Una l¨²cida reivindicaci¨®n
Historiador, militante gay v¨ªctima del sida (muri¨® en 1991), Vito Russo es el aut¨¦ntico motor de este Celluloid closet (El celuloide oculto), una mirada entre la indagaci¨®n hist¨®rica y la reivindicaci¨®n homosexual que, con el apoyo de emisoras televisivas p¨²blicas y privadas brit¨¢nicas, alemanas y de la HBO americana, re¨²ne un impresionante elenco de entrevistas, fragmentos de filmes y testimonios tanto de horno como de heterosexuales de uno y otro sexo a partir del ensayo hom¨®nimo que publicara Russo, a quien, por cierto, est¨¢ dedicado el filme, en 1981.Desde un modesto filme de la productora de Edison fechado en 1895, y que muestra ¨¦l casto baile de dos hombres, hasta Ellas solas..., los chicos a un lado, de Herbert Ross (1995), una pel¨ªcula que no oculta su simpat¨ªa por sus personajes l¨¦sbicos, un siglo de representaciones cinematogr¨¢ficas de la diferencia sexual desfilan ante los ojos del espectador a partir de un recorrido entre hist¨®rico y tem¨¢tico organizado, no obstante, con la suficiente inteligencia como para resultar un atractivo collage recorrido por el humor. Un humor obtenido no s¨®lo de los ir¨®nicos comentarios de los entrevistados, sino, sobre todo, del choque que producen algunas escenas de pel¨ªculas muy conocidas -por ejemplo, el intercambio de pistolas entre John Ireland y Monty Clift en R¨ªo Rojo, de Howard Hawks-, si se las contempla a la luz que los responsables del filme sugieren.
El celuloide oculto
The celluloid closet. Direcci¨®n: Robert Epstein y Jeffrey Friedirian. Gui¨®n: R. Epstein, J. Friedman, Armistead Maupin, Sharon Wood y Vito Russo, seg¨²n el ensayo de ¨¦ste. Fotograf¨ªa: Nancy Schreiber. M¨²sica: Carter _BurWeIl. Producci¨®n: R. Epstein, J. Friedinan, Michael Lumpkin, Weridey Braitman, Michael Enrenzweig y Caryn M¨¦ndez. Int¨¦rpretes: filme de montaje documental. Estreno en Madrid: cine Alphaville (V.O.)
El trabajo de Epstein, autor, por cierto, de un valioso documental premiado en Valladolid, The times of Harvey Milk, sobre un militante homosexual asesinado, y su colega Friedinan se orienta, como el libro de Russo, hacia un objetivo preciso: el desvelar y denunciar la forma en que las relaciones homosexuales eran presentadas por la industria de Hollywood. Un entramado que, como recuerda con acierto un productor, estuvo y est¨¢ controlado por heterosexuales conservadores que realizan productos para heterosexuales de toda opci¨®n. As¨ª, desde el gay que hace re¨ªr por su afeminamiento y afectaci¨®n, presente en multitud de comedias o incluso melodramas, hasta el homosexual torturado y reprimido de tantos filmes (es estremecedor el de El detective, de Gordon Douglas, por ejemplo), terminando en el t¨¦trico asesino de tantos thrillers contempor¨¢neos, Celluloid closet se convierte en un memorial de agravios hacia la diversidad.
Pero no s¨®lo de esto. Tambi¨¦n de los vaivenes que la propia industria experiment¨® a lo largo de su historia, y que hicieron que se pudiera asistir, en los albores del sonoro e incluso en los veinte, a una imagen no excesivamente culpabilizadora del homosexual en el cine de consumo, radicalmente eliminada con la aprobaci¨®n por las Majors, en 1934, del tristemente c¨®digo Hays, que barri¨® hasta la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de construir una imagen positiva del mundo gay. Y tambi¨¦n, sobre todo, una denuncia apabullante. Si para el p¨²blico heterosexual, como afirma uno de los coguionistas, el escritor Armistead Maupin, el cine es una pauta de aprendizaje para la vida, ?qu¨¦ pudo sentir un gay cin¨¦fillo ante la imagen que brindaba de su opci¨®n sexual el cine de consumo, que dejaba vislumbrar siempre en lontananza el fantasma de la degradaci¨®n, del arrepentimiento, de la mofa o incluso de la muerte?
Imagen considerablemente siniestra de los productos de una industria patriarcal y castrante, reivindicaci¨®n de la necesidad de reflexionar m¨¢s a la hora de proponer modelos cinematogr¨¢ficos de. consumo, Celluloid closet es una de las m¨¢s inteligentes reflexiones sobre el cine que el c¨¦lebre centenario del cinemat¨®grafo nos ha brindado. Y una ocasi¨®n inmejorable para repensar la historia del s¨¦ptimo arte no s¨®lo a partir de sus presencias, sino, sobre todo, de sus indignantes, frustradas ausencias.
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