La celebraci¨®n total
Si debemos juzgar por lo que ya est¨¢ sucediendo y, sobre todo, por lo que se anuncia, el aut¨¦ntico terror milenarista que se avecina ser¨¢n las celebraciones del segundo milenio. Una mano invisible ha dado la salida y la carrera se acelerar¨¢ progresivamente de ritmo hasta alcanzar el v¨¦rtigo,final. Imag¨ªnense los miles de conciertos y fiestas que van a organizarse en los pr¨®ximos dos a?os: un gigantesco negocio para "brindar por el paso del tiempo", seg¨²n se hizo en un festejo primerizo realizado recientemente en Barcelona.Pero adem¨¢s de este sutil e inteligente brindis, sobre el que se construir¨¢ una espesa mara?a de intereses, subvenciones y excelentes oportunidades, los centenares de millones de celebrantes terminar¨¢n por no saber por qu¨¦ est¨¢n levantando la copa, pues, aun que invada machaconamente los hogares y retinas del mundo, el Gran Producto ser¨¢ la ficci¨®n m¨¢s sofisticada jam¨¢s concebida y se disolver¨¢ finalmente como una ef¨ªmera burbuja. No s¨¦ si ser¨¢ posible escapar al Gran Producto buscando refugio en culturas de calendario diferente. Cuando la Casa del T¨ªbet me felicit¨® por el a?o nuevo tibetano y le¨ª que est¨¢bamos en el 2124, me invadi¨® una secreta excitaci¨®n, puesto que, por un momento, pens¨¦ que la fuga hacia adelante o hacia atr¨¢s -hacia los pa¨ªses isl¨¢micos- era posible. Sin embargo, al recordar la famosa globalizaci¨®n de nuestra ¨¦poca, me posee el pesimismo: ningun rinc¨®n, ninguna mente va a quedar al margen de la celebraci¨®n total, de manera que el Gran Producto sea la muestra m¨¢s acabada de aquel a globalizaci¨®n.
A decir verdad, no creo que podamos evitar la fiesta por m¨¢s viajes que emprendamos y por m¨¢s subterfugios que busquemos. Si, como es sabido, es bien dif¨ªcil sustraerse a la alegr¨ªa de las efem¨¦rides colectivas declar¨¢ndose triste (y, al contrario: alegre ante los decretos de tristeza), todav¨ªa lo ser¨¢ m¨¢s hacerlo con respecto a aquella celebraci¨®n total promulgada por tantos poderes y publicitada por tantos medios.
Ah¨ª quiz¨¢ se insin¨²e la naturaleza de nuestro terror milenarista vinculado al car¨¢cter totalitario de la celebraci¨®n y, asimismo, su v¨ªnculo con el precedente medieval. En ambos casos hay una extraordinaria coacci¨®n ante la inminencia de una fecha que despierta expectativas desmesuradas. La celebraci¨®n medieval implica el fin del mundo y la redenci¨®n, un apocalipsis que se exterioriza en un siniestro rugido de dolor y gozo.
Aunque haya mecanismos parad¨®jicamente afines, nuestro apocalipsis es muy distinto. En el escenario medieval el testimonio de la palabra era cortante como una espada. Los protagonistas viv¨ªan bajo un exceso de revelaci¨®n que fomentaba la incertidumbre. Para nosotros fa revelaci¨®n es la representaci¨®n, y, en este sentido, el Gran Producto ser¨¢, sin duda, ejemplar.
No es extra?o, en consecuencia, que la celebraci¨®n total, junto al gran negocio instalado en el bazar del tiempo, acoja en su seno err¨¢ticos pulsos apocal¨ªpticos en los que los m¨¢s avanzados lenguajes de representaci¨®n convivan con la ausencia de la palabra. Entre los invitados a la fiesta no faltar¨¢n, por supuesto, los que creen que la fiesta les redimir¨¢.
Nada hay m¨¢s irritante que la vertiente espiritual -grotescamente espiritual, como es obvio- de la celebraci¨®n. Las ofertas salvadoras probablemente se multiplicar¨¢n. Ya advertimos en la mayor¨ªa de ellas rasgos comunes: el uso de las tecnolog¨ªas m¨¢s innovadoras viene acompa?ado por una insultante pobreza de pensamiento. A menudo su lenguaje es m¨¢s miserable cuanto m¨¢s ricos son los instrumentos que manejan.
El caso m¨¢s reciente, y s¨®rdido, ha sido el de los sectarios de La Puerta del Cielo, cuyo particular apocalipsis ha combinado codiciosamente la t¨¦cnica y la idiotez. Si las teor¨ªas del grupo eran aberrantemente c¨¢ndidas, los detalles de los d¨ªas anteriores al suicidio, con visitas a diversos parques de atracciones y una ¨²ltima cena en la que, seg¨²n la revista Newsweek, la treintena de miembros pidi¨® un¨¢nimemente pollo a la cacerola y pastel de queso, son aleccionadores sobre el lado interno, dom¨¦stico, de la redenci¨®n sectaria. Todo ello -teor¨ªa y pr¨¢ctica- filmado minuciosamente difundido para la posteridad.El car¨¢cter especialmente tenebroso de estos "nuevos ¨¢ngeles" lanzados a un autosacrificio tan cruelmente ingenuo no puede hacer olvidar la proliferaci¨®n de grupos que, sin llegar al extremo de los admiradores del Hale-Bopp, participan de posiciones parecidas. Si examinamos el proselitismo de tantos predicadores y "gu¨ªas espirituales" es f¨¢cil concluir que el instrumento con que se comunica el mensaje es infinitamente m¨¢s rico, complejo y sofisticado que el mensaje mismo. ?ste, casi sin excepciones, es puramente par¨®dico y, a veces, literalmente, "sin palabra". Una revelaci¨®n tan estridente como hueca: un apocalipsis tecno-idiota.
Afortunadamente, estas liturgias minoritarias no determinan la liturgia universal del Gran Producto, un negocio al fin y al cabo, aunque, eso s¨ª, descomunal. Sin embargo, entre las unas y la otra hay una relaci¨®n fluida que no puede pasar inadvertida. Tambi¨¦n la celebraci¨®n total, como sucede con las unilaterales celebraciones de las sectas actuales, significa, en buena medida, la puesta en pr¨¢ctica a escala planetaria de aquel apocalipsis. Cuanto m¨¢s se acerque la fecha fat¨ªdica, m¨¢s agobiantemente sentiremos la presencia de un mensajero que, con su enormidad y Poder, ocupa todo el escenario, llevando a sus espaldas la ligera carga de un mensaje inexistente.
?ste, creo, es el aut¨¦ntico terror milenarista de nuestro final de siglo: el absurdo de ser refinada e implacablemente obligados a levantar la copa para brindar por el paso del tiempo sin, en realidad, tener nada que celebrar. Visto lo que se nos viene encima, la ¨²nica celebraci¨®n que verdaderamente valdr¨ªa la pena ser¨ªa despertar de la pesadilla estando, como los amigos tibetanos, en el 2124. Por cierto, a?o del buey y del fuego.
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