦n manda aqu¨ª. Eso es todo.
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