Aznar y Margaret
Las entrevistas no siempre permiten saber c¨®mo es el entrevistado, pero s¨ª ayudan a imaginar c¨®mo le gustar¨ªa ser visto. Las concedidas por Aznar con motivo de su primer a?o en La Moncloa permiten vislumbrar que ans¨ªa ser considerado ante todo como alguien que transmite serenidad: "Un hombre tranquilo pero firme en sus decisiones", como fue definido en el reportaje emitido el s¨¢bado por TVE. Esa idea tambi¨¦n preside el retrato dibujado por Pedro J. Ram¨ªrez en su entrevista del domingo: "El destino ha querido que sea este hombre tranquilo de infrecuentes destellos quien un siglo despu¨¦s vaya a ocupar la cabecera del Consejo...".Un hombre tranquilo: la pel¨ªcula de John Ford. John Wayne es Sean Thornton, un antiguo boxeador que tras regresar a su Irlanda natal demuestra gran dominio de s¨ª frente a las provocaciones. No quiere pelea y hasta prefiere pasar por un cobarde a los ojos de Mary Kate (Maureen O'Hara) antes de responder a las provocaciones del hermano de ella, el brutal Danaher (Victor McLaglen). Hasta que un d¨ªa...
Cuando se peinaba para atr¨¢s y era uno de los j¨®venes cachorros de la derecha, el actual presidente ya cultivaba ese retrato de hombre tranquilo y sobrio, pero firm¨ªsimo en sus convicciones. Frente al blando consenso centrista, Aznar era partidario del estilo Margaret.Margaret Hilda Roberts, m¨¢s conocida por su nombre de casada, Thatcher, era desde su juventud -seg¨²n la recordaba en 1990 un pol¨ªtico de su cuerda, antiguo condisc¨ªpulo en Oxford- una mujer "seria, trabajadora, profundamente conservadora"; y tambi¨¦n: "m¨¢s diligente que original", pero dotada de "una voluntad excepcional". Ella misma defini¨® su filosof¨ªa de la vida con estas palabras: "Uno debe tener ideas propias y defenderlas hasta el final, aunque no coincidan con las de la mayor¨ªa". Esa actitud le llev¨® a enfrentarse con el consenso establecido desde 1945 en torno al Estado de bienestar, con los huelguistas del hambre del IRA -a los que dej¨® morir en prisi¨®n-, con los sindicatos, con el Ej¨¦rcito argentino. Fueron todas ellas opciones arriesgadas.?Es Aznar un hombre de principios, dispuesto a arrostrar la impopularidad si hace falta por defender aquello en lo que cree?. Seguramente piensa serlo, pero la experiencia no lo confirma. El fustigador de los pactos con los nacionalistas pas¨® a ser el adalid de su necesidad hist¨®rica (y hasta a hablar catal¨¢n en privado); el implacable denunciante del despilfarro del PER, a aumentar la partida correspondiente; el defensor de la independencia de los gestores de la televisi¨®n p¨²blica, a colocar al frente del Ente a un diputado del PP; el campe¨®n de la primac¨ªa de la sociedad sobre el Estado, a pretender regular las transmisiones deportivas.
Sobre todo: el hombre que no iba a mirar atr¨¢s se transform¨® en alguien que se pliega a quienes le conminaban desde los medios a pasar a cuchillo a los que figuraban en una lista que ten¨ªan preparada. Por eso, de buscarle un paralelismo, m¨¢s bien le cuadrar¨ªa el de John Major, cuyo talento habr¨ªa sido, sobre todo desde su llegada al 10 de Downing Street, el de la adaptabilidad. El periodista Enric Gonz¨¢lez encontr¨® la imagen adecuada: el modesto y encantador John Major era Zelig, el personaje de Woody Allen capaz de adaptarse a su interlocutor hasta el punto de volverse negro, chino, rabino o g¨¢nster, de acuerdo con las circunstancias.
A veces, sin embargo, un peque?o detalle rompe la imagen tan largamente construida. A Major le grabaron en 1993 una conversaci¨®n privada que fue publicada. En ella llamaba "bastardos" a los euroesc¨¦pticos y "mierda" a los periodistas, y suger¨ªa que no iba a tener m¨¢s remedio que "agarrar de una vez por las pelotas" a los rebeldes tories. En 1994, la majestuosa Margaret Thatcher, convertida ya en baronesa de Kesteven, advirti¨® a Major, a riesgo de descubrir un alma mezquina, que su esposa deb¨ªa abstenerse de volver a lucir un collar que le hab¨ªa sido regalado a ella cuando era primera ministra y que hab¨ªa quedado en la residencia del primer ministro tras el relevo. Seg¨²n algunos, el espejo de John Wayne se rompi¨® la noche del 3 de marzo de 1996: cuando perdi¨® los nervios al darse cuenta de lo lejos que hab¨ªa quedado de la mayor¨ªa absoluta que le hab¨ªan augurado sus asesores.
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