Otro esc¨¢ndalo

, Al acabar la corrida parte del p¨²blico arroj¨® almohadillas al ruedo, indignado por la invalidez de los toros. O sea, otro esc¨¢ndalo, y van unos cuantos en la feria.Otro esc¨¢ndalo y siempre a causa del ganado. Esos ganaderos que son incapaces de sacar un toro en condiciones; un toro que embista, que no se desplome, que aguante los tercios de la lidia, son los que tuvieron la desfachatez de amenazar con una huelga; son los que han exigido para desconvocarla unas prescripciones arbitrarias con las que -desbrozando ret¨®rica cientifista y gram¨¢tica parda administrativa-, pretenden garantizar la impunidad del fraude.

Y pol¨ªticos representantes de tres comunidades aut¨®nomas -Valencia, Andaluc¨ªa y Madrid- han aceptado esta desvergonzada imposici¨®n. Buenos son los pol¨ªticos: qu¨¦ nivel, qu¨¦ ¨¦tica y qu¨¦ est¨¦tica; qu¨¦ sentido del deber, de la responsabilidad y del pudor.

El ¨²ltimo acuerdo de los ganaderos que dominan la llamada CAPT y los pol¨ªticos ha sido crear una comisi¨®n para someter a estudio las t¨¦cnicas de an¨¢lisis de astas e incorporar otras en base a sofisticadas investigaciones, al objeto de establecer un procedimiento de supuesta infalibilidad para detectar algo tan burdo y tan tonto como es el afeitado de los toros. Pretenden, al parecer, que los rudimentarios manejos de un ga?¨¢n armado de serrucho s¨®lo puede detectarlos la Nasa.

El plazo fijado a la comisi¨®n para que entregue sus conclusiones es de tres meses. Con lo cual nos ponemos en septiembre y, mientras llegan a otro acuerdo -que, a lo mejor, no- y se publica el invento en el Bolet¨ªn Oficial del Estado, la temporada habr¨¢ vencido. Y, un a?o m¨¢s, las astas sospechosas de afeitado habr¨¢n permanecido en un almac¨¦n o sabe Dios d¨®nde; y' los ganaderos defraudadores, sin sancionar; y la fiesta, sin garant¨ªas de autenticidad; y los derechos del p¨²blico, burlados, por culpa de unos pol¨ªticos irresponsables, incompetentes e imp¨²dicos.

Y, mientras tanto, los toros van saliendo sospechosos de cuerna, in¨²tiles para la lidia. Los de Boh¨®rquez eran as¨ª. Grandones, pero nada astifinos; tullidos y tambi¨¦n moribundos. Unos se dejaron torear, si es que el cansino caminar de un borrego vale para el toreo. Otros se desplomaban. Sacaron sobreros y se desplomaban tambi¨¦n. S¨®lo uno se mantuvo en pie, result¨® manso de solemnidad, y Jos¨¦ Luis Bote no pudo darle ni un pase; s¨®lo matarlo, lo que hizo con valor y sufri¨® una voltereta.

Jos¨¦ Luis Bote hab¨ªa toreado a su anterior borrego con pulcra torer¨ªa; suyos fueron los mejores redondos de la tarde. Y si no llega a dar tantos y pasarse de faena, quiz¨¢ habr¨ªa alcanzado el ¨¦xito.

Fernando Cepeda realiz¨® un gran quite a la ver¨®nica, rematada mediante media de antolog¨ªa. Era en el toro de Canales Rivera que, sin corresponderle turno, cruz¨® decidido el redondel, se aprest¨® a enmendarle la plana, se irgui¨® altanero, tendi¨® el capote, cit¨® al toro... y no le enmend¨® nada: su respuesta consisti¨® en unas vulgares tijerillas.

Los toreros deber¨ªan saber medirse; deber¨ªan conocer el sentido del rid¨ªculo. Canales Rivera estuvo valiente en sus anteriores lances de capa -que incluyeron la larga de rodillas- y, en cambio, mulete¨® con exceso de pico y una pesada carga de mediocridad. Fernando Cepeda tore¨® fuera de cacho, y sendos borregos de acendrada docilidad se le fueron sin torear.

Luego llegaron los inv¨¢lidos absolutos, los inv¨¢lidos de libro , los inv¨¢lidos de la verg¨¹enza y del deshonor ganadero. Y, finalmente, un tercer sobrero, que rodaba por la arena. El presidente no lo devolvi¨®, como deb¨ªa. Y recreci¨® el esc¨¢ndalo, hubo gritos de indignaci¨®n, cayeron al ruedo almohadillas. Parec¨ªa un pol¨ªtico de los de ahora el se?or presidente.