Posmoderno, moderno y premoderno
Robert Cooper, diplom¨¢tico brillante que fuera hasta recientemente director de planificaci¨®n del Foreign Office, ha producido un op¨²sculo muy sint¨¦tico y muy ¨²til para ordenar nuestras ideas sobre el mundo actual. O mejor dicho, sobre los mundos actuales. Pues en The post-modern state and the world order (El Estado posmoderno y el orden mundial), publicado por Demos, un centro de debate e investigaci¨®n, Cooper nos brinda la idea de tres mundos coincidentes.Cooper parte de la base que con los acontecimientos de 1989 ha cambiado el sistema de Estados de Europa vigente desde la Paz de Westfalia en 1648. Era el moderno equilibrio de poderes -balance of power que Ortega y Gasset definiera como "el aut¨¦ntico Gobierno de Europa"- y que lleg¨® a su paroxismo con el enfrentamiento entre dos bloques durante la guerra fr¨ªa.
Pero con 1989, en Europa al menos, se ha pasado p¨¢gina en el libro de la historia. Con un "nuevo vocabulario" y "nuevas pol¨ªticas" estamos, seg¨²n Cooper, en el posequilibrio de poderes, en una Europa posmoderna en la que los Estados colapsan en un orden superior, en vez de en un desorden inferior, Son Estados que no insisten en su soberan¨ªa por encima de todo ni en separar los asuntos externos de los internos. Cooper ve estos rasgos no s¨®lo, evidentemente, en esa construcci¨®n que es la Uni¨®n Europea, sino tambi¨¦n, por ejemplo, en el tratado sobre armas convencionales (CFE) en Europa, por el que los Estados aceptan intromisiones en su soberan¨ªa que hasta ahora siempre hab¨ªan rechazado. Es "la seguridad basada en la transparencia" y "la transparencia a trav¨¦s de la interdependencia". Los Estados de la UE son, en este sentido, posmodernos. El inter¨¦s nacional viene definido por el proceso pol¨ªtico en democracia, incluso por la amistad entre Estados, m¨¢s que por aquella m¨¢xima brit¨¢nica de Palmerston de los "intereses permanentes". Lo que en la pluma de un diplom¨¢tico brit¨¢nico supone un gran cambio.
Pero no todos se han hecho posmodernos. Pues mientras esta Europa se ordena, otras partes del mundo se est¨¢n volviendo m¨¢s desordenadas. Hay regiones y Estados a¨²n modernos, donde impera el sistema antiguo del equilibrio de poderes, como en el Golfo, si bien con una excesiva rigidez. EE UU, que se resiste a la injerencia mutua, ser¨ªa a¨²n m¨¢s bien moderno. Y hay Estados premodernos, es decir, en formaci¨®n o ruptura, cuando ya no hay esa elecci¨®n del pasado entre imperio y caos. Rusia es semilla con las tres posibilidades. Jap¨®n es posmoderno, pero si la China moderna insiste en afirmarse como potencia, podr¨ªa obligarle a convertirse, una vez m¨¢s, en moderno.
Para los europeos, la posmodernidad plantea sus propios riesgos. Por una parte, que haya que intervenir, por razones de inter¨¦s o de moral, en conflictos provocados por Estados modernos o en el seno del mundo premoderno, se llame Yugoslavia o ?frica. Europa debe estar preparada para ¨¦stas u otras eventualidades. Pero la desconstrucci¨®n del Estado en la posmodernidad lleva a la apat¨ªa o a la incapacidad de actuar. Cabe preguntarse si el propio ¨¦xito de su paz y de su integraci¨®n no impide justamente a los europeos hacer surgir una Europa-potencia, aunque sea de nuevo cu?o, pero que deje de limitarse a ser espacio. La falta de enfrentamiento interno hace que Europa no sienta la necesidad de afirmarse f¨ªsica o psicol¨®gicamente. Y ello cuando, con algunas excepciones parciales, han desaparecido en buena parte las pol¨ªticas exteriores de los Estados que la componen, pero no ha surgido en su lugar una pol¨ªtica exterior com¨²n. Y como la pol¨ªtica tiene horror al vac¨ªo, la llena el ¨²nico pa¨ªs capaz de hacerlo: Estados Unidos. Mas incluso EE UU puede vacilar en su voluntad.
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