Par¨¢bola vital de Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea
Paulo Paranagua ha sugerido la existencia de un esbozo de par¨¢bola trazado por Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea entre sus filmes Memorias del subdesarrollo (1967) y Fresa y chocolate (1993). Como toda sugerencia l¨²cida, ¨¦sta abre una puerta a nuevas reflexiones. Anoto las siguientes. La acci¨®n de Memorias del subdesarrollo tiene lugar en 1962, el a?o m¨¢s ¨¢lgido del primer periodo de la revoluci¨®n cubana, en el que ocurri¨® la crisis de los cohetes, que puso al mundo al borde de la guerra nuclear y que se cita expl¨ªcitamente en la pel¨ªcula. Sergio, el intelectual marginal protagonista del filme, se mueve en un universo sujeto a brutales transformaciones, cuyo alcance y consecuencias no logra entender, y se pregunta si esa "aceleraci¨®n de la historia ser¨¢ capaz de sacar a la isla del c¨ªrculo vicioso en que se mueve". Ante la duda, y contra la opci¨®n de exiliarse por la que se decanta la clase social a la que pertenece, Sergio decide permanecer en Cuba y consigue hacerlo, si bien a un precio decididamente excesivo.En Fresa y chocolate, filme realizado 26 a?os m¨¢s tarde y cuya acci¨®n transcurre en 1979, 17 a?os despu¨¦s de la de Memorias del subdesarrollo, David, el intelectual marginal homosexual protagonista, se mueve en un mundo de asfixiantes carencias cuyo origen entiende muy bien. No estamos ya ante las gigantescas transformaciones que sufri¨® Sergio, sino ante su resultado; un universo paup¨¦rrimo, gris, r¨ªgido, presidido por el dogma, la prostituci¨®n jineteril y la omnipresencia de la Seguridad del Estado.
No obstante, por amor a Cuba y a su cultura, David da por hecho que la isla es su mundo y ni siquiera se plantea abandonarla; sin embargo, al final del filme es obligado por el poder a marchar al exilio. La intuici¨®n de Paranagua se confirma. M¨¢s que un esbozo, la par¨¢bola que va de Memorias del subdesarrollo a Fresa y chocolate es una evidencia; su arco se cierra -26 a?os despu¨¦s, con arreglo a la cronolog¨ªa f¨ªlmica; 17, de acuerdo al tiempo fabular- con la respuesta a la crucial pregunta de Sergio en el primero de estos filmes. No, "la aceleraci¨®n de la historia" -l¨¦ase la revoluci¨®n- no ha sido capaz de sacar a la isla del c¨ªrculo vicioso en que se mueve; de hecho, la ha hundido m¨¢s profundamente en ¨¦l.
Por mi parte, anoto la existencia de una segunda, definitiva, virtualmente perfecta par¨¢bola en la obra de Alea. La que tensa su arco entre La muerte de un bur¨®crata (1966), una de sus primeras pel¨ªculas, y Guantanamera (1996), la ¨²ltima. Entre ambos filmes media una cifra redonda, 30 a?os, lo que en este caso implica adem¨¢s el hecho estremecedor de que, mientras La muerte de un bur¨®crata fue dirigida por un realizador todav¨ªa joven, Guantanamera lo fue por un hombre que se sab¨ªa condenado y que, efectivamente, muri¨® poco despu¨¦s de terminarla. De modo que estamos tambi¨¦n ante el arco trazado por la vida del autor.
