Una moruchada
Soltaron seis moruchos de mucho cuidado. Una moruchada infame fue lo que soltaron, no se sabe s¨ª por industria, por comercio, por crueldad mental o por incompetencia manifiesta. Y el resultado fue perjudicial para todo el mundo excepto para los responsables de la moruchada: el p¨²blico lo pas¨® mal, los toreros peor. Los empresarios, en cambio, hicieron un taquill¨®n y el ganadero se supone cobrar¨ªa por el suced¨¢neo aquel, impresentable y peligroso, del verdadero toro de lidia.Un toro de lidia puede ser manso, y no pasa nada. El sobrero de Criado Holgado que sali¨® en cuarto lugar, por ejemplo, result¨® manso sin paliativos pero dio el juego propio de un toro de lidia verdadero, s¨®lo que manso y bronco. Un toro manso y bronco se puede lidiar y debe a?adirse -a¨²n a riesgo de incurrir en retru¨¦cano- que se puede torear.
Manzanares / Armillita, Liria, S¨¢nchez
Toros de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares (I? devuelto por inv¨¢lido), moruchos. 4? sobrero de Criado Holgado, con trap¨ªo y poder, manso y bronco. Armillita: pinchazo a toro arrancado, estocada corta ca¨ªda y dos descabellos (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones, descabello, rueda de peones y descabello (bronca). Pep¨ªn Liria: estocada ladeada (vuelta con protestas); pinchazo y estocada saliendo derribado (aplausos). Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez: pinchazo y estocada corta ladeada perdiendo la muleta (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Plaza de Las Ventas, 11 de mayo. 5? corrida de abono. Lleno.
Ocurre que los valores y los t¨¦rminos est¨¢n subvertidos en la moderna tauromaquia y en esta ca¨®tica interpretaci¨®n de la fiesta ha sucumbido hasta el concepto del arte de torear. No es irrelevante que todo el armaz¨®n de las suertes bien hechas los taurinos lo hayan reducido a la norma del toque, y el juego del toro a un criterio utilitario dividido en dos: el toro que sirve y el que no sirve.
Si se torea se lidia y si se lidia se torea. Y, sin embargo, al bregar llaman lidiar, torear al pegar derechazos, y ah¨ª empieza y termina toda la sabidur¨ªa de los taurinos, de la mayor parte de las cuadrillas, de muchos matadores famosos, de su corte de aduladores y cantama?anas.
En cuanto los toros de Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares asomaban la carota por el port¨®n de chiqueros, ya estaban perpetrando moruchadas, ya galopaban temerosos por el redondel, ya recelaban de los coletudos, ya respond¨ªan a la bestial carioca huyendo despavoridos. Uno de ellos, en su ciega carrera hacia la nada, se llev¨® por delante al pe¨®n Bonifacio Mart¨ªn. Se lo llev¨® literalmente, encunado en el testuz, sin querer cornearlo ni nada pues hasta aquel hombre indefenso le infund¨ªa espanto. Los matadores dieron lidia a la moruchada cada cual seg¨²n su saber y entender. Y la sapiencia y el entendimiento de Armillita y de Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez consistieron en la t¨¦cnica bien aprendida, interpretada con torer¨ªa.
Armillita apunt¨® redondos y naturales a su primer toro, que se quedaba corto, y ali?¨® pronto. Al sobrero, cuya bronquedad no admit¨ªa los pases convencionales, lo traste¨® de pit¨®n a pit¨®n, que tambi¨¦n es suerte con su t¨¦cnica y su enjundia, y la instrument¨® fiel a los c¨¢nones.
A Jos¨¦ Ignacio S¨¢nchez le correspondi¨® un pregonao, de esos que tiran ga?afones traicioneros, y tras jugarse el tipo porfiando por ambos pitones, abrevi¨® sin perder los nervios ni las formas. Al sexto lo pas¨® por bajo con suavidad mas el toro no rend¨ªa su moruchez, y lo liquid¨® toreramente.Pep¨ªn Liria tiene del toreo un concepto distinto, entre recio y montaraz, que alborota a las masas pues ya es sabido que las masas no pierden el tiempo en an¨¢lisis de la situaci¨®n ni en exquisiteces interpretativas. A las masas les va lo evidente. Y si un torero se pone fren¨¦tico, da por ciertos su voluntad de agradar, su valent¨ªa y su arrojo.Sin duda de todo ello hubo en las faenas de Pep¨ªn Liria, muy aplaudida la primera, aunque un atento observador quiz¨¢ encontrara contradiciones: toreaba fuera de cacho, muy distanciado, con abuso del pico, y semejantes maneras no se compaginan con el arrojo precisamente. El quinto empiton¨® a Liria al cobrar la estocada, y casi por milagro sali¨® del trance ileso. Menos mal. Habr¨ªa sido el colmo que los moruchos coronaran su infamia con una cornada.
Babelia
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