Chirac ya ha perdido, gane quien gane
El presidente Jacques Chirac no necesita esperar al resultado de esta noche para saber que quien pierde es ¨¦l. Convoc¨® elecciones para reforzarse a s¨ª mismo ante las negociaciones europeas, para ofrecer un nuevo mandato a su primer ministro, Alain Jupp¨¦, y para crear un enfrentamiento derecha-izquierda que dejara en la cuneta al Frente Nacional. Todo le sali¨® al rev¨¦s: el voto de la, primera vuelta fue un claro bofet¨®n al presidente, hubo que arrojar por la borda a Jupp¨¦ y la ultraderecha es hoy m¨¢s fuerte que nunca. Chirac queda en una posici¨®n muy fr¨¢gil.Francois Mitterrand, al final de su segundo mandato y ya muy enfermo, sol¨ªa hacer una profec¨ªa a sus visitantes: Chirac ser¨ªa su sucesor y en poco tiempo se convertir¨ªa en el hazmerre¨ªr de Europa. Otro ex presidente, Val¨¦ry Giscard d'Estaing, hizo en 1995 un comentario parecido: "Chirac ser¨¢ el peor presidente de la V Rep¨²blica". Hasta ahora, los hechos les dan la raz¨®n.
Jacques Chirac nunca fue un hombre de convicciones ideol¨®gicas profundas. En 1976 se defin¨ªa como laborista a la francesa" y calificaba a los europe¨ªstas de "partido del extranjero", en 1986 pas¨® a ser "thatcherista a la francesa", en 1993 se transform¨® en "conservador europe¨ªsta", en 1995 apost¨® por el "cambio frente al conservadurismo" y por, imponer "condiciones al tratado de Maastricht" y hace unas semanas era "la garant¨ªa de la construcci¨®n europea". Pero sol¨ªa compensar su inconsistencia con energ¨ªa, voluntad de poder, simpat¨ªa personal y un excelente olfato pol¨ªtico.
Pero Chirac parece otro hombre desde que estableci¨® su residencia en el palacio del El¨ªseo. Calcul¨® mal las consecuencias de su decisi¨®n de reanudar los ensayos nucleares en la Polinesia francesa y el arranque de su mandato qued¨® marcado por una formidable protesta internacional. Volvi¨® a ser muy torpe al anunciar la profesionalizaci¨®n del Ej¨¦rcito franc¨¦s sin advertir previamente a su socio alem¨¢n, Helmut Kohl. En el plano dom¨¦stico, no midi¨® la inmensa decepci¨®n que infligir¨ªa a sus electores el "giro hacia el rigor" de noviembre de 1995.
Sol¨ªa ser imbatible haciendo campa?a en los mercados y recorriendo Francia. Dijo que su mandato se caracterizar¨ªa por "la escucha permanente de los franceses". Pero desde su elecci¨®n, cuando regresa de sus frecuentes viajes al extranjero, se encierra en el El¨ªseo. Mitterrand frecuentaba al menos los restaurantes parisienses e incluso el altivo Giscard implant¨® una pintoresca cena semanal en casa de una "familia corriente". Chirac, en cambio, est¨¢ aislado en su palacio, sin otro consejo que el de su hija Claude y el de una corte de tecn¨®cratas. Ignora los sentimientos de los franceses. Si los conociera, no habr¨ªa anticipado unas elecciones en las que su bando se lanz¨® al combate sin otro jefe que el odiado Alain Jupp¨¦ y sin otro programa que la promesa de dar un "nuevo impulso" a una pol¨ªtica impopular.
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