Francia vuelve a creer en la pol¨ªtica
Nadie pod¨ªa prever lo que ha ocurrido. Si Jacques Chirac, aconsejado por Alain Jupp¨¦, disolvi¨® una Asamblea que dominaba por completo, no fue s¨®lo porque temiera perder las elecciones de 1998, sino porque estaba convencido de ganar las de 1997. ?De d¨®nde le ven¨ªa esta confianza? No de la popularidad del Gobierno, el m¨¢s impopular de la V Rep¨²blica, que tuvo que enfrentarse a una viva hostilidad popular en oto?o de 1995 y se vio obligado a renunciar a la mayor¨ªa de sus proyectos industriales en 1996, sino de la convicci¨®n de que los franceses no ve¨ªan soluci¨®n en ninguna otra parte y que, puesto que acusaban a los socialistas tanto como a la derecha del aumento del paro, aceptar¨ªan, por tanto, sin entusiasmo pero con resignaci¨®n, una pol¨ªtica reducida a la sumisi¨®n la las exigencias de la unidad monetaria. Adem¨¢s, los dos dirigentes de la mayor¨ªa pensaban que su superioridad en el Parlamento era tan grande que pod¨ªan considerar la posibilidad de un fuerte retroceso de su electorado sin por ello correr un gran riesgo.Durante mucho tiempo, este an¨¢lisis pareci¨® confirmarse por las d¨¦biles reacciones de la opini¨®n p¨²blica. Por todos lados se hablaba de la aton¨ªa de la campa?a, de la apat¨ªa de los franceses y del car¨¢cter poco convincente del programa econ¨®mico del Partido Socialista. Los resultados de la primera vuelta cayeron como un rayo y provocaron la r¨¢pida descomposici¨®n del campo mayoritario, hasta tal punto muchos interpretaron el discurso de Jacques Chirac como la aceptaci¨®n resignada de la victoria socialista. El precipitado lanzamiento de la candidatura de Philippe S¨¦guine, asociado a Alain Madeline, un pol¨ªtico que representa todo lo que ¨¦l combate, s¨®lo suscit¨® la protesta de los l¨ªderes de la UDF, lo que indica la violencia de la conmoci¨®n y la rapidez de la descomposici¨®n pol¨ªtica de la antigua mayor¨ªa.
?Qu¨¦ es lo que ha ocurrido, pues, si no ha habido ning¨²n acontecimiento especial durante la campa?a? En primer lugar, que se ha rechazado sobre todo a los que ped¨ªan confianza. El voto de la primera vuelta fue un voto de rechazo. Prueba de ello es que ese rechazo ha tomado toda suerte de formas, de la subida del Frente Nacional a la de la abstenci¨®n, de la progresi¨®n de los partidos peque?os a la, a menudo espectacular, del Partido Socialista. Ese rechazo no se ha dirigido s¨®lo contra la mayor¨ªa actual; tambi¨¦n est¨¢ orientado contra la sumisi¨®n de la sociedad, e incluso de la econom¨ªa, a los imperativos del mundo financiero a los que -los dirigentes pol¨ªticos parecen estar subordinados. Tras la aparente apat¨ªa, la opini¨®n p¨²blica deseaba afirmar el derecho del pueblo a ser el "sujeto" de su historia y no ¨²nicamente un objeto que sufre los efectos de las pol¨ªticas financieras y monetarias. Si esta exigencia ha tardado tanto en manifestarse es porque la izquierda parec¨ªa incapaz de satisfacerla, tanto por haber llevado a cabo durante mucho tiempo una pol¨ªtica de rigor y haber dejado que el paro aumentase como por proponer ¨²nicamente la defensa de los intereses adquiridos cuando la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n era consciente de que hab¨ªa que defender las reivindicaciones sociales dentro del movimiento hacia la internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa y no contra ¨¦l.
El Partido Comunista, hostil a Maastricht, no ha tenido el aumento de votos que esperaba y Jean Pierre Chev¨¦nement ha obtenido ¨²nicamente los votos que considera necesarios para ser ministro. En cuanto al Frente Nacional, si bien ha sacado provecho del descontento, jam¨¢s ha propuesto un programa cre¨ªble, porque sabe muy bien que no tiene ninguna posibilidad de estar asociado a la toma de decisiones pol¨ªticas.
