Juana o el amor abismal

La poes¨ªa de sor Juana ln¨¦s de la Cruz reposa hecha jirones y sobre ella se pisa sin clemencia. Los versos no se leen, se mascullan bajo el temblor del deseo. As¨ª ocurre en esta producci¨®n ejemplar del arte povera.Cuatro bailarinas cumplen dentro de esa alfombra o nube de folios manuscritos, un lodazal blanco cer¨²leo que la luz rasante vuelve zurbaranesca: m¨¦rito est¨¦tico del core¨®grafo, que usa el ritmo de la voz en onomatopeyas y repeticiones que recuerdan al teatro grotowskiano, donde el texto era un aparato percutor de una acci¨®n no descriptiva sino po¨¦tica. El percutir del suelo con los pies desnudos, el batir discorde de palmas, son veh¨ªculos de la monja-poeta, que invoca a san Ignacio y otras estantiguas santorales en las que no hay fe, pero s¨ª iron¨ªa, palabra carnal que aumenta la opresi¨®n del techo abuhardillado testigo de esa pasi¨®n por entender el amor. Al final el artes¨®n se abre: el dolor se exorciza con m¨¢s canto y dolor, el cielo es abismo en belleza de muerte y silencio, de verso y destino.