De aqu¨ª al 2000
Jacques Chirac puede ser un inconstante, pero nadie le negar¨¢ olfato pol¨ªtico. La decisi¨®n del presidente franc¨¦s de anticipar las elecciones legislativas es arriesgada, pero despejar¨¢ una inc¨®gnita con vistas a una decisi¨®n sobre la moneda ¨²nica en la primavera de 1998 que, de otro modo, hubiera coincidido con comicios en Francia. Puede, s¨ª, complicar las negociaciones para la reforma del Tratado de Maastricht que habr¨ªan de concluir el 17 de junio en Arnsterdam o algunas semanas despu¨¦s. El calendario europeo de esta Europa finisecular es sumamente complejo y corre el riesgo de devorar a sus protagonistas.Elecciones, pues, en Francia, cuya segunda vuelta tendr¨¢ lugar el 1 de junio. Un mes antes sabremos qui¨¦n formar¨¢ nuevo Gobierno en el Reino Unido. Pronto se ver¨¢ si la presidencia holandesa convoca un Consejo Europeo informal el 23 de mayo para que el jefe del nuevo Gobierno brit¨¢nico pueda presentarse en sociedad y perfilar -ya se espera que con capacidad de decisi¨®n por parte de Londres- su pol¨ªtica europea. Pero las elecciones francesas pueden dar al traste con esta reuni¨®n. Aunque, despu¨¦s de todo, no est¨¢ en juego la presidencia de la Rep¨²blica Francesa ni la continuidad que imprime a la pol¨ªtica exterior y europea de Francia.
Al calendario de 1997 hay que sumar la cumbre de la OTAN a principios de julio en Madrid, que ha de aprobar la reforma y el alcance de la ampliaci¨®n de la Alianza. Y en ello Francia -cuya ductilidad se puede ver afectada por el proceso electoral- tiene mucho que decir, lo cual, a su vez, puede repercutir en el desarrollo de la Europa de la defensa. En 1997, adem¨¢s, se ha de proceder a la ratificaci¨®n del futuro Tratado de Amsterdam -incluso con algunos referendos- y a la apertura de las negociaciones de ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, seis meses -o probablemente antes- despu¨¦s de la firma de la reforma de Maastricht.
Y as¨ª llegaremos a 1998 y a su primavera, en la que debe tomarse en principio la decisi¨®n sobre si y qui¨¦nes pasar¨¢n a la moneda ¨²nica. Unos meses despu¨¦s, en el oto?o, elecciones en Alemania, que por desgracia, en este caso, del ordenamiento alem¨¢n no se van a adelantar. Pues el Gobierno alem¨¢n puede querer no tener que decidir sobre el euro o el ingreso de los del Sur, es decir, de Italia, pero tambi¨¦n de nosotros, hasta despu¨¦s. O lo que ser¨ªa inaceptable, apostar por una Uni¨®n Monetaria restringida. Pero esta decisi¨®n se tomar¨ªa mientras los Parlamentos nacionales han de ratificar el Tratado de Amsterdam. ?Se puede, acaso, descartar que el Parlamento de un pa¨ªs ofuscado no ratificara este tratado en raz¨®n de su no ingreso en la Uni¨®n Monetaria? No.
Es de esperar que todo esto se supere y se llegue as¨ª a 1999, a?o en el que -Kohl confirma este anhelo- debe estrenarse el euro. Pero tambi¨¦n en 1999, como tarde, ha de concluir la gran pelea -pues ya se sabe que en la UE todo Estado debe tener buen cuidado de que no le roben la cartera, como les gusta decir a algunos de los negociadores espa?oles- sobre los dineros, sobre las nuevas perspectivas financieras de la Uni¨®n del 2000 al 2005. Mas ?pueden negociarse los nuevos fondos y su distribuci¨®n sin tener en cuenta las perspectivas de la ampliaci¨®n al Este? Dif¨ªcilmente.
En este calendario, muchas -demasiadas para nuestra tranquilidad- cuestiones interesan directamente a Espa?a. Si el calendario general es complicado, para Espa?a lo es a¨²n m¨¢s. No tanto por razones de pol¨ªtica interna -que tambi¨¦n surgir¨¢n con la perspectiva de elecciones en el 2000 como tarde, aunque tambi¨¦n pueden llegar mucho, much¨ªsimo antes-, sino porque en todos los frentes Espa?a tiene posiciones sumamente importantes que defender.
Claro que cualquier fallo de importancia puede hacer que este poco l¨®gico calendario, como una trampa, se cierre y cree para la Uni¨®n Europea una situaci¨®n imposible. Baste pensar en el efecto que tendr¨ªa un cambio de Gobierno en Alemania o una nueva tormenta monetaria. Pero ya se sabe: los malos planes no admiten modificaci¨®n.
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