Precaria estabilidad
EL ?NICO resultado tangible que se ha conocido de la reuni¨®n celebrada el viernes, durante m¨¢s de cuatro horas, entre el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y el de la Generalitat, Jordi Pujol, es que no habr¨¢ cambios en la actitud de apoyo de la coalici¨®n Converg¨¦ncia i Uni¨® al Partido Popular. El mantenimiento del apoyo a la gobernabilidad ha sido celebrado como un logro importante desde las filas populares, lo cual revela hasta qu¨¦ punto se hab¨ªa deteriorado el clima de entendimiento entre ambas fuerzas en los ¨²ltimos d¨ªas. Fuera ruido, como dicen los populares, o fuera crispaci¨®n, como aseguran los socialistas y los propios nacionalistas, el hecho es que una de las semanas m¨¢s brillantes de la econom¨ªa espa?ola de los ¨²ltimos a?os -con buenas notas en Bruselas sobre la convergencia monetaria, un ¨ªndice de inflaci¨®n hist¨®rica y una nueva bajada de tipos de inter¨¦s- ha quedado deslucida por acciones del Gobierno que nada tienen que ver con la pol¨ªtica econ¨®mica.Numerosos detalles de la reuni¨®n informan sobre las dif¨ªciles relaciones entre Pujol y Aznar. Es el caso de la urgencia de su convocatoria, pues, si bien fue presentada como una reuni¨®n ordinaria prevista para antes del verano, se trat¨® de hecho de un encuentro adelantado en varias semanas ante la gravedad de la tensi¨®n pol¨ªtica. Tambi¨¦n el protocolo utilizado, que no incluy¨® el saludo de cortes¨ªa de Aznar en la puerta de La Moncloa. O la duraci¨®n de la conversaci¨®n, que revela la extensi¨®n y profundidad de los desencuentros. Y la reserva sobre el tema central, la crispaci¨®n pol¨ªtica fomentada desde el Gobierno, que dio pie a todo un ejercicio de discreci¨®n a cargo de Pujol, evitando pronunciar una sola palabra de m¨¢s. La ¨²nica excepci¨®n, que nuevamente revela la magnitud del enfado, fue el desmentido de Puj¨®l a un teletipo de la agencia Efe en el que se aseguraba que cre¨ªa la versi¨®n de Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, y no la del presidente de Antena 3, Antonio Asensio, sobre el caso de las amenazas de aqu¨¦l a ¨¦ste.
La reuni¨®n no aport¨® progresos en ninguno de los numerosos puntos de desacuerdo entre la formaci¨®n catalana y los populares, a excepci¨®n del despliegue de los Mossos d'Esquadra como polic¨ªa de tr¨¢fico, en sustituci¨®n de la Guardia Civil, algo que se daba por acordado. No hay acuerdo en la financiaci¨®n de la sanidad. No lo hay en la ley del f¨²tbol, en la que el Gobierno quiere quebrar el principio de no retroactividad de la ley para expropiar los derechos de retransmisi¨®n de competiciones deportivas a las empresas que tienen contratos cerrados con los clubes. Tampoco lo hay en el conflicto entre el PP y CiU sobre la unidad entre las variantes de la lengua catalana.
Pujol exigi¨® a Aznar que le facilite el mantenimiento de su apoyo hasta la aprobaci¨®n de los Presupuestos de 1998, para poder llegar al examen de la convergencia econ¨®mica y monetaria en la primavera del a?o pr¨®ximo en las mejores condiciones posibles. Entre las facilidades que pide Pujol se cuenta el desbloqueo de todos los puntos de desacuerdo, por lo que, de hecho, acaba de abrirse un periodo de negociaci¨®n cuyos resultados ser¨¢n definitivos para la aprobaci¨®n de los Presupuestos de 1998. Para la coalici¨®n catalana, cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil explicar a su electorado la conveniencia de apoyar al Gobierno, porque no consigue obtener resultados incluso en uno de los puntos de los pactos de investidura, como es resolver el d¨¦ficit sanitario. Tampoco facilita las cosas a Pujol la percepci¨®n que tiene su electorado de que el PNV y el PP cierran acuerdos con suma facilidad frente a las perennes dificultades en las negociaciones con el socio te¨®ricamente imprescindible que es CiU.
Adem¨¢s, los populares toman distancia en cuestiones que no est¨¢n en los pactos, pero son centrales para el Gobierno catal¨¢n, como son la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y la unidad de la lengua catalana, el futuro de la televisi¨®n auton¨®mica TV-3 y el clima de crispaci¨®n. Ser¨ªa absurdo que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar invirtiera los t¨¦rminos del pacto de investidura con los nacionalistas catalanes y que intentara hacer recaer sobre ellos las responsabilidades por la ruptura de un acuerdo de la que el causante fuera el Gobierno. Las actitudes de algunos dirigentes del PP y la utilizaci¨®n de una fuerza pol¨ªtica peculiar como Izquierda Unida para aprobar las leyes que no gustan a CiU apuntan en esa direcci¨®n.
De ah¨ª que el presidente catal¨¢n no pueda admitir la eventualidad de un chantaje de Maastricht, consistente en forzarle a aceptar del PP que aplique su programa oculto -o de la mayor¨ªa absoluta que no obtuvo- con el auxilio de Anguita y, en caso contrario, responsabilice a CIU de los peligros derivados de las derrotas parlamentarias del Gobierno. Con la buena marcha de la econom¨ªa y con la garant¨ªa de apoyo parlamentario de CiU, el Gobierno de Aznar lo tiene f¨¢cil si quiere cosechar el ¨¦xito pol¨ªtico y a la vez hacer un buen servicio a los espa?oles. Y esto es gobernar con el programa de investidura pactado, sin concesiones a quienes desde su interior o desde algunos apoyos medi¨¢ticos le piden juego sucio o abusos de poder. Esto, y no otra cosa, es lo que las urnas le dijeron a Aznar el 3 de marzo de 1996.
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