Insultar a la v¨ªctima
La pena que un tribunal impone a un crimen no es s¨®lo un castigo al criminal y una advertencia disuasoria para emuladores potenciales. La pena tiene una tercera raz¨®n, no por ignorada menos importante, y es la de rehabilitar a la v¨ªctima de la afrenta que siempre supone sufrir un delito en propia carne. La condena a un violador o a un asesino es tambi¨¦n un gesto simb¨®lico que la sociedad hace a la v¨ªctima, reacogi¨¦ndola en su seno al demostrar, por medio de la pena impuesta al criminal, que el da?o que sufri¨® en su persona se considera un da?o a todo el cuerpo social.Es por eso absolutamente indignante la petici¨®n fiscal de un a?o de c¨¢rcel para los ocho acusados de matar, hoy hace un a?o, al joven David Afonso Correira en un parque de Arganzuela. No es ret¨®rica la pregunta de la madre de David Afonso: "?Es eso lo que val¨ªa su vida?".
Pero esta petici¨®n del fiscal de un a?o de prisi¨®n por matar a un joven no s¨®lo equivale a un desprecio a la v¨ªctima, a un insulto a a?adir a la muerte y al sufrimiento que afecta ante todo a su familia. Es tambi¨¦n un indicio m¨¢s de que la justicia en este pa¨ªs tiene una preocupante tendencia a trivializar los casos de la violencia de bandas juveniles.
Las recientes sentencias del caso Costa Polvoranca y del crimen de Arganda muestran una grave predisposici¨®n a aceptar la versi¨®n de la ri?a entre grupos de amigos, trifulcas entre chiquillos. Pero la intimidaci¨®n de testigos, las amenazas y la coordinaci¨®n mostrada por los implicados antes y durante los juicios deber¨ªan haber dejado claro que se trata de grupos ideologizados, de extrema derecha, que pululan por los barrios del sur de Madrid.
Deber¨ªa dar que pensar la actitud de los implicados en todos estos casos. A¨²n estamos por ver a alguno de ellos mostrar arrepentimiento y lamentar el haber participado en una muerte. Sentencias y peticiones fiscales como las que nos ocupan no inducen precisamente a la reflexi¨®n. Parecen querer adelantar el perd¨®n al arrepentimiento. Y el perd¨®n solo se puede dar al que lo pide. Al que, previamente, reconoce y lamenta su culpa.
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