Pep¨ªn Liria, por la Puerta del Pr¨ªncipe

Pep¨ªn Liria se encerr¨® con seis toros, cort¨® tres orejas, sali¨® por la Puerta del Pr¨ªncipe y no hizo faena. ?Se puede salir en triunfo as¨ª? A la vista est¨¢ que se puede y es claro que se debe.Y se debe porque el diestro protagoniz¨® una interesant¨ªsima tarde de toros a pesar de la nula colaboraci¨®n de sus oponentes y de su escaso repertorio como torero. Los toros s¨®lo lucieron presencia -menudo trap¨ªo el del tercero, con una arboladura impresionantemente astifina-, y les faltaron las fuerzas y la casta; es decir, casi todo lo imprescindible para que sea posible el toreo.

?Qu¨¦ se premi¨®, entonces? Pues, nada m¨¢s y nada menos que el valor en su plena dimensi¨®n, los desbordantes deseos de triunfo y pinceladas de buen toreo a la ver¨®nica y al natural. Pero, por encima de todo, Liria demostr¨® una entrega inconmensurable. Se jug¨® la vida sin cuento y se le premi¨® merecidamente con el m¨¢s alto galard¨®n que se le ofrece a los toreros que son capaces de crear emoci¨®n.

Y Pep¨ªn Liria emocion¨® de principio a fin, con un esfuerzo sin precedentes ante la escas¨ªsima colaboraci¨®n de los toros de S¨¢nchez Ibarg¨¹en. Su lucimiento fue su valor, su disposici¨®n, su cercan¨ªa de los pitones, el desprecio al peligro, y que no se desesper¨® en una corrida que pudo ser desesperante.

Con ese hambre de triunfo no es dif¨ªcil emocionar y protagonizar momentos inolvidables. Como, por ejemplo, su forma de matar volc¨¢ndose literalmente en el morrillo de los toros, y que le cost¨® una impresionante voltereta en su primero. Estuvo a merced del toro unos segundos interminables que hicieron presagiar una inevitable cornada. Por fortuna, los pitones s¨®lo le destrozaron la taleguilla.

Inolvidables sus largas cambiadas a porta gayola al tercero y al sexto, y su toreo a, la ver¨®nica ajustado y templado en el primero, en el quinto que fue devuelto y en el ¨²ltimo. No hubo variedad con el capote, pero tampoco los toros lo permitieron, y a duras penas aguantaron los primeros capotazos antes de doblar las manos en la arena.

Y se invent¨® las faenas con la muleta a base de valor y de pasarse los pitones muy cerca de los muslos. De este modo, arranc¨® naturales largos a su primero, al que consigui¨® embeberlo tras un trasteo inteligente; desisti¨® pronto ante el soso segundo, se jug¨® la vida ante el imponente tercero, lo intent¨® contra todo pron¨®stico ante el soso cuarto, asust¨® al manso y deslucido quinto y aguant¨® estoico las tarascadas del sexto. Al final mont¨® la espada, se fue derecho como una vela hacia los pitones y el toro cay¨® redondo. La emoci¨®n segu¨ªa cuando se lo llevaban a hombros por el paseo de Col¨®n.