Vandalismo electoral

UNA VEZ m¨¢s, como casi todas las primaveras, ciertas asociaciones agr¨ªcolas francesas llaman a sus miembros a convertirse en salteadores de caminos y a destruir productos hortofrut¨ªcolas espa?oles. Y, una vez m¨¢s, la polic¨ªa y gendarmer¨ªa francesas observan la violencia de los campesinos franceses con una pasividad que, en ocasiones, raya la complicidad nacionalista. Los sucesivos Gobiernos espa?oles protestan, pero despu¨¦s esperan muy pacientemente a que se cumplan -tarde, mal o nunca- las promesas de compensaciones por los da?os causados en territorio de nuestro socio y vecino.Tiene raz¨®n la ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, cuando dice que la responsabilidad principal ya no recae sobre los agricultores violentos que queman camiones y los demagogos que los alientan. Recae directamente sobre las autoridades francesas que reiteradamente los permiten. Y son graves. Un camionero espa?ol ha estado dos d¨ªas ingresado en un hospital en el sur de Francia. Su cami¨®n ha sido destruido. Las cargas de otros varios tambi¨¦n. Y las im¨¢genes de televisi¨®n muestran a unos personajes perfectamente identificables en sus desmanes y a una polic¨ªa que mira para otro lado mientras ocurren.

No se trata s¨®lo de aplacar a los agricultores franceses mostr¨¢ndoles la balanza comercial entre ambos pa¨ªses. Se trata, simple y llanamente, de aplicar la ley; de detener, procesar y castigar a quienes cometen estos actos de vandalismo; y de que la UE medie y sancione al Estado que permite que ocurran hechos as¨ª. No puede haber comprensi¨®n ni tolerancia para estos actos que minan la base misma de la cooperaci¨®n y la propia idea de Europa. El delito es delito, antes y despu¨¦s de las elecciones.