Las resonancias entre estas dos pel¨ªculas son tantas y tan evidentes que ser¨ªa excesivo enumerarlas. Baste decir que ambas son comedias y que se r¨ªen de las mismas cosas, la muerte y la burocracia. En La muerte de un bur¨®crata, el administrador del cementerio es un representante del ancien r¨¦gime, alguien que no est¨¢ ligado a las se?as de identidad del entonces naciente socialismo cubano. En efecto, este hombre act¨²a de acuerdo a razones burocr¨¢ticas puras. No es su culpa que el t¨ªo del protagonista haya sido enterrado con el carn¨¦, que la viuda no pueda cobrar la pensi¨®n debido a este hecho, que el cad¨¢ver no pueda exhumarse, justamente para recuperar el dichoso carn¨¦, hasta despu¨¦s de dos a?os del entierro, ni mucho menos que cuando la familia, desesperada, se roba al muerto, ¨¦ste deba permanecer insepulto, pues una misma persona no puede bajar dos veces a la tumba.
Las razones de este bur¨®crata responden a la l¨®gica kafkiana de su oficio; hubiesen podido ser muy semejantes en un filme de Luis Bu?uel o Billy Wilder, maestros de quienes Alea aprendi¨® tanto. La particularidad de La muerte de un bur¨®crata reside en que en el marco del devenir cubano de mediados de los sesenta se pod¨ªa pensar -o, por lo menos, algunos ingenuos pensamos- que en un futuro pr¨®ximo pel¨ªculas as¨ª quedar¨ªan para solaz e instrucci¨®n de las nuevas generaciones de cubanos, como un testimonio del pasado. El impetuoso desarrollo del socialismo enviar¨ªa a todos los bur¨®cratas y a su l¨®gica diab¨®lica al "basurero de la historia", como se dec¨ªa entonces, usando una met¨¢fora m¨¢s bien maloliente.
Pero he aqu¨ª que a lo largo de los 30 a?os de "socialismo" que median entre La muerte de un bur¨®crata y Guantanamera -un tiempo equivalente nada menos que a siete periodos y medio de los antiguos mandatos presidenciales de la Rep¨²blica cubana-, la burocracia castrista, particularmente arbitraria y miserable, hab¨ªa echado profundas ra¨ªces y gozaba de perfecta salud en Cuba. As¨ª que Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea, fiel a s¨ª mismo hasta el final, cerr¨® la par¨¢bola de su vida con Guantanamera, otra comedia en que aborda la muerte y la burocracia.
Guantanamera narra el traslado del cad¨¢ver de upa mujer que muere casualmente en Guant¨¢namo y debe ser enterrada en La Habana, en el otro extremo de la isla. Sus restos tienen que ser cambiados de coche f¨²nebre en cada provincia, pues ninguna empresa estatal dispone de gasolina suficiente como para asumir el traslado en solitario, carencia t¨ªpicamente "socialista". (Todav¨ªa las empresas extranjeras que operan en Cuba y que disponen de cuanta gasolina necesiten no han invertido en funerarias, y previsiblemente no lo har¨¢n hasta que un n¨²mero suficiente de ind¨ªgenas pueda financiar su entierro en d¨®lares).
El jefe de la expedici¨®n estatal de Guantanamera es un bur¨®crata de nuevo cu?o, que dirige manu militari el macabro traslado. De pronto, en medio de un descomunal aguacero, una voz en off narra una f¨¢bula yoruba que, a mi juicio, revela las intenciones profundas de Alea. Hubo un tiempo, nos cuenta la f¨¢bula, en que nadie mor¨ªa, los viejos no ced¨ªan el mando y los j¨®venes viv¨ªan asfixiados. Fue entonces que se desat¨® el diluvio; el agua cubri¨® la tierra; los viejos, m¨¢s d¨¦biles, no tuvieron fuerzas para subir a los ¨¢rboles y se ahogaron. Los j¨®venes salvaron sus vidas y tomaron el mando de la sociedad. El mundo cambi¨® por fin. Este ap¨®logo sobre las funciones regeneradoras de la muerte cierra la par¨¢bola, la obra y la vida de Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea. Deseemos que se cumpla, que tal y como quer¨ªan ¨¦l y los fabuladores yorubas llueva mucho, interminablemente, pac¨ªficamente, sobre Cuba.
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