El hombre bala
Se despidi¨® Ronaldo de la Liga, no sabemos si hasta pronto o para siempre, con uno de esos goles nucleares que confunden a los estrategas, ponen a pensar a la c¨¢tedra y confirman de una vez por todas el peligro de la energ¨ªa at¨®mica. La pelota se acercaba a la defensa del Deportivo despu¨¦s de una incierta jugada que hab¨ªa discurrido como un reguero de p¨®lvora. Cuando por fin lleg¨® a la vertical de Songo'o era un cuerpo inestable que estaba fuera de control. En esto se cruz¨® Ronaldo y acert¨® a recibirla desde el suelo con alg¨²n saliente de la pierna derecha, tal vez con el canto de la rodilla. Sabemos que, en el dominio de los magos del bal¨®n, un solo toque separa una avena de una cat¨¢strofe. Con ese gesto, Ronaldo consigui¨® tres objetivos: adelantar el cuerpo; cambiarse la pelota al perfil izquierdo y tensar la musculatura; todo lo que un hombre bala necesita para dispararse sobre la red.Antes de recordar el desenlace de la jugada, deber¨ªamos aprovechar esta ocasi¨®n para valorar las condiciones que hacen de su autor un futbolista excepcional, por si acaso fuera la ¨²ltima en que podamos verle de cerca. ?Su poder¨ªo est¨¢ en su repertorio? Es evidente que tiene un buen manejo, una potente zancada, una apreciable sensibilidad para el toque y una probada facilidad para el juego por alto, pero en la m¨¢xima jerarqu¨ªa del f¨²tbol actual, en lo que suele entenderse por primer nivel, hay al menos cincuenta jugadores de los que se podr¨ªa decir exactamente lo mismo. Entonces, ?d¨®nde est¨¢ su verdadera capacidad para convertir un agujero en un pozo de petr¨®leo?
Quienes disfrutaron de la competencia entre Ben Johnson y Carl Lewis, como quienes han estudiado los misterios de Lindford Christie o Donovan Bailey, habr¨¢n encontrado algunas similitudes sospechosas entre aquellos reyes del hect¨®metro y este saco de dinamita. De Lewis se dijo que consegu¨ªa sprintar en mitad de un sprint, como de Johnson se dir¨ªa que su secreto era la arrancada; por alguna oscura raz¨®n su cerebro adelantaba en algunas mil¨¦simas la orden de ataque. Luego, en plena carrera, su musculatura se las arreglaba para administrar la ventaja inicial. Como Johnson, Ronaldo ser¨ªa, pues, uno de esos atletas inflamables cuya virtud se llama aceleraci¨®n. En vez de atrapar la paloma en el dormidero, este individuo que se afeita la cabeza sistem¨¢ticamente, quiz¨¢ para aprovecharse de la energ¨ªa solar, se hincha, estalla, y dos metros despu¨¦s, recuperada la compostura, consigue cazarla al vuelo.
Y en su mundo, naturalmente, la paloma se llama gol.
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