?Por qu¨¦ se ha plasmado finalmente en un apoyo al Partido Socialista? La explicaci¨®n m¨¢s sencilla es la mec¨¢nica: no se puede rechazar a la derecha sin fortalecer a la izquierda aunque se pierda una parte importante de los votos en la abstenci¨®n o en el voto de protesta. Pero es dif¨ªcil considerar satisfactoria esta explicaci¨®n, porque los franceses no han votado a un candidato a la presidencia, sino, cada uno en su circunscripci¨®n, a unos candidatos o candidatas mucho menos conocidos. Por tanto, hay que pensar que el PS ha sido considerado como una posibilidad de restablecer el puente roto entre las realidades econ¨®micas y las demandas sociales y, por tanto, como el agente de la resurrecci¨®n de una vida pol¨ªtica que desde hace mucho tiempo est¨¢ reducida a un sometimiento a las necesidades econ¨®micas.
Durante a?os, los franceses han cre¨ªdo en la desalentadora idea del "pensamiento ¨²nico"; es decir, en la idea de que la internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa no deja ninguna libertad de maniobra a los Gobiernos y, por tanto, reduce al silencio a los pueblos. Mientras la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, de Holanda y Dinamarca a Italia, y ahora a Gran Breta?a, buscan y encuentran la manera de conciliar los objetivos sociales con las obligaciones econ¨®micas, los franceses han estado convencidos durante mucho tiempo de su impotencia, de que ya no pod¨ªan ser los actores de su historia, sino s¨®lo las v¨ªctimas del capitalismo financiero occidental. El mismo PS hab¨ªa contribuido a extender esta idea al dejarse llevar por la defensa sin perspectiva de las intervenciones econ¨®micas y sociales tradicionales del Estado. Pero durante la campa?a se ha visto empujado, quiz¨¢ a su pesar y, con toda seguridad, gracias a la lucidez de Jospin, hacia posiciones m¨¢s modernistas, que en lugar de aumentar la sensaci¨®n de impotencia han convencido a la opini¨®n p¨²blica de que el Gobierno pod¨ªa intervenir y hacer una pol¨ªtica social sin renunciar por ello a la uni¨®n monetaria.
La actuaci¨®n m¨¢s importante de Lionel Jospin ha sido plantear condiciones para la adhesi¨®n francesa a la moneda europea, unas condiciones que no contradicen los criterios econ¨®micos impuestos por el Tratado de Maastricht, pero que manifiestan la voluntad de devolver una aut¨¦ntica capacidad de iniciativa a la acci¨®n pol¨ªtica. Al Gobierno alem¨¢n le ha inquietado la posici¨®n socialista, pero no ha suscitado una crisis y probablemente est¨¢ dispuesto a aceptar las condiciones planteadas por Jospin en el momento en que se convenza de que los franceses no pretenden cuestionar la independencia del Banco Central, por temor a la posibilidad de un Gobierno econ¨®mico. Es f¨¢cil imaginar que el Gobierno italiano, feliz por recibir de Francia un apoyo tan decidido, va a respaldar sus propuestas, que tampoco molestar¨¢n a ning¨²n otro Gobierno europeo.
Los franceses no s¨®lo han mostrado, pues, su acuerdo con un programa de gobierno o su confianza en un partido; han exigido la vuelta a la pol¨ªtica; es decir, a la idea de que es indispensable y posible combinar las exigencias sociales con las necesidades econ¨®micas. Han perdido todos aquellos que consideraban que hab¨ªa que dejar a un lado la pol¨ªtica el mayor tiempo posible, al menos hasta la realizaci¨®n efectiva de la moneda europea. Todo indica que el canciller Kohl no est¨¢ entre ellos, puesto que ¨¦l mismo ha sabido imponer a la pol¨ªtica econ¨®mica de su pa¨ªs una l¨®gica puramente pol¨ªtica, la de la reunificaci¨®n, lo que le ha valido estar durante tanto tiempo en el poder y le empuja a querer permanecer m¨¢s all¨¢ de las pr¨®ximas elecciones.
Otros pa¨ªses han elegido unas v¨ªas menos dram¨¢ticas y m¨¢s eficaces que las que ha elegido Francia. La mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, de Holanda y Dinamarca a Italia y Gran Breta?a, son liberales en el terreno economico y socialdem¨®cratas e el de los asuntos sociales. La violencia de la ruptura francesa est¨¢, ciertamente, pre?ada de peligro, de negaci¨®n de la realidad, pero, ante todo, se basa en una voluntad pol¨ªtica; mira m¨¢s hacia el futuro que hacia un pasado que desaparece irremediablemente. Francia sale por fin de la era mitterrandista. Esa es la raz¨®n por la que la decisi¨®n de los franceses tendr¨¢ consecuencias para toda Europa y contribuir¨¢ a hacerla salir de la despolitizaci¨®n ala que estaba sometida. Y puesto que la creaci¨®n de la moneda ¨²nica est¨¢ ahora asegurada, es necesario asociarla urgentemente a una pol¨ªtica de red¨¢ctivaci¨®n econ¨®mica y de lucha contra la exclusi¨®n social.
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